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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 2006. Vol. Vol. 18 (nº 3). 544-550




INTERACCIÓN TEMPRANA MADRE-HIJO Y FACTORES QUE AFECTAN NEGATIVAMENTE A LA PARENTALIDAD

Mª Ángeles Cerezo, Rosa Mª Trenado y Gemma Pons-Salvador

Universidad de Valencia

El modelo del procesamiento de información social contribuye a identificar los procesos psicológicos subyacentes al constructo de «sensibilidad» en interacción madre-hijo. Los estados emocionales negativos por inadecuada autorregulación materna ante los estresores afectan sus habilidades atencionales y estadios del procesamiento de las señales infantiles llevándola a actuaciones menos sensibles: respuestas inoportunas, asincrónicas, particularmente insatisfactorias cuando el bebé manifiesta quejas/ llanto porque no le proporcionan la autorregulación emocional necesaria. Este estudio microsocial explora perfiles interaccionales secuenciales de reacciones maternas a conductas infantiles positivas/neutras vs. difíciles y los compara en dos grupos de díadas, uno con madres con alto nivel de factores negativos para la parentalidad y otro con bajo nivel. Las circunstancias desfavorables de madres del grupo alto y sus efectos negativos sobre la interacción se observaron en ciertas reacciones que no discriminaban el antecedente infantil y particularmente tras los estados de arousal negativo del bebé cuando el papel regulador materno es más necesario.

Early mother-infant interaction and factors negatively affecting parenting. The social information-processing model contributes to identifying the psychological processes underlying the construct «sensitivity» in early mother-child interaction. Negative emotional states associated with inadequate self-regulation in coping with stressors affect the mother’s attention skills and the processing of the baby’s signals. This leads to less synchronous parental practices, particularly unsatisfactory when the baby is unhappy, or crying because the required self-regulation is not provided. This micro-social research studies the sequential profile of maternal reactions to the baby’s positive/neutral vs. difficult behaviours and compares them in two groups of dyads, one with mothers who reported high levels of distress and other negative factors for parenting and another group with low levels. The unfavourable circumstances of the high stress group and their negative effects on interaction were observed in some indiscriminate maternal responses and particularly as they reacted to their baby’s difficult behaviour, when the mother’s regulatory role is more necessary.

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Desde los trabajos de Mary Ainsworth en los años 70, las investigaciones sobre interacción temprana materno-infantil se han interesado por el constructo de sensibilidad materna y su opuesto la insensibilidad. La sensibilidad materna ante las señales del bebé se define, desde la perspectiva del procesamiento de la información social (P.I.S.), como percepción consistente de la señal o necesidad, interpretación y atribución precisa, selección de la respuesta apropiada y actuación de la misma. Así, el modelo de P.I.S. contribuye a identificar los procesos psicológicos que subyacen al constructo de sensibilidad (Parkes, Stevenson-Hinde y Marris, 1991). Dificultades en cualquiera de los componentes cognitivos, atencionales y conductuales del proceso conducirían a una respuesta insensible (Lamb y Easterbrooks, 1981; Milner, 2002).

Los estados emocionales negativos derivados de una inadecuada autorregulación materna ante los estresores afectan sus habilidades atencionales y, en definitiva, a uno o varios de los estadios del procesamiento de las señales infantiles. Esto se traduce en actuaciones menos sensibles en las situaciones de crianza e interacciones inapropiadas que propician conflictos y actos abusivos (Caselles y Milner, 2000).

Los factores de distrés o malestar psicológico, infelicidad, ansiedad y problemas percibidos con los otros y con uno mismo, figuran entre los más relevantes en relación con situaciones y percepciones emocionales negativas. Los padres con altos niveles en estos factores tienen más riesgo de actuar con sus hijos de forma inapropiada o incluso abusiva, física y emocionalmente (Pons-Salvador, Cerezo, Bernabé, 2005). La investigación de Milner en la Northern Illinois University ha operacionalizado estos factores en un cuestionario para padres ampliamente utilizado, Child Abuse Potential (CAP; Milner, 1986).

