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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.

PSICOTHEMA
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 1990. Vol. Vol. 2 (nº 2). 211-223




IN MEMORIAM BURRHUS FREDERIC SKINNER

Marino Pérez

Clásicos

Burrhus Frederic Skinner nació el 20 de Marzo de 1904 en Susquehanna, Pensylvania. Murió el 18 de Agosto de 1990 en Cambridge, Massachusetts.

En su autobiografía ofrece muchos detalles de su vida. Con una fina ironía, reconstruye el ambiente y las conductas de su infancia y juventud, y refiere mucho mundo privado sin excesos intimistas.

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CLÁSICOS

1. Burrhus Frederic Skinner nació el 20 de Marzo de 1904 en Susquehanna, Pensylvania. Murió el 18 de Agosto de 1990 en Cambridge, Massachusetts.

En su autobiografía ofrece muchos detalles de su vida. Con una fina ironía, reconstruye el ambiente y las conductas de su infancia y juventud, y refiere mucho mundo privado sin excesos intimistas.

Según parece, fue buen chico de acuerdo con los deseos de su familia, si bien su padre quería que se hiciese abogado como él, pero no quiso, quizá porque de ser así no llegaría muy lejos. Su afición a hacer juguetes parece un anticipo de su maña para construir aparatos y cajas de experimentación.

A pesar de una cierta educación religiosa cuasi pavloviana (o quizá por ello), llegó a ser decididamente anticlerical. Ya de psicólogo, cuando pasaba junto a una iglesia, pensaba en el buen laboratorio que se podría hacer allí. Sin embargo, se casó religiosamente, y el cura al advertir que era psicólogo les preguntó si tenían "inconveniente en que mencionara a Dios durante la ceremonia". Según parece, le daba lo mismo.

Desde luego, tenía facilidad para enamorarse, pero en esto tampoco fue totalmente watsoniano. Resulta simpático su uso de la hipnosis para ligar a Stella, aunque el asunto supuso finalmente más hipnotismo para él que para ella El casamiento con Ivonne Blue (ya estando de profesor en Minnesota), duró toda su vida y por lo que parece fue muy reforzante para ambos.

Otra afición duradera fue la música. Tocaba el saxofón en una banda juvenil de jazz., pero lo vendió cuando se decide por la psicología. En cambio, siempre tuvo algún piano a mano y un clavicordio. Pero, sobre todo, le gustaba escribir cuentos y poemas, ya desde edad muy temprana. De hecho, se licencia en literatura inglesa e, incluso, se organiza como escritor. Prepara una habitación estudio, incluso con un clasificador para los manuscritos que iba a producir, se marca una rutina de trabajo, se suscribe a revistas literarias, reune libros, fuma en pipa y toma coñac, así que, las apariencias eran las de un auténtico escritor, como él mismo dice. Pero no producía nada. Lo cierto, como ha reconocido, es que no tenía nada que decir, ni había nada en su vida que modificara esa situación. Así pues, no prosperaría en ninguna de las artes (con la pintura también tuvo intentos), pero de todos modos, estaba confortado con esto, que alguien le había dicho, que "la ciencia es el arte del siglo veinte".

2. Después de varios bandazos, algunos artículos de B. Russell leidos en la revista literaria "Dial" le convierten al Conductismo. Inmediatamente, compra El conductismo de J. B. Watson, que Russell tenía por "extraordinariamente impresionante". Adquiere también su Filosofía, donde Russell dedica al principio un largo comentario a las implicaciones epistemológicas del conductismo de Watson. Al ser la parte media del libro un refrito, según dice, de las opiniones del autor sobre el mundo físico, abandona ahí su lectura, de manera que perdió la última parte en la que refuta la teoría conductista al ponerse a hablar del "hombre desde dentro". (Más adelante, cuando Skinner se lo dijo, durante una cena, Russell (por aquélla, ya Lord) quedó sorprendido, exclamando, "¡Santo cielo! ¡Y yo que había creído siempre que aquellos artículos habían derribado el conductismo!". Como quiera que sea, ambos tomaron en serio a Watson). Estos libros, junto con Reflejos condicionados de I. P. Pavlov serían los primeros de su biblioteca psicológica. Se inscribe a los 24 años para hacer Psicología en Harvard, en el (aún) Departamento de Filosofía y Psicología, de cuyo laboratorio era Director E. G. Boring.

3. Entre tanto, ya sabiendo lo que iba a hacer, se fue cinco meses de bohemio a Greenwitch Village, previo a unas vacaciones por Europa. Estando en Greenwitch, y quizá en algún momento de baja tasa de cordura, se hizo vegetariano (de moda que de persistir tal vez refutara antes de tiempo la teoría del reforzamiento), pero después del viaje por Europa se convierte a la cocina francesa (y a la italiana, no obstante). De todos modos, durante el día leía a Pavlov y de noche se iba de juerga, como dice él, un emparejamiento de estímulos que hasta el mismo Pavlov aprobaría.

