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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 1996. Vol. Vol. 8 (nº 3). 445-456




CONOCIMIENTO SOCIAL DE LOS CELOS

Pilar Carrera Levillain y Laura García Marcos

Universidad Autónoma de Madrid

Este trabajo muestra que las personas poseen un conocimiento muy rico y estructurado de los celos. Tal información no difiere en complejidad y organización de la que tienen sobre emociones consideradas "básicas". Las principales reacciones asociadas por los sujetos a las situaciones de celos son conductuales y emocionales, aumentando la importancia de las reacciones cognitivas cuando la pregunta se focalizaba en las acciones más adecuadas; siempre las reacciones fisiológicas fueron las menos relevantes. El peso de cada tipo de reacción y el de las conductas específicas asociadas a ellas, se mostró dependiente del sexo de los sujetos, de la gravedad de la situación planteada, de la atribución de los antecedentes a uno mismo o a los otros y según que la pregunta se hiciera sobre la reacción que los sujetos creen más probable o sobre la que consideran más adecuada para afrontar los hechos.

Jealousy. Lay people have a rich and structured knowledge about jealousy, and this knowledge is similar in complexity to that which people have about so called "basic" emotions. The main spontaneous responses to jealousy situations were behaviours and emotional states; cognitions were more important when we asked about suitable reactions; physiological changes were always the least frequent. The weight of these general components and their specific strategies associated with them depended on: sex, the seriousness of the jealousy antecedent, how people conceptualise the experience (attribution to others or to self) and upon whether the question concerned the reaction subjects considered most probable or most suitable for coping with the situation.

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"Todo el mundo sabe lo que es una emoción hasta que se le pide que de una definición" (Fehr y Russell, 1984, p.464). Los debates entre la definición clásica de los conceptos emocionales y el enfoque de prototipos ha generado una interesante polémica tanto en el área de la cognición social como en la investigación sobre las emociones. En contra del modelo clásico, no se ha encontrado un conjunto incuestionable de atributos capaces de definir las emociones de manera clara y objetiva (ver Russell, 1991); pero sí ejemplos con diferentes grados de pertenencia a las categorías emocionales definidas (ver Shaver, Schwartz, Kirson y O’Connor, 1987; Fehr y Russell, 1984; Russell, 1991; Páez, Vergara, Achucarro e Igartua, 1992).

Al margen de que los expertos puedan o no ponerse de acuerdo en la definición técnica de las emociones, las personas no expertas poseen un conocimiento muy rico y elaborado sobre ellas (Scherer, Wallbott y Summerfield, 1986; Shaver et al., 1987; Frijda, Kuipers y ter Schure, 1989; Parrot y Smith, 1991). La construcción de este conocimiento parece ajustarse más al modelo de prototipos elaborado por Rosch (1973, 1975), que al modelo clásico (ver Zammuner, 1995). Los sujetos no expertos fracasan en la tarea de enumerar los rasgos necesarios y suficientes que definirían a las emociones, e incluso no se ponen de acuerdo en decidir qué emociones son básicas (Russell, 1991).

La perspectiva de prototipos supone que a través de la experiencia personal, el sujeto va elaborando una representación mental de las emociones, en las que incluye no sólo los atributos que mejor las caracterizan sino también ejemplos con diferente grado de ajuste o pertenencia a la categoría. Este conocimiento le permitirá comprender, identificar y reaccionar ante los sucesos emocionales propios y ajenos. El análisis de estas representaciones nos proporcionará información sobre el conocimiento cotidiano de las emociones (Fehr y Russell, 1984), y tal vez permitirá, como apuntan algunos autores (Shaver et al. , 1987), acercarnos a la naturaleza real de estas. La investigación sobre este conocimiento social no sería relevante únicamente para conocer las teorías ingenuas de los sujetos, sino que también podría ser útil para una definición prescriptiva de los conceptos emocionales (Bellelli, 1992). Estamos de acuerdo con Russell (1992) en que las definiciones científicas no pueden estar sometidas a las formas populares, sin embargo podríamos considerar como él mismo sugiere, una perspectiva dual (descriptiva y prescriptiva) muy sugerente.