Un nivel elevado en estos factores, informados por los padres, afecta negativamente a su parentalidad por los déficit cognitivos que producen. Así, padres con alto CAP en situaciones ambiguas infantiles hacen atribuciones más negativas y globales (Newman, 1997) y atribuyen más intención hóstil a las conductas de sus hijos, mostrándoles mayores niveles de ira y agresividad (Springer, 2001).

A nivel microsocial, la sensibilidad materna se traduce en interacciones sincrónicas, acompasadas y oportunas, propias de un cuidador hábil en adaptarse al estado y necesidades del bebé y sus señales (Isabella y Belsky, 1991). Sin embargo, los déficit cognitivos en las madres, propiciados por sus estados emocionales negativos, se manifiestan en respuestas inoportunas o asincrónicas. Cuando el bebé está molesto o llora la conducta inapropiada materna es más insatisfactoria porque no proporciona la autorregulación emocional que necesita, lo que intensificará sus señales estresando más a la madre. Así, las madres con alto CAP tienen altas tasas de conductas de intromisión y falta de sincronía con sus hijos, especialmente cuando se quejan o lloran (Trenado, 2000). Además, estas madres presentan patrones interaccionales similares a los de quienes abusan físicamente de sus hijos, apoyándose la idea del continuo en las prácticas de parentalidad de riesgo (Cerezo, 1997; Cerezo, 2001; Chilamkurti y Milner, 1993; Dolz, Cerezo y Milner, 1997).

En línea con estos hallazgos, se diseñó una investigación para estudiar, a nivel microsocial, el efecto de situaciones y percepciones emocionales negativas vividas por la madre sobre sus actuaciones de crianza. Para ello, se comparó dos grupos de madres con alto y bajo nivel de estrés, en interacción con sus bebés. Se hipotetizó: 1) En ambos grupos, un perfil diferencial de conducta materna según la conducta infantil antecedente (positiva/neutra vs. difícil). 2) El grupo alto de madres mostraría conductas menos sensibles ante las señales infantiles de conducta difícil que el grupo bajo.

Método

Participantes

Los participantes fueron 20 díadas madre-bebé, en dos grupos de 10, según el nivel obtenido en un número de factores que afectan negativamente a la parentalidad: «Grupo ALTO» ≥ P90 y «Grupo BAJO» ≤ P10.

La edad media de las madres fue 27.13 (SD= 6.31). Su nivel de estudios: 40% básicos, 45% medios y 15% superiores. Aunque el 50% de las madres trabajaba, sólo el 13.3% se había incorporado después de la baja maternal. Todas las madres convivían con el padre del niño, tenían entre 1 y 3 hijos (M= 1.56; SD= 0.62), con una distribución similar en ambos grupos. El 60% eran varones. La edad media de los bebés en el momento del estudio fue 16.03 semanas (SD= 2.43) con un nivel de desarrollo adecuado para su edad cronológica (Knobloch y Pasamanick, 1985).

Instrumentos

1. Los factores que afectan negativamente la parentalidad: evaluados con un cuestionario muy sólido en el área con más de 1.000 publicaciones, denominado por su autor «Child Abuse Potential» (CAP; Milner, 1986) y con probadas propiedades psicométricas, incluida la versión española (De Paúl, Arruabarrena y Milner, 1991). El cuestionario operacionaliza seis factores cognitivos y emocionales que afectan la parentalidad en 77 ítems con respuesta «acuerdo/desacuerdo»: distrés, rigidez, infelicidad y problemas de relación con otros, con la familia y con el niño y consigo mismo. El punto de corte para población no clínica es 166, según el procedimiento de la teoría de la detección de señales.

