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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 1996. Vol. Vol. 8 (nº 3). 597-608




UN ANÁLISIS COMPARATIVO DE RESPUESTAS A LA PRIVACIÓN PARENTAL EN NIÑOS DE PADRES SEPARADOS Y NIÑOS HUÉRFANOS EN RÉGIMEN DE INTERNADO

Pedro Bengoechea Garín

Universidad de Oviedo

Este trabajo trata de comprobar si la respuesta a la privación parental en los niños de padres separados difiere de la de los niños huérfanos, en régimen de internado. Se estudiaron un total de 976 niños de los que 227 eran de familias separadas, 69 niños huérfanos y 17 niños de padres desconocidos, que fueron comparados con 663 niños de familias intactas, de diversa edad y nivel escolar. Se hizo un análisis de las diferencias en diversas variables, como personalidad, depresión, inadaptación, insatisfacción familiar, clima familiar y educación.

A comparative analysis of response to parental loss in orphans and children of separated parents in a boarding school. This study is to ascertain whether the response to parental loss in children of separated parents differs from that of orphans, in a boarding school context. Of the 976 children studied, 227 came from separated families, 69 were orphans and 17 were of unknown parentage, and these were compared to 663 children from normal families of differing ages and school levels. An analysiswas carried out of the differences in sweveral variables, such as personality, depression, maladjustment, family dissatisfaction, family atmosphere and education.

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Delimitación conceptual

Cuando hablamos de privación parental estamos refiriéndonos no sólo a la pérdida, por parte del hijo, de uno de sus progenitores a causa de su separación matrimonial, sino también a la privación por defunción de uno o ambos padres, sin descartar la de aquellos otros niños, que son abandonados por sus padres, como es el caso más frecuente de algunas parejas solteras, que producen unidades familiares incompletas. Aunque estas tres situaciones de familias incompletas han sido objeto de estudio por nuestra parte, nos centraremos de forma explícita y preferente, en nuestra exposición, de niños de padres separados y niños huérfanos, por motivos que en su momento se aludirán.

Marco teórico

El niño ante la privación parental

Nuestro trabajo se mueve en el marco teórico de otros muchos hallazgos que han sido realizados dentro y fuera de nuestro país por autores como Bengoechea, 1992; Bowlby, 1969; Bray, 1988; Cámara y Resnick, 1988; Hetherington, Cox y Cox (1985); Peterson y Zill, 1986; Schaffer, 1971; Wallerstein y Kelly, 1980, etc., quienes han revisado las repercusiones que tienen sobre el niño los antecedentes, concomitancias y consecuencias de la privación parental, dimensionando en cifras y datos realmente reveladores las circunstancias familiares de muchos niños.

Haciendo historia tendríamos que remontarnos, a la década de los años 50 y 60, autores como Bowlby, Morgan, Schaffer, Spitz, quienes, basándose en la formación del apego en los niños, empiezan a realizar sus estudios acerca de la ansiedad por separación y miedo a los extraños. Tradicionalmente se recurre a la ansiedad por la separación, para describir la respuesta del niño a la separación de la madre ("madre" entendida no sólo como la persona biológica, sino también cualquier cuidador/a del niño, cuya ausencia produce una ansiedad por separación).

El proceso evolutivo de la ansiedad por separación estudió Schaffer (1971), comprobando que la ansiedad por separación hacía referencia a la ausencia de la madre y, en menor grado, a la del padre o del abuelo. Esta observación ha llevado a algunos autores, como Spitz, a considerar la ansiedad por la separación como un corolario del miedo a los extraños.

Tendríamos que acudir a diferentes teorías para encontrar una explicación a la aparición de la ansiedad por separación. Para la teoría del aprendizaje social tal ansiedad es interpretada por el hecho de que la presencia de la madre queda asociada con la desaparición del malestar, y su ausencia con la presencia de dicho malestar. Por lo tanto, mediante un proceso de condicionamiento clásico, la ausencia de la madre pasará a evocar sentimientos de malestar.