4. Una vez en Harvard, su interés por la fisiología le lleva también al Departamento de Biología (cosa que ya había estudiado cuando hacía literatura). Un tiempo de éste, trabajó en el laboratorio de W. B. Cannon. A la tradición sentada por Sherrington, cuya obra Acción integrativa del sistema nervioso leyó entusiasmado, se estaban incorporando los recientes avances en la línea pavloviana. Asistió al Congreso Internacional de Fisiología de 1929 en Harvard como encargado de poner las diapositivas, y escuchó (en alemán) el discurso inaugural de Pavlov, consiguiendo quedarse con el autógrafo que utilizaban para las fotos, pero no fue a saludarle. (A Watson nunca tuvo la oportunidad ni de verlo; pero sí a Thorndike, con quien mantuvo una relación afectuosa; F. Keller fue su gran amigo y confidente científico).

En cambio, no aprendería mucha psicología, ni ésta era lo que esperaba. Los experimentos de Yerkes y Köhler con los monos no le impresionaban. El los replicaba con las ardillas del campus universitario. La Ley del Cierre de la Gestalt la refutaba una niña conocida suya, que reparaba siempre en lo que faltaba, no en la figura completa (cuando le pasaba a ella los experimentos). Un curso clínico a cargo de Murray, con ciertos toques psicoanalíticos tampoco le caía bien; Skinner le acusó de ser psicólogo literario, cuando era él y no Murray el que procedía de la literatura (según dice, quizá se hicieron grandes amigos por esta inversión de papeles). En cuanto a Boring, sus grandes oportunidades fueron insuficientes para hacer de él un psicólogo introspectivo.

En lo tocante a la filosofía, pues al fín y al cabo le había convertido Russell, lo único que le importaba era una epistemología psicológica, tal como le contestó a A. N. Whitehead (la figura de su Departamento) cuando éste le dijo que un psicólogo joven tenía la obligación de no perder de vista la filosofía. En una clase del curso de filosofía analizó el tartamudeo de Whitehead y descubrió que siempre ocurría cuando se disponía a hablar de calificaciones y de un colega.

Lo que le confirmó en la elección de la psicología era el taller, pues entonces los investigadores se construían ellos mismos la mayor parte de las máquinas que necesitaban. La cuestión relevante es que el interés por la fisiología estaba derivando al estudio del organismo como un todo (Loeb, Crozier), de manera que se prescindía del sistema nervioso que, como tal, "lo estudiaban en la Facultad de Medicina". Comenzó a concebir los reflejos como comportamiento en lugar de considerarlos, como Pavlov, "la actividad del cortex cerebral" o bien, como Sherrington, "la acción integradora del sistema nervioso".

5. El punto es que tenía el campo de estudio, pero no tenía el método. "Lo que a mí me importaba, dice, era hacer hincapié en el método, puesto que ya había encontrado mi campo y lo que buscaba eran formas de ocuparme de él". La medida más apropiada de la "fuerza del reflejo" resultó la tasa de respuesta (que no figuraba en la lista de Sherrington). Efectivamente, la tasa era una medida sensible, pues gracias a su registro acumulativo se veía claramente la variación de un momento a otro y, además, representaba la probabilidad de que un organismo se comportara de un modo determinado en cierto momento. La respuesta más sencilla que se podía estudiar era "presionar la palanca". Esto derivó de la construcción de muchos artefactos, cuyo moldeamiento sucesivo terminó en lo que C. Hull llamaría Caja de Skinner. (En un artículo muy interesante de 1956 titulado "Un caso dentro del método científico", reconstruye su propia conducta científica. Cuenta, irónicamente, sus principios metodológicos: "cuando encuentres algo interesante, deja todo lo demás y estúdialo", "hay maneras de estudiar que son más fáciles que otras", "hay gente con suerte", "los aparatos a veces se rompen" y el ya conocido del serendipity. Bueno, lo que se quiere indicar es que su proceder es constructivista en el mismo sentido que lo es la conducta operante, de acuerdo con una epistemología ella misma conductista, antes que positivista, formalista, o metodológica).