2. Codificación de Interacción Temprana Materno Infantil (CITMI; Trenado, Bronchal y Cerezo, 1997). Aplicable a niños de 0 a 2 años. La estructura y reglas de codificación se basan en el Standardized Observation Codes III (Cerezo, Keesler, Dunn y Wahler, 1986; cdo. en Cerezo, 2000), del que el CITMI es su versión para interacción temprana. Por tanto, las categorías del CITMI, mutuamente excluyentes y exhaustivas, registran la corriente conductual en datos observacionales susceptibles de análisis microsocial y secuencial de la interacción. Se registra la frecuencia, duración, secuencia y valencia de los intercambios. Hay nueve para la conducta infantil: seis categorías interactivas, de aproximación social y obediencia con tres valencias cada una, y tres categorías no interactivas: conductas de juego, llanto y pasividad. Para la madre hay tres categorías interactivas: sensibilidad, control —con dos valencias— e instrucción y una no interactiva, indiferencia. El CITMI cuenta con aceptables propiedades psicométricas que muestran niveles adecuados de fiabilidad en los observadores entrenados (Trenado, Pons-Salvador y Cerezo, 2001). Además, el CITMI presenta: a) validez de contenido: mínima inferencia entre el comportamiento evaluado y el código conductual; b) validez criterial: las medidas observacionales permiten predicciones diferenciales sobre la interacción díadica; y c) adquisición progresiva de validez de constructo: congruencia con resultados de estudios que utilizan otros instrumentos de observación (Trenado, 2000).

Procedimiento

Los sujetos cumplimentaron el cuestionario sobre factores que afectan la parentalidad junto a otras pruebas, como parte de un programa comunitario de apoyo a padres. Todos dieron su consentimiento para este estudio. Los bebés tenían 16 semanas de vida, como promedio.

Las madres y sus niños realizaron una sesión de juego libre en el contexto del programa grabada con su consentimiento para ser codificada. La sesión de juego, 4-6 minutos, tenía lugar en un despacho con silla, mesa y juguetes sobre ella. A la madre se le pedía jugar del modo habitual y usar los juguetes si quería. Después, en ese lugar, se examinaba el desarrollo infantil según la rutina del programa.

Las 10 díadas del grupo ALTO proceden de 200 padres que iniciaron el programa. Los 5 minutos, promedio, de la sesión de juego se muestran suficientes (Kemppinen et al, 2005).

Cinco observadores de CITMI codificaron las 20 grabaciones. Los registros observacionales contienen la corriente de interacción madre-hijo codificada de forma secuencial y continua en tiempo real. El entrenamiento siguió el modelo de Cerezo (2000): 18 horas en 9 sesiones donde los observadores aprenden el sistema y se entrenan con interacciones grabadas de creciente dificultad. Alcanzan el objetivo cuando logran un determinado nivel de fiabilidad con la codificación criterio (kappa de Cohen ≥.55; o acuerdo entre observadores ≥ 80%, según la frecuencia de los códigos).

Variables

Se distinguen dos tipos:

– Variable clasificatoria «Factores que afectan parentalidad», según puntuación del cuestionario Child Abuse Potential: puntuación ≤ 52 (P10) «grupo BAJO» y ≥ 231 (P90) «grupo ALTO».

– Variables interaccionales, operacionalizadas en los códigos observacionales del CITMI.

Las dos variables de la conducta infantil resultaron de agrupación de códigos: la «Conducta infantil positiva/neutra» (CI-PN) agrupó seis códigos: aproximación social, verbal o no, tanto de carácter positivo como neutro, obediencia —en el sentido de dejarse hacer— neutra o positiva, conducta de juego y conducta pasiva. La agrupación de «conducta infantil difícil», CI-D, incluyó tres códigos: los interaccionales, aproximación social, verbal o no, con afecto negativo y obediencia negativa, es decir, con protestas y rechazo y el código no interaccional, llanto y quejas.

Las variables de la conducta materna fueron cuatro, cada una corresponde a un código:

Conducta sensible atenta (So), aproximación social verbal o no sin expresión específica afectuosa. Conducta afectuosa sensible (S+), aproximación social verbal o no verbal con afecto positivo. Conducta afectuosa intrusiva o de control (C+), aproximación social afectuosa que interfiere el espacio o tiempo de la acción del niño, incluye propuestas al niño que están por encima de sus posibilidades (por ejemplo, juguete demasiado lejos). Instrucción (I) acción que interfiere con espacio y tiempo pero con propósito de protección, por seguridad o higiene, a juicio de la madre (por ejemplo, retirar juguete que se mete en la boca).