El conocimiento social de las emociones juega un papel destacado en los procesos de interacción, tanto por su función en la categorización y reconocimiento, como por su utilidad en la orientación de la acción (Páez y Vergara, 1992). Cuando estamos con los demás, nos interesa conocer qué están sintiendo para poder controlar y coordinar la manifestación de nuestros propios planes e intenciones (Goffman, 1959).

Una de las investigaciones más exhaustivas sobre el conocimiento social de las emociones, es el trabajo de Shaver et al. (1987). En él se pone de manifiesto que los sujetos conocen no sólo un conjunto de atributos asociados a las emociones, sino que son capaces de organizar esta información en escenarios complejos de antecedentes y reacciones (scripts). Shaver y colaboradores analizan cinco categorías emocionales evaluadas previamente como prototípicas (miedo, tristeza, ira, alegría y amor), utilizando un cuestionario semiestructurado, en el que preguntaban a los sujetos clases de antecedentes y reacciones específicamente asociadas con las emociones presentadas. Sus resultados muestran que los sujetos son capaces de organizar esta información en base a los antecedentes que causan la emoción, las reacciones ante lo sucedido e incluso, estrategias de autocontrol en las tres emociones negativas utilizadas (Shaver et al., 1987). Parece que el concepto de emoción se representa mejor como una secuencia causal de eventos que como una lista de atributos sin organización temporal (Bellelli, 1992).

Con el trabajo que se presenta a continuación queríamos acercarnos un poco más a ese conocimiento cotidiano de las emociones, en concreto a los celos, categoría emocional que en el trabajo de Shaver et al. (1987) aparece subordinada a la emoción de ira. Esta investigación se une a las que viene realizando la profesora V.L. Zammuner en un proyecto transcultural sobre teorías ingenuas de las emociones (Zammuner, 1991, 1993a, 1993b, 1994; Zammuner y Fischer, 1994; Zammuner y Frijda, 1994; Carrera, Zammuner y Sánchez, 1994; Zammuner, 1995).

Nuestro interés en la conceptualización ingenua de los celos va a girar en torno a tres ejes:

a) Siguiendo a Frijda (1986) consideramos que una "emoción" es una experiencia en la que intervienen múltiples componentes. Desde esta perspectiva la definición de las emociones y sus reacciones asociadas se viene realizando en base a cuatro tipos de respuestas ya "clásicas" en psicología: respuestas fisiológicas, cognitivas (pensamientos), afectivas (emociones, estados de ánimo, sentimientos) y conductuales (conductas verbales y motoras). Estos componentes se han confirmado en numerosas investigaciones con diferentes metodologías (Scherer, Wallbott y Summerfield, 1986; Frijda, 1986; Shaver et al., 1987; Páez y Vergara, 1992; Zammuner, 1995). En esta investigación nos interesaba conocer si esas reacciones asociadas a las emociones básicas, aparecen también en la emoción subordinada de los celos y si esto es así evaluar qué relevancia conceden los sujetos a cada uno de ellos.

b) Las situaciones de celos suelen describirse en la literatura como escenas de arrebatada y vehemente pasión (p.e. "Otelo" de Shakespeare, "El mayor monstruo del mundo" de Calderón de la Barca). Esta respuesta "pasional" no siempre reporta resultados positivos para el protagonista ofendido (p.e. en la obra de Shakespeare, Otelo no sólo pierde al ser amado sino su propia vida). En otras ocasiones los celos "agudizan el ingenio y aumentan amores" como en la obra "Amor y celos" de Tirso de Molina. ¿Qué reacción consideran los sujetos como más probable? ¿Es esa respuesta esperada la adecuada para solucionar el conflicto de pareja? ¿Qué estrategias se consideran más convenientes?. Para conocer las respuestas utilizamos dos preguntas en las que se pedía al sujeto en primer lugar la descripción de la reacción más probable y en segundo cuál sería la estrategia más adecuada para afrontar la situación planteada. Los sujetos tenían libertad para indicar las diferencias y semejanzas entre ambos tipos de estrategias.