De esta manera, el concepto de reflejo adquiría un sentido totalmente nuevo. Perdía el carácter fisiológico y se convertía en conducta pura. El hecho fundamental era "la correlación observada de la actividad de un efector (esto es, la respuesta) con las fuerzas observadas que afectaban a un receptor (esto es, el estímulo)". Esto permitía "una fenomenología estímulo-respuesta" (como tituló una conferencia). Variables afectando esta correlación, tales como la motivación y la emoción, que llamó "terceras variables", también estaban dadas fuera del organismo. Se constituía así el análisis experimental de la conducta, dentro de un planteamiento radicalmente psicológico. Esto fue su Tesis Doctoral, una auténtica tesis, presentada en 1931 con el título El concepto de reflejo en la descripción de la conducta, parte de ella publicada con este título ese mismo año. Más tarde, en 1935, establecería la diferencia entre "dos tipos de reflejo condicionado", el respondiente (pavloviano) y el operante, el suyo, (la primera vez que aparece publicado el nombre operante es en 1937, en la respuesta a Konorski y Miller). El control discriminativo era "un pseudotipo" (de condicionamiento).

6. Al concluir su Tesis se prefigura un plan para los treinta años siguientes. En primer lugar, se dedicaría a la "descripción experimental de la conducta", pero también estaban con preferencia la epistemología ("Conductismo versus psicología' y "teoría del conocimiento"). De hecho, tenía ya entre manos un libro que titularía Sketch for an Epistemology. Se ocuparía, así mismo, de otras "teorías del conocimiento" no científicas y, si acaso, publicaría sobre ellas. Consigue un puesto en la Sociedad de Becarios (un grupo selecto de investigadores de Harvard), y un Ford descapotable, de sus padres. Aquí permanecería durante cinco años.

7. El trabajo experimental de estos años es recogido en su primer libro La conducta de los organismos, de 1938. Formando parte de esta etapa densamente experimental, escribe el importante trabajo "La naturaleza genérica de los conceptos de estímulo y respuesta" (1934), en realidad, una parte del proyectado libro sobre epistemología. Por estímulo y respuesta se entienden clases de hechos, lo que resuelve la mayor parte de las objeciones al conductismo skinneriano, (pero no todos los críticos han reparado suficientemente en este trabajo). (Siguiendo esta línea experimental, hay que recordar la monumental obra, con C. B. Ferster, Schedules of reinforcement, de 1957, de 739 páginas con 921 figuras de' datos de laboratorio y 70.000 horas de registro).

8. En esta misma época, en 1934, inicia su dedicación al lenguaje. Al día siguiente de la sobremesa de una cena en la que Whitehead le desafió acerca de lo que el conductismo puede hacer con el lenguaje, trazó el esquema de un libro sobre conducta verbal, (aunque el lenguaje ya estaba incluido en el plan doble-quinquenal). Empezaría aplicando los conceptos del trabajo experimental a este campo no experimental, pero empírico, (en lo que serían útiles su formación y aficiones literarias). En una carta de esta época a Keller escribe, "Me siento totalmente incapaz de convencer a los lingüistas, pero el lenguaje es algo que forma parte de la conducta, una parte tremendamente importante, y como conductistas debemos abordarlo un día u otro". En otra carta posterior dice, "El libro va a ser bueno. Tengo la plena seguridad. Los lingüistas se mofarán de él -la mayoría de ellos- y los psicólogos no van a leérselo. Pero el libro es bueno". Por entonces, se entretiene, también, en estudiar "el lenguaje latente" que resulta de oir una pauta sonora rítmica producida por un aparato que llamaría "sumador verbal", (una especie de Rorschach auditivo), y en varios estudios literarios.

9. Después de cinco años y medio de becas postdoctorales, en 1936 es contratado por la Universidad de Minnesota, (recomendado por Hunter, Carmichael y Boring), donde permanecerá hasta 1945. Después está dos años en Indiana, para finalmente volver como profesor a Harvard, en 1948, hasta su jubilación en 1974, pero continuando como Emérito.

En este periodo, finales de la década de 1930 y en los 40, desarrolla una teoría del lenguaje, dándole forma en diversos cursos, algunos de verano, durante sabáticos y con la ayuda de una beca de la Fundación Guggenheim. El texto resultante, que ya circulaba en copias mimeografiadas, fue la base para las conferencias William James de Harvard en 1947. (Finalmente, el libro como tal no lo redactaría hasta 1955, saliendo en 1957).

10. En 1948, el mismo año en que retoma a Harvard, publica su única novela, Walden Dos , su Nueva Atlántida, que resultaría muy polémica (y muy vendida en los 60). Sin embargo, lo que pospuso el texto sobre conducta verbal, fue otro sobre conducta humana, que puede considerarse un tratado de psicología de la vida cotidiana y de la sociedad. Es Ciencia y conducta humana, un libro para la gente, pero que incluso al psicólogo le conviene consultarlo de vez en cuando.