Según la teoría de Bowlby (1969) el miedo a la separación estaría vinculado a los procesos de maduración, entre los que figuraría una creciente capacidad para detectar objetos nuevos o extraños. Esta explicación se ajusta en gran parte a lo que se sabe sobre el miedo en los animales.

La teoría psicoanalítica no es en este aspecto distinta a la teoría del aprendizaje o de la teoría etológica de Bowlby. Sin embargo, muchos teóricos psicoanalíticos, como Spitz, proponen que, una vez que el niño llega a tener miedo de la separación, la vista de un adulto extraño (una figura no materna) provocará el miedo, al recordarle al niño su madre ausente.

Todas estas teorías son básicamente similares, puesto que todas ellas asumen que la ausencia de la madre es molesta porque señala una congoja inesperada, o la ansiedad está asociada con un malestar primario.

Desde el inicio la investigación tradicional se ha orientado hacia la privación materna, como si la madre fuera el eje referencial, el organizador y mediador por excelencia ante el hijo. Este protagonismo casi único y exclusivo de la madre ha estado vinculado a la función de crianza, que a su vez, aparecía estrechamente unida a la de maternidad. Pero a partir de los años 70, se ha abierto un campo de estudio, donde aparecen otras figuras igualmente significativas en la escena familiar: el padre, los hermanos, los abuelos, con los que establecerá vínculos afectivos el niño y constituirán el microsistema de influencias más directas y próximas al desarrollo del niño. Son de destacar al respecto los estudios realizados por Parke (1979); Lamb (1979); Parke y Sawin (1975) sobre la importancia del padre en la familia, destacando su influencia desde los primeros momentos de la vida del niño. Si bien las relaciones madre-hijo son muy importantes, no son las únicas a considerar ni determinan necesariamente otros tipos de relaciones: con el padre, hermanos, etc. Por lo tanto, hoy está superado el postulado de que la madre tiene un protagonismo único y exclusivo en el entorno afectivo del niño, por lo que no partimos de tal supuesto en nuestro trabajo. Por este motivo, muchas de las cualidades referidas a la madre así como diferentes efectos de la carencia de cuidados maternos en los hijos serán de aplicación para el padre u otras figuras de la familia.

Resumiendo, como se sugirió más arriba, la ansiedad por separación se fundamenta en la formación del apego del niño con figuras relevantes y significativas para él, donde el elemento comunicacional y la especial sensibilidad del cuidador/a serán determinantes para lograr una ajustada y cuidadosa adaptación en la interacción con el niño. De tal suerte que, una ausencia de apego, como señala Bowlby (1951), podría desarrollar lo que él llama "un carácter privado de afecto", una personalidad más o menos psicopática que se caracteriza por la incapacidad para establecer relaciones con nadie, si bien no existen evidencias que apoyen tal hipótesis.

En el mundo occidental la separación de una figura de apego se da habitualmente como consecuencia de la muerte o el divorcio. Según la hipótesis de Bowlby (1951), no debería de haber diferencias en su efecto sobre los niños, puesto que en ambos casos se ha perdido la figura de apego. Sin embargo resulta que la naturaleza de la separación influye. La muerte de un padre no se correlaciona con el desarrollo de una personalidad desviada; el divorcio se correlaciona, pero sólo el divorcio precedido de falta de armonía. Son manifiestos los efectos de la privación parental por divorcio en los niños: trastornos emocionales, cambios en el sistema familiar, alteraciones en las relaciones padres-hijos, desadaptación personal, escolar y social, depresión, etc.