Las variables interaccionales se midieron como frecuencia conjunta de pares «conducta infantil - conducta materna» en matriz de transición de retardo 1.

Diseño y análisis

El diseño del estudio observacional comparativo fue «puntual nomotético multidimensional» una sesión observacional a un número de unidades, díadas madre-bebé, donde se registran distintas respuestas (Anguera, Blanco y Losada, 2001, pp. 147 y ss.).

Las relaciones secuenciales «conducta infantil-conducta materna» se analizaron con técnicas de «lag-analysis» (Sackett, 1979) y el software GSEQ (Generalized Sequential Querier) para PC (Bakeman y Quera, 1995). Por el propósito del estudio, la naturaleza de sus datos y los estudios sobre amplitud de memoria en bebés de tres meses, indicando que no aprenden la relación entre eventos temporalmente distantes entre sí (Rovee-Collier, 1997), se optó por análisis de secuencias de evento de retardo +1: las conductas maternas inmediatas (consecuente: tiempo 1) siguientes a las conductas infantiles (antecedente: tiempo 0). Los análisis secuenciales se realizaron por grupo.

Las diferencias entre los grupos se basaron en el número de ocasiones con relación temporal entre las variables interaccionales. Las comparaciones se hicieron calculando la chi-cuadrado (X2; g.l.= 1) usando la z asociada a la Q de Yule (valor de Q dividido por el error estándar). La Q de Yule se recomienda para comparar grupos porque indica fuerza de la asociación entre las variables y es independiente del número de frecuencias (Bakeman y Gottman, 1997).

Resultados

Análisis de aspectos sociodemográficos

Los análisis mostraron perfiles sociodemográficos similares en ambos grupos tanto en «edad de las madres» (t18= -0.510; p= 0.616) como en «edad de los bebés» (t18= -1.318; p= 0.204). Sobre la estimación de clase social: a) el nivel de estudios dividido en «Primarios», «EGB/FPI» y «Medios o superiores» no mostró diferencias en la distribución (X2= 0.00; gl= 1; n.s). La categoría de «EGB/FPI» agrupaba al 80% de la muestra; b) la situación y cualificación laboral distinguió: «ambos padres en paro», «solo uno trabaja», «los dos trabajan o uno lo hace en profesión cualificada» y «los dos trabajan con profesión cualificada». Se agrupó «Media baja» y «Media alta» porque no hubo casos en los extremos. En la «Media-baja» se encontraban el 70% del grupo ALTO y el 80% del BAJO, y en la «Media-alta» el 30% y el 20%, respectivamente. Las diferencias no fueron significativas (X2= 0.26; gl= 1, n.s.)

Análisis de fiabilidad

Las grabaciones de juego de las díadas fueron distribuidas entre los observadores entrenados. El 40% de las grabaciones se seleccionaron aleatoriamente para doble codificación por observadores que ignoraban estar codificando para fiabilidad. Para la fiabilidad de la medida, en cada variable, se utilizó el coeficiente de correlación intraclase (cálculo, Winer, 1971, pp. 283-286): variante de ANOVA para dos factores «observador ¥ sesión» con la frecuencia de la conducta observada en la sesión como variable dependiente.

La fiabilidad de la medida de las variables fue satisfactoria. Conducta infantil, positiva/neutra y conducta difícil: coeficientes de correlación intraclase de 0.72 y 0.82. Las conductas maternas, coeficientes desde 0.76, instrucción, hasta 0.95, sensible neutra, y para afectuosa sensible 0.94 e intrusiva 0.91.