11. Por fin, aparece Conducta verbal en 1957, sin duda, su obra más importante, según también él mismo reconoce (en la entrevista con Cohen). Consiste en una interpretación del lenguaje conforme al análisis de conducta y ofrece una clasificación de sus funciones psicológicas. No es experimental, pero el análisis se atiene a las condiciones empíricas dadas en los usos sociales (y literarios). Tampoco es teórico en el sentido de utilizar entidades explicativas hipotéticas. Contiene un planteamiento riguroso, coherente, potente y elegante del lenguaje que importa al psicólogo, y, además, sugiere aplicaciones prácticas inmediatas. Resultó con el libro lo que le había escrito veinte años antes a Keller. Sin embargo, recientemente ya lo entienden más lingüistas y lo leen más psicólogos. Ha generado fructíferas líneas de investigación.

12. Skinner se introduce en la década de los 70 con un análisis conductista del individuo y la sociedad que titula (quizá más por error que por provocación) Más allá de la libertad y la dignidad (1971). El libro ha llegado a ser super vendido y, desde luego, muy polémico. Su cuestión central es que el análisis de las contingencias ambientales hacen innecesaria una explicación de la conducta desde dentro de la persona. De manera que según este análisis, la libertad, aún eliminados los controles punitivos, no deja de estar organizada en el ambiente. La civilización, escribe Skinner, nos ha liberado de ciertas condiciones aversivas del ambiente, pero ciertamente no nos ha liberado del ambiente mismo. Es más, muchas prácticas sociales de bienestar implican y exigen el control de una persona por parte de otra. "El problema no estriba en liberar al hombre de todo control, sino de ciertas clases de control". El análisis conductual "descubre" y, en alguna medida, modifica las clases de control a que las personas quedan expuestas, frente a la literatura humanística que define la libertad en términos de estados mentales o sentimientos. Pero esta literatura lo único que ofrece es la ilusión de la libertad, como si uno hiciera lo que quiere, cuando más bien es que, acaso, uno quiere lo que hace. Al condenar indiscriminadamente todo control como malo, esa literatura es incapaz de encararse con formas de control que no incitan a la huida o a la rebelión, y que, sin embargo, tienen consecuencias dañinas. Igualmente, la sociedad atribuye ciertos comportamientos meritorios al "hombre autónomo". Ahora bien, la admiración y el elogio de la conducta son inversamente proporcionales a la claridad de sus causas. Cuanto menos se sepa acerca de las razones del sacrificio, bondad, altruismo o creatividad, tanta más dignidad se adquiere. (Al respecto, recuerda Skinner esta máxima de La Rochefoucauld, "nadie merece ser alabado por su bondad a menos que tenga fuerza de carácter como para ser malvado. Cualquier otra bondad no es, generalmente, sino indolencia o abulia"). Pero la dignidad sólo significa que las causas de la conducta (meritoria) no son obvias, si así fuera, no merecerían admiración. El caso es que los atributos del hombre interior van siendo sustituidos conforme se conoce más de las funciones del ambiente, por lo que el análisis de la conducta parece ser degradante, si es que no deja algo por lo que admirar al hombre autónomo. La literatura de la dignidad salvaguarda la posibilidad de admiración y elogio debido, pero de este modo obstaculiza la ciencia de la conducta y ulteriores logros humanos (privandose de la admiración por ello).

Planteamientos de este tipo no pueden por menos que ser polémicos, como así ha resultado. Pero no se ha de dejar de advertir algún malentendido, en parte sugerido por el propio título del libro (que Skinner ha reconocido como engañoso). El "más allá" del título sugiere que Skinner está en contra de la libertad y la dignidad, y no es así. Está en contra de ciertas doctrinas.

13. Con todo, las controversias que suscita el conductismo no son un asunto de palabras. Tienen un mayor alcance, que implica la concepción de la persona y la forma de solucionar los problemas humanos. A este respecto, es de destacar el libro Sobre el conductismo, de 1974, escrito para aclarar veinte errores sobre él. Y aún así.

El aspecto decisivo está en la diferencia (ya establecida en 1945) entre conductismo radical, el de Skinner, y conductismo metodológico. Quizá el adjetivo "radical" haya despistado. ¿Qué quiere decir radical?. Ante todo, radical está frente a metodológico. Los conductistas metodológicos habrían adoptado el método positivista de hacer ciencia y, así, quedaría excluido todo lo que no tuviera una consistencia fisicalista. Ni el alma, ni la mente, ni la conciencia tendrían posibilidades. Sólo la conducta físicamente constatable. Es el método del estímulo-respuesta. Ahora bien, el esquema E-R requiere algo más para entender la varianza de la conducta. Este algo más entra en el esquema positivista de dos maneras: una, como teoría hipotético-deductiva (por ejemplo Hull) y, otra, como definición operacional (por ejemplo, Tolman), en general, los procederes de la psicología cognitiva. Con estos trámites ingresan en la relación E-R la conciencia y la mente (y el alma, si se quiere). Pero ingresan con la condición del trámite metodológico.