Si bien la separación matrimonial, la mayor parte de las veces, tiene lugar como consecuencia de una convivencia conflictiva, llena de enfrentamientos, peleas y hostilidades entre la pareja, no es éste, sin embargo, el caso de los niños huérfanos y otros, que no asisten a tales disensiones en la convivencia familiar, y no obstante, sufren los inconvenientes de la privación parental en el conjunto de su desarrollo psicoafectivo y emocional. El padre que falta puede aportar una contribución única al funcionamiento de la familia y al desarrollo del niño, a través de acciones directas o indirectas sobre éste.

Institucionalización y deterioro de la conducta del niño

La conducta del hombre adulto, el nivel intelectual, la adaptación y el éxito social dependen en gran medida del medio ambiente en que ha vivido y del medio en que transcurrió su infancia. En este apartado es nuestro propósito el referirnos al niño que vive una especial situación de marginación: el niño depositado en una institución en edades críticas de desarrollo y que por circunstancias familiares y legales no puede vivir en un medio familiar normal. En tales condiciones, si bien muchas de ellas han sido solventadas hoy en día con una mayor aproximación a las condiciones del medio natural, por lo general, las repercusiones de la institucionalización en el desarrollo normal del niño han sido negativas, como han podido recoger muchos de los estudios científicos realizados a partir de los años cincuenta. Existen revisiones interesantes en nuestro país acerca de los efectos de la institucionalización obtenidos en estudios y experiencias españolas (Mardomingo, M.J. 1977; López, F. 1982), por sólo citar algunas.

En nuestro trabajo el régimen de internado ha tenido una especial importancia. En él se obtuvieron las diversas muestras poblacionales de niños de familias incompletas.

Nuestros datos han confirmado los resultados obtenidos por otros investigadores y han prestado apoyo empírico a nuestras predicciones.

Un estudio empírico

Motivos, problema a investigar e hipótesis

Las consideraciones en torno a temas de notable interés social como los comentados en los apartados anteriores, así como la curiosidad en seguir indagando en aspectos que podrían resultar reforzados o cuestionados con nuevos datos, o simplemente completados, nos indujeron a encaminar nuestros esfuerzos en consecución de tales objetivos.

Igualmente comparar los análisis sobre las reacciones del niño a la separación conyugal de sus padres, con los que pudieran darse en otras situaciones familiares, igualmente incompletas, como la de los niños huérfanos y niños abandonados, y realizar las reflexiones pertinentes, fue otro de los objetivos de nuestro trabajo.

Efectivamente, en nuestro planteamiento del problema a investigar había influido un estudio paralelo sobre los efectos de la separación en los hijos, a quienes se les había diferenciado en régimen de internado y en medio natural (ver "PSICOTHEMA" octubre 1992. Volumen 4 nº 2- pp. 491-511). Al encontrarnos en el internado con una población infanto-juvenil diversa: con niños de padres separados, huérfanos, de padres desconocidos y de otra diversa problemática familiar, nos sugirió este hecho la conveniencia de realizar un estudio diferencial y comparativo con todos aquellos miembros de familias incompletas. Nuestra hipótesis, si bien los sujetos a estudiar pertenecían al internado, predecía resultados diferentes, desde luego, con respecto a niños de familias normales, y sobre todo, si se comparaban los diferentes grupos entre sí, debido no sólo al factor edad y escolaridad, sino también a la institucionalización y a la pertenencia a diversa modalidad familiar.

Objetivos específicos

Nuestro intento explorador nos condujo a las siguientes comprobaciones, que se convirtieron en objetivos o metas del trabajo:

a) ver cómo las distintas situaciones familiares se acompañan de ciertas características en los niños, como el escaso rendimiento escolar, la depresión, la inadaptación personal, escolar y social, la percepción de las actitudes educativas de sus padres, la percepción del clima familiar, etc.

b) si la respuesta de los niños a las diversas situaciones familiares cambia en razón de la edad y nivel escolar de aquéllos,

d) si se observan más desventajas en los hijos de familias uniparentales o acéfalas que en los de familias biparentales,

e) la influencia del internado en los niños, como un efecto añadido a su privación parental.