c) Por último queríamos conocer cómo varían las respuestas a esas dos cuestiones en función: del sexo de los sujetos (ver Shields, 1991; Manstead, 1992; LaFrance y Banaj, 1992 y Fisher, 1993); de la gravedad del escenario de celos presentado (ver Frijda, 1986; Parrott, 1991); y de la atribución de la experiencia de celos a uno mismo (autoatribución o "self") o a los demás (respuesta prototípica o general) (ver Shaver et al, 1987; Parrot y Smith, 1991).

Método

Participantes

En este trabajo participaron de forma voluntaria un total de 262 sujetos ( 112 varones y 150 mujeres), con una media de edad de 20 años. Todos los sujetos eran estudiantes universitarios en su primer curso y carecían de formación técnica en el tema de las emociones.

Procedimiento

Utilizamos un cuestionario con dos preguntas abiertas sin tiempo límite para responderlas. En este cuestionario se incluía la descripción de una breve historia en la que el protagonista hombre o mujer (se hacía coincidir el sexo del protagonista con el del sujeto que respondía) veía como su pareja flirteaba con otra persona, o bien veía como se besaba apasionadamente con otro/a. Estas situaciones de celos estaban recogidas como antecedentes reales en numerosos paises (Hupka, Buunk, Falus, Fulgosi, Ortega, Swain y Tarabrina, 1985). La situación de flirteo (flirt) representa lo que se ha denominado "celos sospechados" (antecedente leve), mientras que la del beso se viene considerando una situación clara de "celos consumados" (antecedente grave) (Parrott, 1991). Para presentar el contexto de celos elegimos escenarios prototípicos y no etiquetas nominales, para evitar en la medida de lo posible los sesgos de interpretación introducidos por el uso de categorías verbales como único referente ( ver Wierzbicka, 1986). Se hicieron cuatro subgrupos, dos de varones y dos de mujeres, de manera que tuviéramos información de ambos sexos para los dos tipos de situaciones.

El cuestionario se presentaba como un estudio general sobre la experiencia emocional, y la historia como un episodio real contado por el/la protagonista. Asegurando el anonimato de las respuestas, se pidió que contestasen sincera y cuidadosamente, imaginando y reconstruyendo las reacciones asociadas a la situación descrita. Debían responder a dos preguntas abiertas: a) qué reacciones eran más probables ante esa situación; b) qué reacciones se considerarían más adecuadas para afrontar el conflicto planteado. En todos los subgrupos (masculinos y femeninos) se diferenciaron otros dos subtipos de cuestionarios para cada uno de los antecedentes (celos sospechados vs. consumados), formulados para la mitad de cada subgrupo de manera general atribuyendo la reacción a cualquier persona (grupo de respuesta general o prototípica) y para la otra mitad la pregunta se dirigía sobre sus reacciones personales ante los hechos presentados (grupo de autoatribución o self).

Así teníamos un diseño intersujetos de tres factores (sexo, tipo de antecedente y tipo de atribución) y dos factores más intrasujeto (reacción esperada y adecuada; y estrategias de reacción citadas por los sujetos).

Esta metodología trata de evitar los sesgos introducidos por el uso de cuestionarios semiestructurados con preguntas sobre reacciones específicas (p.e. Shaver et al. 1987). Creemos que es fundamental no imponer a los sujetos ningún tipo de estructura previa, y es preferible utilizar, aún a riesgo de perder información, cuestiones generales sin mencionar ningún componente de respuesta que pudiera derivarse de nuestras hipótesis (Zammuner, 1995).