El conductismo de Skinner es radical en el sentido de que la consciencia y los contenidos mentales están en el campo psicológico por derecho propio, como tales, no en calidad de variables intermedias (hipotéticamente deducidas o redefinidas). El problema no está en que uno se pueda o no conocer así mismo, sino en qué se conoce cuando se conoce. El mundo privado no tiene por qué ser de una naturaleza distinta del mundo público. La diferencia está en la accesibilidad, y no porque el acceso introspectivo sea privilegiado (o inconmensurable) respecto de la observación que puedan hacer los otros, sino que es menos fiable que la inspección pública, nada más. Es la sociedad la que enseña a uno a introspeccionarse, de manera que el vocabulario subjetivo mundano está justificado por sí mismo. En el importante trabajo de 1945, "El análisis operacional de los términos psicológicos", describe cuatro maneras mediante las cuales la comunidad verbal que no tiene acceso a un estímulo privado puede generar una conducta verbal como respuesta al mismo. Es el aprendizaje de los sentimientos. (El operacionalismo aquí se refiere a las operaciones conductuales que hace la comunidad para que el individuo se conozca a sí mismo, no a las operaciones del científico para redefinir los términos no-científicos).

El pensamiento y la solución de problemas, en cuanto que actividades silenciosas también son vistos como un asunto principalmente de conducta verbal. Tienen el mismo estatuto, respecto de la conducta verbal propiamente dicha y de las operaciones manipulativas, que los silencios que forman parte de una composición musical, que no niegan la música, pero la música no se define precisamente por el silencio (más bien al revés, los silencios tienen sentido al estar intercalados en una combinación de sonidos, son, por decirlo en términos dialécticos el nivel cero de la música).

En cuanto a las intenciones y los propósitos, se diría que los ponen las consecuencias selectivas. Aunque en una secuencia dada la intención (mental) antecede a la acción, la explicación de aquélla remite a las acciones anteriores de uno, o de otros, de acuerdo con un ambiente ya estructurado para tener ciertos propósitos. Lo que pasa es que la mente funciona como una cámara oscura que invierte la imagen.

Es decir, el conductismo skinneriano es tan radical que considera el mundo privado en el mismo nivel en que se desenvuelve la conducta pública, (sin hacerlo pasar como hipótesis o constructos). En vez de rellenar los vacíos experimentales con constructos, reintegra lo subjetivo mental en nuevos controles experimentales, dándose naturalmente como variables ambientales. Por consiguiente, tal planteamiento es radicalmente pragmático. La palabra es control experimental. Ahora bien, en su trabajo experimental, el organismo cuya conducta resulta más ampliamente modificada y más absolutamente controlada es el propio experimentador. (Skinner se hace eco del famoso chiste en el que dos ratones se dicen "¡Chico, acabo de condicionar al tipo ese! Cada vez que bajo la palanca me da de comer"). Lo radical también tiene que ver con este carácter pragmático de la conducta científica. (Permítase advertir que Skinner no es ateórico, como a veces se le ha imputado. De hecho, trabajos suyos son decisivos análisis teóricos. El está en contra de ciertas formas de hacer teorías, particularmente, las de sus colegas metodológicos, pero de ningún modo contra la teoría. En un importante trabajo de 1950 titulado "¿Son necesarias las teorías del aprendizaje?", efectivamente, contesta que no, pero se refiere a aquéllas que se sitúan en un ámbito distinto -cerebro o mente- al de las variables experimentales, aunque acaso podrían ser divertidas).

Como es obvio, lo radical no alude para nada a fisicalismo grosero ni a desprecio de la subjetividad. Ahora, las críticas relativas a no considerar los sentimientos, el pensamiento, la subjetividad, se vuelven contra los conductistas metodológicos (que en la actualidad es tanto como decir psicólogos cognitivos), pues su aceptación es en calidad de constructos. El conductista radical los estudia por derecho propio.

14. Este pragmatismo científico es solidario de la tecnología, esto es, del interés práctico aplicado de la investigación psicológica. Este es otro aspecto característico del análisis de conducta. A este respecto, se recordarían, en primer lugar, el curioso Proyecto Pelícano, donde se utilizarían palomas para misiones de guerra (lo que indica que también podrían ser útiles, con entrenamiento adecuado, para la paz, y no sólo como símbolos). Y la cuna-habitación, una suerte de Caja de Skinner para criar niños, donde pasó once meses su hija "constantemente activa y feliz" (cuando estaba despierta). Así que, al igual que otros grandes psicólogos que han experimentado con sus niños, los suyos también han sobrevivido a los cuidados con esmero científico.