Variables de estudio

Había que encontrar los aspectos más característicos que expresaran los efectos de la privación parental, por lo que nos inspiramos en los efectos recogidos por diferentes estudios llevados a cabo por autores que ya se han citado en apartados anteriores (Bowlby, Spitz, Ainsworth, Schaffer, Mardomingo, López, etc), y además tuvimos presente las áreas que observábamos en nuestra práctica profesional como afectadas por la privación parental. Entre éstas figuraban: la personalidad del niño, sentimientos depresivos, la inadaptación, la insatisfacción familiar y la acción educadora de los padres, aspectos en los que presumimos tiene una mayor repercusión la privación parental.

Instrumentos de medida y análisis estadísticos

Los instrumentos utilizados para medir:

a) La personalidad en 1º, 2º y 3º cursos fueron "ESPQ" de R.W. Coan y R.B. Cattell; para los cursos 4º, 5º y 6º, el cuestionario "CPQ" de R.B. Porter y R.B. Cattell; para los cursos 7º y 8º, el cuestionario "HSPQ" de R.B. Cattell; para los cursos de B.U.P. y F.P., el 16-PF de R.B. Cattell, TEA Ediciones S.A. Madrid.

b) La depresión, por el cuestionario de "Depresión para Niños" de M. Lang y M. Tisher, de aplicación para los sujetos comprendidos entre los 8 y 16 años. TEA Ediciones S.A. Madrid.

c) La inadaptación personal, escolar y social de los niños, por el "Test Evaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil (TAMAI), de Pedro Hernández y Hernández. TEA Ediciones S.A. Madrid.

d) La insatisfacción familiar, esto es, la insatisfacción por el ambiente familiar y las relaciones de los padres entre sí, por el citado "TAMAI", en los tres niveles de edad y escolaridad. TEA Ediciones. Madrid.

e) El clima socio-familiar, que hace referencia a las relaciones, desarrollo y estabilidad de la familia, fue medido por la "Escala de Clima Social en la Familia" (FES) de R.H. Moos, B.S. Moos y E.J. Trichett, en chicos de 8º de E.G.B. y F.P. TEA Ediciones, S.A. Madrid.

f) Las actitudes educativas de los padres y su discrepancia educativa, también por "TAMAI", en los tres niveles mencionados.

Por lo que se refiere a los análisis estadísticos, añadir que, en un primer paso, después de obtener las correspondientes medias ( ), desviaciones típicas (Sx) y valores extremos para cada una de las variables de cada grupo, se procedió a calcular los estadísticos F y t relativos a los contrastes de varianzas y de medias poblacionales. Para la estimación de la diferencia de medias poblacionales se sirvió de la t de STUDENT. El estadístico F utilizado para contraste de la posible igualdad de varianzas y medias poblacionales es el de LEVENE (Vid. BMDP STATISTICAL SOFFTWARE, Berkeley, 1983).

Muestras poblacionales

Nuestro objetivo alcanzaba prácticamente la población total de internos de los diferentes Centros existentes en la región, donde se realizó el estudio. Para los grupos muestrales de este tipo nuestras pretensiones investigadoras se veían limitadas por la realidad existente. Aunque se procuró disponer del máximo número de casos, el tamaño de cada muestra variaba en la respectiva cuestión o aspecto estudiado, al depender en cada caso de la posibilidad de poder contar con un número adecuado de niños en cada nivel de edad y escolarización que pudiera cumplimentar el cuestionario y las pruebas exigidas. De ahí que algunas muestras, si bien en su conjunto comprendían un número considerable de sujetos, al ser distribuidos éstos por edad y nivel escolar, reducían en algunos casos de tal suerte el tamaño de la muestra, que no se han podido tener en cuenta sus resultados, y, en otros casos, se han tenido que considerarlos con reserva. Con ello nos estamos refiriendo a los grupos de niños huérfanos y niños abandonados por sus padres. A continuación exponemos el número de sujetos, por cada bloque de edad y escolaridad en las diferentes situaciones de familia, que fueron estudiados:

Cada grupo específico se comparó con el grupo de unidad familiar intacta, y, posteriormente se realizaron comparaciones entre los grupos específicos de familias incompletas entre sí, en cada una de las variables analizadas.