Análisis descriptivos de las variables clasificatorias y observacionales

El análisis de la variable clasificatoria nivel en «factores negativos para la parentalidad», según puntuación en el CAP, confirmó que los grupos no pertenecían a la misma población (t18= -23.101; p= 0.000). Los grupos BAJO ≤ 52: P10) y ALTO (≥ 231: P90) obtuvieron M= 34.2 (SD= 16.09) y M= 270.2 (SD= 28.01).

No hubo diferencias significativas en función de la variable clasificatoria para las variables observacionales en tasas de conductas maternas o infantiles (véase tabla 1).

Perfil de conductas maternas inmediatas a la conducta antecedente infantil positiva/neutra y difícil en grupos ALTO y BAJO. Análisis secuenciales

En ambos grupos los análisis mostraron relaciones secuenciales positivas y significativas del antecedente conducta infantil positiva/neutra (CI-PN) con las conductas consecuentes maternas de: afecto positivo, ya sea con intrusión (C+) o sin ella (S+), sensibilidad atenta (So) e instrucción (I), como indican los valores z de la Q de Yule (z > 3,27; p<.001). Así, cuando el bebé mira atento o sonríe o toca, a los juguetes o a la madre, ésta responde inmediatamente con atención sensible neutra, o con una reacción afectuosa positiva, que puede ser o no intrusiva. Además, a estas conductas infantiles le siguen acciones de «instrucción» materna para mantener la seguridad y bienestar del niño, según el criterio de la madre (gráfica 1).

Cuando el antecedente es conducta infantil difícil (CI-D), el niño llora o está molesto, el grupo BAJO mostró relaciones secuenciales positivas y significativas con conducta materna sensible de afecto positivo (S+) y de instrucción (I) (en ambos casos: z >3.27; p<.001). Además, la conducta difícil del bebé inhibió la conducta afectuosa intrusiva (C+), como indica el valor negativo obtenido (z= -2.41; p<.05). En el grupo ALTO hubo relaciones secuenciales significativas para conducta infantil difícil con conducta sensible neutra (So) y con instrucción (I) (ambos casos: z>

Perfil de conductas maternas inmediatas a la conducta antecedente infantil positiva/neutra y difícil en grupos ALTO y BAJO. Análisis comparativos

La comparación de los índices de asociación secuencial (Q de Yule), intra y entre grupos, utilizó chi-cuadrado con los valores z de las Qs (Bakeman y Quera, 1995). El objeto de cada análisis fue comparar dos unidades de «fuerza de asociación secuencial». Para el análisis intra, por ejemplo, comparar la fuerza de asociación secuencial de la S+ cuando sigue a una u otra conducta infantil. Para el análisis entre grupos se compara esa fuerza de relación secuencial de un determinado par de conductas «infantil-materna» en los dos grupos de díadas. Puede ocurrir que una de las unidades, o las dos, muestre que su «fuerza de asociación secuencial» es estadísticamente significativa, pero aquí el interés se centró en compararlas entre sí.

Análisis intragrupo. Los resultados mostraron, como se esperaba, que el perfil de asociación secuencial dentro de cada grupo difiere según el antecedente de conducta infantil.

Para el grupo BAJO, las pruebas chi-cuadrado fueron significativas en todos los casos (valores chi-cuadrado >6.63; g.l.= 1; p<.001). Esto es, la conducta materna sensible atenta o neutra (So) sigue a la conducta positiva/neutra del bebé (CI-PN) con mayor probabilidad que cuando sigue conducta difícil. Esta conducta materna no mostró relación significativa con el antecedente infantil de conducta difícil. La conducta afectuosa sensible (S+) sigue con mayor probabilidad a la conducta positiva/neutra del bebé que a la conducta difícil, pero en este caso con ambos antecedentes se muestra relacionada significativamente. La conducta afectuosa intrusiva (C+) sigue con mayor probabilidad a conductas infantiles positivas/neutras que a conductas difíciles con la que muestra una relación negativa; es decir, la conducta difícil infantil inhibe significativamente la probabilidad de esta conducta materna. Y, finalmente, la conducta de instrucción materna (I) sigue con más probabilidad a la conducta difícil que a la conducta positiva/neutra y con ambos antecedentes obtuvo relación significativa (véanse detalles en la tabla 2).