Método de codificación de datos

Zammuner (1995) analizó las respuestas abiertas a través de los cuatro componentes antes mencionados: reacciones emocionales, reacciones fisiológicas, reacciones conductuales y reacciones cognitivas. La revisión de las respuestas en cada una de estas macrocategorías le permitió diferenciar algunos subconjuntos de estrategias basándose en la similaridad de sus significados (p.e. en las reacciones emocionales era posible agrupar: enfado = ira = rabia = enojo = irritación). En este trabajo hemos seguido esta clasificación de Zammuner (1995), añadiendo algunos conjuntos nuevos para incluir las respuestas que no se ajustaban a la categorización italiana. La selección final de categorías generales y específicas se muestra en la tabla 1.

El procedimiento utilizado para la codificación de las repuestas consistía en: 1) subdividir cada respuesta en segmentos significativos en base a los verbos incluidos en las respuestas; 2) se categorizaba cada segmento dentro de una de las macrocategorías; 3) se le asignaba el código de una de las microcategorías del grupo. La revisión posterior de las frecuencias permitió eliminar las subcategorías con una tasa menor al 2%. En todas las macrocategorías se incluía la opción inespecífica "otros" para recoger las respuestas atípicas de muy baja frecuencia. Los segmentos que no hacían referencia a ningún tipo de reacción se tuvieron en cuenta para interpretar el significado del texto, pero no se codificaron (p.e. referencias al contexto cultural, a la moral etc). Un ejemplo de la codificación realizada en el caso de una mujer en la situación de celos grave, fue el siguiente:

"Intentaría que no se me notara (RC1), aunque sentiría una intensa rabia (RE2) y tristeza (RE3). Creo que me iría (RC3) a reflexionar si merecía la pena seguir con él (RCg3)".

Las codificaciones las realizaron dos jueces que tras un entrenamiento previo con 20 cuestionarios, obtuvieron sobre otros 75 protocolos la siguiente fiabilidad interjueces: para las reacciones conducturales K (Kappa)= .84; para las reacciones cognitivas K (Kappa)= .76; para las reacciones fisiológicas K (Kappa)= .83; para las emociones K (Kappa)= .83. Todos los índices de acuerdo fueron significativos (p<.001).

Resultados

Para los análisis fue necesario calcular en primer lugar los porcentajes de conceptos clasificados en cada macro y microcategoría, diferenciadolos en función de cada variable independiente (sexo, tipo de antecedente y tipo de atribución). Para ello se transformaron todas las codificaciones en un código binario: en cada microcategoría se asignaba un 1 a cada uno de los conceptos mencionados por el sujeto que pudiera categorizarse dentro de ella y un 0 si no aparecía ninguna respuesta relacionada. La puntuación de cada macrocategoría se obtenía sumando (para cada sujeto) las puntuaciones de las microcategorías correspondientes. Por ejemplo si un sujeto citaba en su respuesta únicamente las emociones de celos y tristeza tendría: un 1 en RE5, un 1 en RE3 y una puntuación 2 en la macrocategoría de reacciones emocionales (RE). Estas puntuaciones directas, sus medias y porcentajes se utilizaron en los siguientes análisis estadísticos.

Reacciones consideradas por los sujetos como probables en una situación de celos.

Para conocer la importancia de cada uno de los cuatro componentes de respuesta (conductual, emocional, cognitivo y fisiológico) realizamos un análisis MANOVA intrasujetos con las puntuaciones macrocategoriales de cada sujeto. Esta prueba mostró diferencias significativas entre los componentes F (3,259)= 155.97 p<.001. El resultado confirma que la reacción esperada ante una situación prototípica de celos incluye múltiples componentes (Frijda, 1986), si bien los sujetos conceden distinta relevancia a cada uno de ellos. Una revisión de las frecuencias indica que: el 66.4% de los sujetos citó al menos una respuesta conductual, el 58.8% mencionó una emoción como mínimo, mientras que sólo un 18.7% describió una respuesta de carácter cognitivo y un 13.4% una fisiológica. Entre estos resultados destaca un 33.2% de sujetos que mencionaron más de una categoría emocional simultáneamente, lo que apoya la hipótesis que considera la reacción emocional como episodio compuesto por varias emociones encadenadas y/o solapadas (Frijda, Mesquita, Sonnemans y van Goozen, 1991; Frijda, 1993).