Dada la amplitud de información recogida, a continuación exponemos, por razones de espacio, sólo algunos de los datos más relevantes del estudio, así como las diferencias que resultaron estadísticamente significativas, en cada bloque de edad y escolaridad. En la exposición, si bien figuran en el cuadro 1 los niños de padres desconocidos, los omitimos en el resto de la publicación por el exiguo número de casos en cada nivel.

Resultados y discusión

Todos los niños, tanto de padres separados, huérfanos y niños de padres desconocidos, en régimen de internado, en la mayoría de los niveles de edad y escolaridad, establecen diferencias significativas con respecto a los niños de familias intactas, en todas las variables indicadas, como puede observarse en el caso de la variable personalidad del gráfico 1.

Se comprueba una vez más, tal como predecíamos, que la privación parental por separación o divorcio no consensuado (mayor parte de casos) conlleva ineludiblemente en el niño desequilibrios emocionales, depresión, inadaptaciones personales, escolares y sociales, que le acercaría a la personalidad desviada de Bowlby, "por el carácter privado de afecto" (como en la pérdida de figura de apego), o a la situación de frustración con que señalaba Ainsworth (1978) la separación definitiva por interrupción brusca de la relación. Aquí habría que recordar también los efectos de carencia materna que señalaban Ainsworth y otros (1978): como procesos más vulnerables, los procesos intelectuales (particularmente la adquisición del lenguaje) y la facultad de establecer y mantener las relaciones interpersonales, así como la aptitud para dominar los impulsos en beneficio de objetivos a largo plazo.

Para Nathalie Loutre (1981) una situación de separación precoz produce un bloqueo del aprendizaje en curso y una reacción de desorganización emocional.

También en nuestro trabajo se han observado diferencias cuantitativas y cualitativas en las distintas variables por razón de la edad y escolaridad de los niños. Los más pequeños se autoinculpan de la carencia parental que padecen, especialmente en casos de separación o divorcio de sus padres, y tratan de reconciliarlos. En edades más avanzadas la respuesta es más consciente de las valoraciones que hacen acerca de las razones y motivaciones que les han llevado a separarse a sus padres. Por lo que respecta a los niños huérfanos, cuando éstos son muy pequeños, acusan la privación paterna mediante el incremento de la timidez y dependencia ( Cuestionario ESPQ, Factor: sumiso-dominante, niños normales, : 4,83; huérfanos, : 2,00, "t"= 2,80 con p < 0,01, cursos 1º y 2º de E.G.B.)), que les lleva a la búsqueda de apoyo y afecto. Cuando son adolescentes se sienten más desvinculados de su familia y de la orientación que les puede ofrecer ésta, y tratan de compensarlo con una actitud personal más crítica, analítica o inquisidora con que tratan de abrir paso en la vida (Cuestionario 16-PF, Factor: conservador-analítico, crítico, chicos normales, : 7,09; huérfanos, : 8,75, "t"= -2,18 con p< 0,05, cursos de BUP y FP).

A la influencia de la privación parental hay que sumar la de un medio ambiente alejado del entorno natural en el que están instalados todos estos niños. En un apartado anterior decíamos que el factor determinante para algunos autores no era la pérdida de la madre, sino la insuficiencia de estímulos que suponían ciertos ambientes monótonos y pobres de Centros de recogida de niños. Sería la insuficiencia masiva de estimulaciones de estos medios sustitutos lo que estaría detrás de la limitación del desarrollo mental y social de nuestros niños estudiados. El niño, para desarrollarse, necesita estimulaciones variadas (cinestésicas, táctiles, visuales, auditivas). Numerosas experimentaciones realizadas por los etólogos prueban que el enriquecimiento o empobrecimiento del entorno producen modificaciones del ritmo de desarrollo y del comportamiento en la edad adulta (Harlow, 1962). En el caso del niño, es razonable pensar que la organización de la actividad cortical requiere una afluencia de estimulaciones externas; privaciones sensoriales precoces afectarían a las organizaciones psico-neurobiológicas ulteriores.