En el grupo ALTO las comparaciones fueron significativas para tres de las cuatro asociaciones secuenciales contrastadas (valores chi-cuadrado >6.63; g.l.= 1; p<.001). Las conductas maternas sensible atenta (So), afectuosa sensible (S+) e intrusiva (C+) mostraron significativamente más probabilidad de seguir a la conducta infantil positiva/neutra que a la difícil. En el caso de la primera, So, esta conducta había mostrado también relación secuencial significativa tras conducta difícil, mientras que las otras dos, S+ y C+, no. Respecto a la conducta materna de instrucción (I), los análisis no mostraron diferencias según el antecedente. Es decir, se daban con la misma probabilidad, aunque la relación secuencial de instrucción con cada uno de los antecedentes fue significativa.

Análisis entre grupos. Los análisis entre grupos BAJO y ALTO mostraron las diferencias esperadas, particularmente con la conducta infantil difícil (véase gráfica 2).

En las relaciones secuenciales con antecedente conducta infantil positiva/neutra, las comparaciones entre grupos para cada consecuente de conducta materna no mostraron diferencias significativas en conductas sensible atenta (So), sensible afectuosa (S+), o instrucción materna (I) (todos los casos: chi-cuadrado >3.86; g.l.= 1; p>.05). Las diferencias fueron significativas para la conducta afectuosa intrusiva (C+). Aunque las relaciones secuenciales en ambos grupos fueron significativas, el valor z del grupo BAJO fue significativamente inferior que el del grupo ALTO (zQ bajo= 18.1 vs. zQalto= 35.3; chi-cuadrado 5.54; g.l.= 1; p<.05). Es decir, aunque en los dos grupos la conducta infantil positiva/neutra es funcional en obtener la aproximación afectuosa intrusiva materna, la probabilidad, sin embargo, es más elevada para el grupo ALTO (véase tabla 3).

En las relaciones secuenciales con la conducta infantil difícil, los grupos diferían significativamente en las asociaciones de la conducta infantil difícil con las conductas maternas sensibles, tanto atenta (So) como afectuosa (S+), y con la conducta de instrucción (I). No hubo diferencias respecto a conducta afectuosa intrusiva (C+).

En el grupo BAJO, frente al ALTO, fue significativamente más probable que la conducta difícil fuera seguida por S+ (zQ bajo= 5.31 vs. zQalto= 0.52; chi-cuadrado 3.93; g.l.= 1; p<.05) o por I (zQ bajo= 16.77 vs. zQalto= 3.99; chi-cuadrado 7.87; g.l.= 1; p<.01). Respecto a S+ había clara relación secuencial significativa en el grupo BAJO, mientras que para I, la relación había sido significativa en ambos grupos.

En el grupo ALTO fue significativamente más probable que So siguiera la conducta difícil del bebé (zQ bajo= 0.11 vs. zQalto= 5.68; chi-cuadrado 5.37; g.l.= 1; p<.05).

Discusión y conclusiones

Este estudio mostró interesantes relaciones secuenciales entre conductas de bebés de tres meses y las reacciones inmediatas de la madre, captadas mediante la codificación observacional. La conducta del bebé se mostró funcional en obtener ciertas reacciones maternas y la variable clasificatoria, factores que afectan negativamente la parentalidad, obtuvo efectos diferenciales sobre la interacción. Además, las diferencias entre los grupos de díadas no se dieron en cuánto se responde, sino en cuándo se responde, revelando el interés de los estudios secuenciales. La experiencia interactiva de los bebés de nuestro estudio, particularmente cuando se sienten incómodos o lloran, fue distinta según el grupo de pertenencia. En los bebés del grupo de mamás menos estresadas la reac-ción materna fue reguladora de su estado negativo emocional, lloros o quejas, y centrada en sus necesidades. Así, la madre reaccionaba con conductas afectuosas sensibles e instruccionales, que buscan mejorar la situación del bebé, e inhibía conductas que, aunque afectuosas, son intrusivas y responden más al interés de la madre. Frente a lo anterior, los bebés de las mamás estresadas experimentaron reacciones maternas menos sintonizadas y reguladoras de su estado emocional, ya que la reacción fue sensible pero neutra y no hubo inhibición de la conducta afectuosa intrusiva; la reacción instruccional se daba también, pero según los análisis intragrupo para los bebés esta reacción materna se producía con la misma fuerza cuando estaban contentos que quejosos.