Sobre todo, las aportaciones prácticas más desarrolladas están en la clínica y en la educación. Baste recordar que el nombre "modificación de conducta" fue utilizado por primera vez por Skinner (Solomon y Lindsley) en 1953. Respecto a la educación, su libro Tecnología de la enseñanza, de 1968, es clásico, en el sentido de que las teorías educativas se suceden unas a otras, pero los estudiantes no aprenden mejor y las formas básicas de enseñar permanecen. (Dícese clásico de lo que gana batallas después de muerto). La incorporación de los procedimientos operantes a los ordenadores ha optimizado las máquinas de enseñar. Los textos programados son muy instructivos; J. G. Holland y Skinner ha elaborado uno, en 1961, precisamente para enseñar el Análisis de conducta. No se puede por menos que citar, en este contexto, el penetrante análisis que hace Skinner del sistema educativo americano en un artículo publicado en American Psychologist, en 1984, titulado "The shame of american education". En fin, el análisis de conducta alcanza a la reforma y el diseño de la cultura. (Fuera de este contexto, se recordaría el libro de 1983, escrito con Vaugahm, Disfrutar la vejez, con sugerencias de utilidad - sobre todo, si se es Emérito en Harvard).

15. Una serie de libros, al menos 5, registran acumulativamente buena parte de sus trabajos más especializados. El primero, y más importante, es Registro acumulativo, de 1959 (tercera ed. en 1972), que recoge 48 trabajos, seleccionados por él, de un periodo de 40 años. El segundo es Contingencias de reforzamiento, un análisis teórico, de 1969, recogiendo publicaciones de los sesenta, entre las que figura "Un análisis operante de la solución de problemas". El tercero es Reflexiones sobre conductismo y sociedad, de 1978, donde está "¿Por qué no soy psicólogo cognoscitivo?". El cuarto es Upon Further Reflection, de 1987, centrado en aplicaciones prácticas e implicaciones del análisis de conducta. El quinto es Recent Issues in the Analysis of Behavior, de 1989, dedicado a cuestiones teóricas y profesionales.

16. Las aportaciones de Skinner han sido reconocidas, como no, por la comunidad científica. Entre otros reconocimientos están la National Medal of Science, en 1968, y la medalla de oro de la American Psychological Asociation, en 1971. (Su último homenaje por parte de la APA fue ocho días antes de morir, el 10 de Agosto en Boston, al que ya no asistiría).

Sin embargo, ni el conductismo como teoría de la psicología, ni el análisis de la conducta como aplicación, han llegado a establecerse mayoritariamente en la psicología actual. Ciertamente, están incorporadas aportaciones básicas decisivas, pero la atmósfera general de -la psicología es mentalista, de una u otra manera. En 1987 se pregunta Skinner (quizá una vez más) "¿Qué fue de la psicología como ciencia de la conducta?", y encuentra tres obstáculos que impiden su establecimiento: la psicología humanística, la psicoterapia y la psicología cognitiva. En un discurso dirigido a la Sociedad Británica de Psicología, en 1985, comparando la ciencia cognitiva y el conductismo, hace una dramática acusación al cognitivismo. En definitiva, ¿por qué no es un psicólogo cognitivo?, se responde en 1977. Por varias razones. No ve que un mundo interno de vida mental ni la fisiología del sistema nervioso puedan explicar la conducta. "Estoy igualmente interesado, dice, en las consecuencias prácticas. El recurrir a estados y procesos cognoscitivos es una desviación que bien podría ser responsable de gran parte de nuestro fracaso en la resolución de nuestros problemas. Necesitamos cambiar nuestra conducta y solamente podremos hacerlo cambiando nuestros medios ambientes físico y social. Escogemos el camino equivocado desde el principio cuando suponemos que nuestra meta es cambiar "la mente y el corazón de hombres y mujeres", en lugar del mundo en el que ellos viven".

Su persistencia contra lo corriente (que tampoco es en solitario), no es evidencia de extravio de la razón. Efectivamente, a la mayoría de los psicólogos no les gusta el conductismo skinneriano, y muchos lo critican abiertamente, pero si tuvieran la razón, bastaría uno que la dijera.

17. ¿Cómo es que el análisis de conducta no ha sido seleccionado por el ambiente, si es que es tan potente?. Skinner remitiría al preguntador a Darwin, "Si la selección natural es tan poderosa, ¿por qué la gente ha creido tanto tiempo en la creación de las especies de acuerdo con el Génesis?". Skinner ha defendido con fuerza su postura, hasta los últimos días. En su escrito para la convención que le rendiría honores ocho días antes de morir, escribe, "la ciencia cognitiva es el creacionismo de la psicología. Es un esfuerzo para restablecer aquel yo o mente interna, generadora-u-originante creativa que, en un análisis científico, simplemente, no existe", (del texto que se adjunta en esta misma Sección).