Además de estas diferencias cuantitativas entre los cuatro tipos de reacciones, podrían existir variaciones cualitativas entre las estrategias asociadas a una misma clase. La comparación entre las alternativas dentro de cada componente se realizó con pruebas Cochran para variables dicotómicas con más de dos muestras relacionadas. En el caso de las reacciones conductuales hubo diferencias significativas Q (10)= 138.75 p<.001. Las conductas más frecuentes son la huida, la agresión física, la discusión, junto con el diálogo con la pareja para aclarar la situación, y el autocontrol para evitar una "escena" en público. Hubo también diferencias significativas entre las emociones Q (7)= 218.8 p<.001, siendo las más citadas: ira, sorpresa , tristeza y celos. En las reacciones cognitivas destacaron significativamente la reflexión sobre la situación y la dificultad para controlar los propios pensamientos Q (4)= 21.9 p<.001. La inmovilidad o parálisis, el llanto y las palpitaciones fueron, aunque muy poco citadas, las reacciones fisiológicas más destacables Q (5)= 36.3 p<.001. La baja tasa del componente fisiológico nos sugiere la dificultad de los sujetos para ser conscientes de este tipo de reacciones. Las frecuencias de todas las estrategias se muestran en la tabla 2.

La influencia de los factores mencionados en el diseño (sexo, gravedad de la situación y tipo de atribución) se calculó con un análisis MANOVA mixto a través de las puntuaciones macrocategoriales de cada sujeto. El sexo fue relevante F (4,251)= 5.58 p<.001, apareciendo las principales diferencias en las respuestas fisiológicas F (1,254)= 9.02 p<.003 y en las emocionales F (1,254)= 5.51 p<.02. Como se observa en la tabla 2 fueron las mujeres quienes mencionaron con mayor frecuencia reacciones emocionales y fisiológicas ( número medio de conceptos de 1.3 vs. 0.9 para las emociones y de 0.3 vs. 0.0 para el componente fisiológico).

Encontramos también diferencias significativas en la gravedad del incidente F (4,251)= 11.45 p<.001, siendo especialmente relevante su influencia en las reacciones cognitivas F (1,254)=8.47 p<.004 y sólo a nivel de tendencia en las emocionales F (1,254)= 3.12 p>.07. Es el incidente del "beso" el que provoca una mayor variedad de reacciones cognitivas (número medio de conceptos 0.3 vs. 0.1) y emocionales (número medio de conceptos 1.2 vs. 0.9).

El tipo de atribución que hicieron los sujetos (self vs. general) fue también significativa F (4,251)= 9.17 p<.001, siendo importante este factor en las respuestas cognitivas F (1,254)= 7.97 p < 0.005 y en las emocionales F (1,254)= 16.06 p <.001 . Los sujetos citaron con mayor frecuencia este tipo de estrategias cuando daban explicaciones de carácter general y no personal, especialmente en el caso de las emociones (ver tabla 2).

De las interacciones, fue solamente relevante la que había entre el sexo y la gravedad del antecedente F (4,251)= 3.94 p<.004, de tal manera que siempre hubo más respuestas para el antecedente más grave (beso), pero fue en la respuesta emocional donde las mujeres (a diferencia de los varones) citaron un mayor número de emociones para la situación de flirteo.