Por tal motivo, una de las áreas afectadas por el ambiente inadecuado del internado va a ser el lenguaje (Mardomingo, 1977; López, 1982). Efectivamente, el 77,5 % de los niños internos presenta un nivel de desarrollo del lenguaje que está muy por debajo de la edad cronológica, estando afectados la estructura del lenguaje, el vocabulario y la pronunciación (Mardomingo, 1977); o la creación de jerga especial, defectos fonológicos, retraso en el aprendizaje, etc., (López, 1982).

Pero si comparamos los niños de padres separados con los niños huérfanos de nuestro estudio, por ejemplo, en el nivel de 6º, 7º y 8º de EGB, de 11 a 14 años de edad, en la variable personalidad, se observan algunas diferencias estadísticamente significativas.

Los niños de los padres separados se muestran más agresivos que los niños huérfanos. Sin embargo, éstos aparecen más incautos que los niños de padres separados. Esto puede tener su explicación en que los niños que asisten a la máxima conflictividad parental, que se resuelve en la separación, manifiestan su descontento a través de la agresividad, que es uno de los problemas desadaptativos del divorcio (Bray, 1988; Hetherington y otros, 1982; mientras que los niños huérfanos no están expuestos a tal conflictividad parental.

Conviene recordar que la casi totalidad de estos niños, objeto de nuestro estudio, han sido acogidos en Centros después de la separación o defunción de sus padres. Sin embargo, en el nivel anterior de edad y escolaridad (cursos 3º, 4º y 5º: bloque 2) no se registraron diferencias estadísticamente significativas en una combinación entre 85 niños de padres separados y 17 huérfanos, en la dimensión de personalidad, pudiendo ser atribuibles estas variaciones a los factores de edad y escolaridad.

La inadaptación social de nuestros niños parece emerger de forma significativa en éste y posterior nivel de edad y escolaridad, y se manifiesta, o por una inhibición social (que supondría una escasa relación), o por una conducta antisocial (que atentaría contra las normas, bienes y personas). En esta última linea estaría la delincuencia de muchos hijos cuyas familias no les proporcionan ni la suficiente estabilidad ni la más mínima cobertura afectiva. Glueck ya en 1970 puso de manifiesto que los hogares desorganizados que no dan seguridad al niño favorecen la delincuencia juvenil. En 1966 Robins realizó un estudio con 524 niños que tenían una conducta antisocial y se encontró que el 27% de estos pequeños psicópatas tenían padres divorciados frente al 19% del grupo control. Trasler en 1974 concluye que la separación de los padres favorece la delincuencia.

Sin embargo, al analizar el estado depresivo de los niños, los huérfanos se muestran con un estado de humor más depresivo, con mayores problemas de interacción social (aislamiento y soledad), mayores sentimientos de culpabilidad que los niños de padres separados (ver gráfico 2).

Toda ausencia por separación o defunción supone una pérdida de un ser querido, y como tal, produce sentimientos de tristeza y dolor en la vida de los hijos. Como decía Drill Rebeca (1986) la depresión está asociada más con la pérdida de un ser querido que con el divorcio mismo.