18. ¿Es que el análisis de conducta es perfecto?. De ninguna manera. Mucho tiene que progresar, y del futuro las contingencias dirán. El argumento que se sostiene aquí es que el conductismo y el análisis de conducta tienen aspectos subdesarrollados, pero disponen de base conceptual y empírica aún sin explotar. Se enumerarán algunas cuestiones que los conductistas tendrán que desarrollar más allá de Skinner.

En primer lugar, la elaboración de una epistemología psicológica. Es la gran obra pendiente de Skinner. Dos sugerencias, quizá el desarrollo que convenga tenga que mirar al pensamiento europeo, en particular a la fenomenología clásica (y, tal vez, a la razón vital y al yo y sus circunstancias) y a teorías constructivistas de la ciencia, acordes con la psicología conductista. (Cuando Skinner regresó del primer viaje por Europa llevó tres libros de Bergson, por lo demás, a los filósofos analíticos, que incluso conocía algunos personalmente, los tenía descartados). La otra sugerencia es que podría ser que tenga que haber una reconciliación con ciertos aspectos de la Gestalt. Se ha de decir, de todos modos, que ya hay notables esfuerzos hacia una teoría de la conducta.

En otro lugar cualquiera, la explotación del fenómeno de la conducta supersticiosa. La "superstición" en la paloma es uno de los hallazgos más singulares de la psicología (que por sí sólo haría famoso a un autor). En principio, es una anomalía en la lógica operante, pero, al mismo tiempo, abre horizontes teóricos y empíricos aún no explorados. Sin duda, tiene que ver con la cuestión de la causalidad aparente. Es una cuestión de suma importancia que, extrañamente, ha recibido menos atención que la que merece. Quizá, pero no es seguro, la superstición remite a la cuestión perceptiva.

En todo caso, la percepción es otra cuestión que se sitúa en un punto decisivo para la definición psicológica. Las operaciones que construyen la percepción están supuestas, pero falta análisis experimental.

Otro tema, probablemente en el que más se está trabajando, es el de las reglas y las contingencias. Entre otros, cuestiones pendientes de estudios experimentales (desde luego laboriosos y foros) son las relaciones evolutivas empíricas entre contingencias y reglas, las relaciones entre reglas y conductas verbales o no-verbales, y la precisión empírica y conceptual de los tipos de reglas.

En la actualidad, ya hay suficientes datos como para plantearse una reforma de la "contingencia de tres términos", sobre todo por el lado antecedente. Por lo demás, aunque siempre se insiste en el ambiente, falta un análisis de los "estímulos institucionales" (para decirlo en términos de Kantor), de las ceremonias, de la memoria ambiental (hacia adelante, en el sentido de Kantor), etc.

Se quiera o no, la personalidad ronda a todos los psicólogos. ¿Por qué la metodología del caso único no ayuda en la definición de la singularidad de los sujetos?. La probabilidad de la conducta como repertorios también parece en buena disposición para la personalidad, pero los skinnerianos asumen más que laboran. La apelación a la historia de reforzamiento para dar cuenta de las diferencias individuales deja la cuestión en el mismo sitio.

Para los modificadores de conducta. Se invoca mucho a Skinner, pero se sigue trabajando con modalidades de respuesta que no dan más de sí, y que están sólo al 20% del análisis de conducta. La insistencia en la definición operacional de la conducta, clínicamente es limitada (aunque el terapeuta quede tranquilo con la precisión) y, por demás, el análisis de conducta sugiere más bien "definiciones genéricas" (pero esto tampoco está muy explotado). La mayor parte de la terapia es conducta verbal, pero aquí tampoco están explotados los criterios conductistas (a cambio de "trabajar" a nivel cognitivo). Falta también una mayor elaboración de la teoría del reforzamiento en la vida real, por ejemplo, están los problemas relativos a la concurrencia de programas, y, además, de largo plazo, a los efectos colaterales, etc.

19. "La conducta es un tema difícil, no porque sea inaccesible, sino porque es extremadamente complejo. Puesto que se trata de un proceso más que de una cosa, no puede ser retenido fácilmente para observarla. Es cambiante, fluida, se disipa, y por esta razón exige del científico grandes dosis de inventiva y energía. Pero no hay nada esencialmente insoluble en los problemas que se derivan de este hecho" (Ciencia y Conducta Humana, p. 45 de la edición española).

Marino Pérez
Departamento de Psicología
Universidad de Oviedo

A continuación se reproduce el último texto que escribió Skinner con motivo del homenaje que se le tributó en Boston, pocos días antes de morir, y al cual ya no pudo asistir.

Los psicólogos, siguiendo a los filósofos, han buscado dentro de sí mismos para explicar su conducta. Mediante la introspección, han experimentado sus sentimientos y observado sus estados y procesos mentales. James Watson atacó la introspección en 1913. Y supongo que se diría que tuvo éxito, porque, como quiera que sea, los psicólogos han abandonado la introspección casi totalmente.