Estos resultados confirman en general los encontrados previamente en la muestra italiana (Zammuner, 1995) para los factores sexo y gravedad del antecedente, diferenciándose los resultados en el factor de atribución. Las muestras españolas presentan respuestas conductuales y cognitivas más ricas cuando se les piden juicios generales y no personales. Esto podría interpretarse siguiendo a Shaver et al. (1987) como resultado del sesgo de negatividad actor-observador (Jones y Nisbett, 1972), los sujetos tienden a mencionar más reacciones negativas en el caso de la atribución general, cuando son otros los que sufren la situación desagradable, prefiriendo no ser tan explícitos cuando piensan en si mismos.

Reacciones consideradas por los sujetos como adecuadas en una situación de celos

Para saber si las reacciones consideradas más probables coinciden con las consideradas adecuadas para solucionar el conflicto, realizamos un análisis MANOVA intrasujeto con las puntuaciones macrocategoriales para los dos tipos de preguntas. Este análisis indicó diferencias significativas entre las dos preguntas formuladas a los sujetos F (4,251)= 162.04 p<.001.

Al igual que en las reacciones esperadas, las respuestas conductuales adecuadas fueron las más frecuentes (el 87.4% de los sujetos mencionó al menos una conducta). Sin embargo encontramos diferencias en la importancia concedida a las reacciones cognitivas que ahora eran el siguiente tipo de reacción más citada, lo que no ocurría en las reacciones esperadas, donde eran más frecuentes las emociones. El 21.8% de los sujetos citó al menos una respuesta cognitiva adecuada frente a un 13% que nombró al menos una emoción. De nuevo fueron las reacciones fisiológicas las menos utilizadas en las descripciones, solo un 2% de los sujetos mencionó alguna.

Los cuatro tipos de reacciones (conductas, emociones, cogniciones y respuestas fisiológicas) fueron mencionadas en esta segunda pregunta y también con diferente peso. Un análisis MANOVA intrasujetos con las cuatro macrocategorías de respuesta adecuada fue significativo F(3,259)= 233.5 p<.001. Las respuestas conductuales fueron las más frecuentes, seguidas de las cognitivas, siendo casi nula la presencia de emociones y reacciones fisiológicas. El número medio de conceptos asociados a las macrocategorías puede verse en la tabla 3.

Calculamos para cada uno de los tipos de reacción una prueba de Cochran para medir el peso diferencial de las microcategorías. En las reacciones conductuales la prueba de Cochran fue significativa Q (10)= 479.14 p < 0.001, siendo la conducta más frecuente el tratar de dialogar con la pareja para aclarar la situación, seguida del control para evitar hacer una escena. Los sujetos suelen acompañar la acción de diálogo con comentarios sobre el objetivo de éste: conseguir que la pareja explique los motivos de su conducta, poder salvar la relación afectiva, llegar a un acuerdo para resolver el conflicto. A diferencia de la reacción esperada, ahora los sujetos mencionan menos la agresión y la discusión.

La respuesta emocional parece considerarse menos adecuada que la conductual y la cognitiva, aunque también se utiliza en las descripciones, siendo la sorpresa y la ira las más frecuentes frente al resto Q(7)= 40.6 p<.001. Los sujetos no parecen considerar que las emociones sean una reacción deseable, aunque como vimos en el análisis de la reacción esperada, reconocen que es muy probable que en una situación real se produzcan y la persona no pueda controlarlas.

Las reacciones cognitivas se consideraron más apropiadas que las emocionales, probablemente los sujetos piensan que la reflexión sobre qué respuesta es la mejor sólo puede darse cuando las emociones han desaparecido. Encontramos de nuevo diferencias significativas entre las distintas estrategias cognitivas Q(4)= 41.75 p<.001, destacándose la reflexión sobre la situación y las posibles actuaciones junto con el autocontrol para racionalizar la situación quitándole importancia. La dificultad de control cognitivo no se considera adecuada aunque como hemos visto se reconoce como probable.

Las reacciones fisiológicas fueron prácticamente irrelevantes, aunque podemos destacar la inmovilidad Q(5)= 13.97 p<.015 frente al resto.