Nuestros niños huérfanos de edades inferiores se distinguen por una falta de alegría, diversión y felicidad, así como de otros aspectos positivos de la vida, evolucionando hacia aspectos de problemas de interacción social (aislamiento social), baja autoestima, preocupaciones por la salud, sentimientos de culpabilidad, etc., en edades más avanzadas. Parece incidir en nuestros niños huérfanos, en mayor grado que en otros, las carencias del internado. A la privación parental se sumaría el alejamiento del medio natural tanto social como familiar, que serían sustituidos por sistemas alternativos, frecuentemente rechazados por el niño, como son las rutinas y monotonías diarias, el personal cambiante, ambiente deprivado de estimulación, que influirían en los huérfanos acaso más negativamente que en otros internos, en su estado anímico. Sabemos que la privación de un padre siempre supone la privación de un rol más directo y activo en la configuración de la conducta del niño, como agente de socialización, mediante la disciplina y la educación directa, o actuando como modelo. En una familia uniparental sólo hay una persona que desempeñe estas funciones, o personas alternativas de apoyo, en el internado.

Sin embargo, en niveles superiores de edad y escolaridad por nosotros analizados (cursos de BUP y FP, bloque 4), no había diferencias significativas en una combinación que realizamos entre 135 chicos de familias intactas y 16 huérfanos, con la posible explicación de estos resultados a una capacidad más autónoma y madura de enfrentarse con la vida en estos chicos, que sólo les puede proporcionar su edad y su experiencia.

Lógicamente, unido a la depresión está la inadaptación personal, que se manifiesta en la cognipunición, y que consiste en la depresión-intrapunición (autodesprecio, castigo, tristeza y preocupación), resultando significativamente superior en los huérfanos que en los niños de padres separados (ver gráfico 3).

Esta inadaptación depresiva parece una consecuencia normal del estado anímico depresivo, anteriormente señalado, y si allí los huérfanos alcanzaban puntuaciones superiores, es lógico que en la cognipunición puntúen también más.

Cuando se habla de inadaptación personal se hace referencia a la incapacidad de la persona para acoplarse y estar a gusto consigo misma o con el ambiente donde tiene que vivir. Por tal razón, la inadaptación comprende en nuestro caso tres ámbitos de expresión: el personal, el escolar y el social.

La inadaptación personal sería el desajuste que la persona tiene consigo misma (autodesajuste) y además, con la realidad general (desajuste disociativo), caracterizándose este último por un concepto de la vida como difícil y problemático, tendencia a imaginar o elaborar pensamientos negativos o pesimistas y desarrollar defensas que le impidan sufrir, disociándose de la realidad.

Cuando hablamos de autodesajuste estamos hablando de inadaptación personal, que implica la dificultad que la persona encuentra en su adaptación con la vida. Comprende la cogniafección y la cognipunición. La primera hace referencia al comportamiento de temor, miedo e intranquilidad que suele asociarse a la infravaloración de sí mismo. Por lo que respecta a la cognipunición, la valoración desajustada de sí mismo y de la realidad conduce al individuo a echar sobre sí la tensión vivida, o bien de forma directa a través de la intrapunición, autodesprecio y autocastigo (propio de la timidez, culpabilidad, escrúpulos, obsesiones) o bien a través de estados depresivos y reacciones de somatización.

Según Irene Lézine (1972) en muchas conductas del niño la esfera cognitiva es indisoluble de la esfera del desarrollo afectivo y de las vinculaciones con los objetos y personas. Por tal motivo, las áreas del desarrollo más afectadas por los factores ambientales anómalos han sido además del lenguaje, precisamente la conducta adaptativa y social, que son los aspectos del desarrollo de los cuales depende directamente el éxito o fracaso escolar del niño y más adelante el éxito o fracaso del hombre adulto. Referiéndonos, otra vez, a los datos aportados por Mardomingo, (1977), por lo que atañe a la conducta personal-social de los niños internos, estudiados por la autora, el 70% de tales niños presentan una edad de desarrollo personal- social inferior a la edad cronológica; y en la conducta adaptativa, el desarrollo de tal conducta es inferior a la edad cronológica en el 57,5% de estos niños. Todos estos datos nos vienen a corroborar que el ambiente estimular de muchos de los internos está muy lejos del de los niños normales, y probablemente, arrastran desventajas socio-biológicas y culturales importantes.