Los psicólogos cognitivos probablemente ven las representaciones de la realidad de las que hablan. De hecho, dicen que es todo lo que posiblemente se pueda ver. Pero no creo que puedan verse a sí mismos procesándolas, almacenándolas en la memoria, recuperándolas, y así. En su lugar, han recurrido a las teorías (teorías acerca de lo que está pasando en la cabeza o en la mente). ¿Pero, cómo se puede estar seguro que la teoría es correcta hasta que se pueda ver qué es aquello a que se refiere?.

Bien, la mayoría de ellos han retornado a la ciencia del cerebro. La mente es lo que el cerebro hace; el cerebro puede examinarse más bien que introspeccionarse. ¿Pero el cerebro realmente origina la conducta de la manera que se decía que lo hacía la mente o el yo?.

El cerebro es parte de un organismo, y lo que hace es simplemente parte de lo que hace el organismo. Es parte de lo que tiene que ser explicado. Ahora bien, esta explicación, yo creo, se encuentra únicamente mirando fuera del organismo -el individuo- en vez de dentro, y ésta se encuentra en tres tipos de variación y selección.

La primera fue la selección natural, que explica por qué tenemos un cuerpo y un cerebro. Pero había una dificultad: esto prepara a una especie solamente para un futuro que se parezca al pasado que la ha seleccionado. Este fallo fue corregido por una etapa evolutiva más: la evolución del condicionamiento operante, que capacita al ambiente del individuo para seleccionar la conducta mediante contingencias que no son suficientemente estables para funcionar según la selección natural. Pero uno puede aprender muy poco en un mundo solitario mediante condicionamiento operante, al menos que se tenga un ambiente social rico en contingencias de reforzamiento y responsable de los complejos repertorios que adquirimos. La cultura ha evolucionado también y esto es el tercer tipo de variación y selección.

Si estos tres tipos de circunstancias explican lo que hace el cuerpo, ¿qué se supone que está haciendo la mente?

Lo que ha sucedido, según creo, es que la psicología está escindida en dos partes: una parte va en dirección de encontrar la esencia del sentimiento, la esencia del proceso cognitivo, y la otra está en referencia a las contingencias de reforzamiento. El psicólogo que está en la práctica profesional se vale del lenguaje común de sus clientes para descubrir más acerca de lo que les sucede y de lo que probablemente van a hacer. El psicólogo que pretende ser un científico que investiga y busca un origen interior, un yo creativo-generador-iniciador, es completamente diferente y está haciendo algo totalmente distinto.

Así, la psicología ha avanzado como una práctica, como una profesión, mucho más rápidamente que como una ciencia. Empezó como una ciencia, es decir, como un esfuerzo en descubrir lo que estaba pasando dentro de la mente o del yo. Pero la gente que estaba interesada en este asunto particular pronto se convirtió en una minoría. Fueron reemplazados no solamente por los profesionales, sino por los psicólogos que no se preocupaban mucho de lo que pasaba dentro, sino que más bien estaban interesados en la conducta, y no necesariamente como conductistas dedicados a la formación en psicología clínica, en psicología evolutiva, etc.

La vieja noción de selección por las consecuencias parece extremadamente dificil de entender. Ya se ha visto lo que pasó con la teoría evolutiva. Todavía es cierto que la biología no se puede enseñar apropiadamente en USA, porque los que se llaman a sí mismos creacionistas o científicos de la cración se oponen a ello como si se tratara de una amenaza. Si digo que los psicólogos han perdido el tiempo buscando el yo interior o la mente, podría parecer que soy un arrogante. Sí digo que los filósofos, quienes a lo largo de siglos han intentado descubrirse a sí mismos en tal sentido, perdieron el tiempo, podría parecer que soy un arrogante. Pero llamo la atención al hecho de que hombres y mujeres igual o incluso más brillantes, a lo largo de mucho más tiempo, han intentado demostrar la existencia de un Creador.

Ahora bien, este es el gran problema. Se sabe qué dificil ha sido aceptar la selección natural. Imagínese cuán dificil va a resultar la aceptación de la selección individual por las consecuencias de la conducta operante añadida a la evolución de las culturas y a los otros tipos de selección que sustituyen el papel de un yo o mente creativa. Por lo que a mí se refiere, la ciencia cognitiva es el creacionismo de la psicología. Es un esfuerzo por restablecer aquel yo o mente interna, generadora-u-originante creativa que, en un análisis científico, simplemente, no existe.

Pienso que es hora de que la psicología, como profesión y como ciencia, reconozca que la ciencia que será más útil no es la ciencia cognitiva indagando la mente o el yo, sino la selección por las consecuencias representadas por el análisis de conducta.

B. F. Skinner

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