Se realizó un análisis MANOVA mixto para los tres factores (sexo, gravedad del antecedente y tipo de atribución) con las puntuaciones de las macrocategorías, para ver si eran relevantes en esta segunda pregunta. El sexo de los sujetos tuvo una influencia menor en la reacción adecuada, sólo a nivel de tendencia F(4,251)= 2.52 p <.04. Fue significativo en las reacciones cognitivas F(1,254)= 6.51 p<.011. Las mujeres citan con mayor frecuencia reacciones cognitivas (número medio de conceptos 0.4 vs. 0.2), en especial, la reflexión sobre la situación y el autocontrol (ver tabla 3).

La gravedad de la situación tuvo de nuevo influencia F(4,251)= 9.43 p <.001, sobre todo en la reacción conductual F(1,254)= 21.3 p <.001. En el incidente más grave los sujetos citan un mayor número de conductas adecuadas (número medio de conceptos 1.5 vs. 1.0). Esta diferencia ocurre porque los sujetos en la situación leve apenas citan la reacción de huida, ni la de disolución de la pareja (ver tabla 3).

No fueron significativas ni el tipo de atribución realizada por los sujetos F(4,254)= 4.17 p >.248; ni las interacciones entre los factores. Parece que las estrategias más adecuadas lo son para todos incluido el propio sujeto, dejando de darse la evitación de las respuestas en la autoatribución, ahora las reacciones adecuadas no tienen carácter negativo, lo que disminuye las diferencias atribución general versus personal.

Discusión

Los resultados que acabamos de describir nos confirman que los sujetos inexpertos tienen un conocimiento muy rico y estructurado de las reacciones asociadas a una situación prototípica de celos. Los participantes en este trabajo, sin necesidad de preguntas dirigidas, conocen las reacciones asociadas a los contextos de celos, incluyendo esta representación los cuatro componentes "clásicos" de respuesta (reacciones conductuales, emocionales, cognitivas y fisiológicas). El núcleo principal de las reacciones espontáneas parece estar formado por reacciones conductuales y emocionales, siendo las respuestas cognitivas más importantes cuando la pregunta se focaliza en las acciones más adecuadas para afrontar el conflicto. Las reacciones fisiológicas no fueron apenas citadas, lo que indica la dificultad de los sujetos para incluir este componente en sus estructuras de conocimiento. Nuestros datos concuerdan en general con los obtenidos con muestras italianas (Zammuner, 1995), apoyando una representación de los celos fundamentalmente conductual, emocional y cognitiva.

Las estrategias consideradas más probables o espontáneas se vieron afectadas por los factores manipulados en el diseño: el sexo de los sujetos, la gravedad del antecedente de celos utilizado y por el tipo de atribución pedida.

El sexo de los sujetos determinó especialmente las reacciones emocionales consideradas más probables: las mujeres citaron categorías emocionales con mayor frecuencia que los varones, aunque no difirieran en la elección de las etiquetas (ira, sorpresa, tristeza y celos).

La gravedad de la situación planteada también tuvo influencia en las emociones,conductas y cogniciones esperadas. En la situación que ponía claramente en peligro la relación de pareja (el beso) son más frecuentes: las emociones de ira, tristeza y sorpresa; las conductas de huida, diálogo con la pareja, discusión en el lugar de los hechos y agresión física; junto con la reflexión sobre lo ocurrido y los problemas de control cognitivo. Sin embargo, cuando sólo se tienen sospechas de una posible infidelidad, se eligen estrategias dirigidas a aclarar los hechos, para mantener y asegurar la relación: diálogo con la pareja, y con menor frecuencia el evitar una escena, diálogo con el rival y observación pasiva para obtener mayor información; también aparecen las emociones de celos e ira y el autocontrol. Es en la situación de flirteo donde aparecen los intentos de atraer a la pareja, lo que indica que el sujeto todavía no considera perdida la relación, sólo la ve amenazada.