Sin embargo, en el gráfico 3 observamos que tanto la insatisfacción familiar, como la discrepancia educativa son mayores en niños de padres separados que en los niños huérfanos. La insatisfacción familiar hace referencia a la insatisfacción con el ambiente negativo de la familia y la desarmonía matrimonial de los padres. Tal insatisfacción es mucho más patente y lógica que se produzca en niños que han tenido que presenciar las peleas, denigraciones y recriminaciones que tenían lugar entre los padres, y que motivaron su separación, como es el caso de los niños de padres divorciados. Indudablemente, como señala Hetherington (1972), tales comportamientos producen una desidealización de los padres por parte de los hijos.

Asímismo, las continuas disensiones y desacuerdos mutuos que caracterizan la relación de los esposos antes y después de la separación, dan pie a la discrepancia educativa, esto es, a la diferencia entre el estilo educativo del padre y de la madre, que perciben en grado significativo los hijos de padres separados.

En las consideraciones finales señalar que nuestra hipótesis tuvo un apoyo empírico en todos los aspectos destacados de su planteamiento: se vieron confirmadas las desventajas de los niños de familias incompletas sobre las completas; la institucionalización supuso un factor añadido de malestar a la privación parental (claramente visible en los huérfanos); y se observaron algunos efectos específicos de la separación conflictiva y del desarrollo evolutivo (edad y escolaridad) del niño. Sin embargo, se trata de un estudio con importantes limitaciones en muchos aspectos, que requiere de revisiones más completas que deben subsanar las deficiencias que presenta.

Nuestros resultados podrían resumirse en los siguientes puntos:

* clara e incuestionable incidencia de la privación parental en los niños;

* apareciendo afectados: la personalidad del niño, su estado de humor, su adaptación, su relación con los padres y su percepción del clima familiar;

* el internado ha sido una variable que ha modulado las percepciones de nuestros niños y adolescentes, y a la privación parental se ha sumado la privación del medio natural de desarrollo del niño haciendo que tal efecto añadido conlleve peores consecuencias en éste;

* por lo general, todos los niños de familias incompletas perciben un clima sociofamiliar más empobrecido;

* las actitudes educativas de los padres resultan más reprochables, durante y en el tiempo inmediato posterior a la fragmentación familiar;

* se ha comprobado en todos los niveles de edad y escolaridad que la respuesta de los niños a la privación parental difiere cuantitativa y cualitativamente según la edad de éstos.

Nuestros resultados han confirmado los hallazgos de otros autores y, en algunos casos, completado, como en las diferencias de respuestas de los niños por razón de edad; en efectos de la privación parental: desequilibrios emocionales e inadaptaciones; en experimentar sentimientos de depresión e insatisfacción familiar ante la ausencia de algún padre; en la percepción de actitudes restrictivas en la educación de sus padres; y, especialmente, el internamiento como privación del medio natural que limita las posibilidades de desarrollo del niño.

Igualmente estos datos pretenden aportar algunas sugerencias que contribuyan a paliar las consecuencias nocivas de la privación parental, por ejemplo, impulsar un paradigma teórico de crisis que conceptualice adecuadamente la situación de deprivación e instrumente los medios de intervención y terapia para los miembros afectados por la situación; asímismo, procurar la eliminación de aquellos ámbitos o espacios sociales que dificultan el desarrollo natural e integral de los sujetos en proceso de crecimiento.

Agradecimientos

A todos los que nos ayudaron con sus sabias y acertadas sugerencias y, particularmente, al profesor J. Carlos Núñez, quien mediante la confección de gráficos ilustró brillantemente el texto.

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Aceptado el 3 de mayo de 1996

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