Aunque el diálogo aparece como probable en los dos contextos de celos, es en la situación más grave donde se combina con la huida y la discusión, todo ello junto a un estado emocional intenso. Al igual que ocurre con algunas emociones básicas (p.e. la alegría; ver Di Giacomo, 1987), en el caso de una emoción subordinada como los celos, también es posible diferenciar varios scripts de respuesta igualmente probables.

El tipo de atribución que hacían los sujetos (general o personal) influyó para que fuera en el caso general donde apareciesen fundamentalmente las reacciones de dificultad de control cognitivo y la reflexión sobre el incidente, cuyo papel en la autoatribución es prácticamente nulo. También las reacciones emocionales aparecieron con mayor frecuencia en la atribución general, en especial la sorpresa, ira y tristeza. Igual que ocurría en el trabajo de Shaver et al. (1987), los sujetos describen un mayor número de reacciones cuando la atribución es general o típica, probablemente porque no desean asumir reacciones negativas, lo que pone de manifiesto el conocido sesgo actor-observador (Jones y Nisbett, 1972).

Estos resultados se ven modificados cuando se pidió a los sujetos la descripción de las reacciones consideradas más convenientes ante una situación de celos. Destaca el aumento de las reacciones orientadas a la reflexión, junto con una clara disminución de las reacciones emocionales. Las cogniciones parecen ser más adecuadas que las emociones para resolver los conflictos (Frijda, 1986), aunque como muchos sujetos reconocen es difícil controlarlas y sustituirlas por reflexiones sosegadas.

La respuesta más adecuada parece consistir en dialogar con la pareja, evitar escenas desagradables, reflexionar sosegadamente sobre lo ocurrido y buscar explicaciones racionales. Se observa en las mujeres una tendencia mayor que en los varones a elegir estrategias cognitivas (reflexión y autocontrol). La gravedad del antecedente determinó que ante la sospecha se eligiera en mayor medida los intentos de atraer a la pareja y el autocontrol para racionalizar lo ocurrido; mientras que ante los hechos consumados fuera más adecuada la huida, el abandono del compañero/a, la reflexión y cuestionamiento de la relación. La atribución de los hechos a uno mismo o a los demás no tuvo influencia en el tipo de estrategia elegida como correcta. Parece existir un claro consenso entre los sujetos sobre cómo se debe reaccionar ante una situación de celos, aunque como nos mostraba el análisis de la reacción probable, se reconozca que en la realidad no siempre se actúa como uno quisiera. Los sujetos señalan con frecuencia que la reacción adecuada exigiría una calma y reflexión que no siempre es fácil de conseguir. Sólo puede consolarnos pensar que "no hay nada bueno en el mundo que se haya podido realizar sin pasión" (Hegel).

Los resultados descritos apoyan la existencia de un conocimiento social sobre la emoción de los celos muy extenso y detallado, que se estructura alrededor de cuatro componentes de respuesta: conductas, cogniciones, emociones y reacciones fisiológicas. Las personas no sólo conocen qué respuestas son más probables, información necesaria en las relaciones interpersonales, sino que también diferencian claramente los resultados a los que conducen las diferentes estrategias y las circunstancias (sexo y gravedad de la situación) que determinan su aparición.

Las teorías ingenuas sobre las emociones parecen estar formadas por una compleja estructura de conocimientos derivados de la experiencia personal y la observación vicaria. Estas representaciones no parecen limitarse a las emociones básicas o prototípicas, sino que incluyen categorías de niveles inferiores como los celos. Hasta ahora la atención se focalizaba sobre las llamadas emociones básicas, sin embargo estos resultados nos animan a seguir investigando emociones no prototípicas pero no por ello menos relevantes.

Agradecimientos

Este trabajo ha sido financiado por el proyecto DGIC y T PB930253.

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Aceptado el 11 de marzo de 1996

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