Los análisis intragrupo específicamente aportaron un aspecto más desde la perspectiva del bebé: ¿reacciona mamá de forma diferente cuando mi conducta es cualitativamente distinta? (positiva/neutra o difícil). En nuestro estudio, los bebés del grupo BAJO, de mamás menos estresadas, podrían responder afirmativamente a esta cuestión. Tres de las reacciones maternas —atención sensible y conducta afectuosa, tanto sensible como intrusiva— presentaron relaciones secuenciales más fuertes tras la conducta infantil positiva/neutra que tras la difícil, mientras que la cuarta, instrucción materna, fue claramente más fuerte tras conducta difícil. Los bebés del grupo ALTO, con mamás muy estresadas, responderían afirmativamente también para las conductas maternas de atención sensible y conducta afectuosa, sensible o de carácter intrusivo. Sin embargo, respecto a instrucción materna, para estos bebés la relación secuencial es muy similar con los dos antecedentes: la mamá les recoloca o hace algo, según su criterio, tanto cuando juegan o interactúan positivamente como cuando lloran. Este resultado indica que estas madres respondían de forma indiscriminada a las distintas señales situacionales del niño. En términos de P.I.S., las madres afectadas por estados emocionales negativos están más atentas a sus propias necesidades o a los factores estresantes que viven, lo que dificulta la codificación de los estímulos procedentes del niño. Estos resultados coinciden con estudios con niños mayores, donde los padres con elevado nivel de estrés están menos atentos al comportamiento de sus hijos (por ejemplo, Milner, 2002).

Los resultados relativos a la atención materna sensible y las conductas afectuosas, sensibles o intrusivas, aunque más específicos por su carácter microsocial y secuencial, concuerdan con otros estudios en los que se observa una tendencia de las madres a mostrarse más sensibles cuando los bebés son más pequeños y en particular con sus conductas positivas (por ejemplo, Kivijärvi et al, 2001). Sin embargo, la aproximación micronanalítica revela otros aspectos como el hallazgo sobre la «instrucción materna» que no discrimina la conducta señal antecedente del bebé.

Por otra parte, las madres que informaban de alto malestar psicológico, e infelicidad, también se distinguen en la interacción con sus bebés, de las madres en mejor situación anímica y cognitiva. Estas diferencias, como se esperaba, fueron más acusadas en los estados negativos, llantos y quejas infantiles, donde se requiere un mayor papel regulador de la madre. Las circunstancias desfavorables de las madres del grupo ALTO y sus efectos negativos sobre la interacción se observaron, por tanto, tras la conducta infantil difícil.

En efecto, la comparación entre grupos mostró que tras la conducta infantil positiva/neutra las relaciones secuenciales con las distintas reacciones maternas fueron similares para ambos excepto para la conducta materna afectuosa intrusiva con mayor relación en el grupo ALTO. Pero, tras la conducta infantil difícil, los dos grupos difirieron significativamente en las relaciones secuenciales. Las madres del grupo BAJO más elevada la relación con conducta sensible afectuosa y con instrucción, mientras que en el grupo ALTO más con conducta sensible neutra. No difirieron significativamente en la afectuosa intrusiva.

Este estudio presenta limitaciones. En primer lugar, se trata de un número reducido de díadas, por lo que es necesario replicar resultados con grupos más numerosos. Este tipo de investigaciones presenta la dificultad de acceder a grandes poblaciones por requerir niveles muy elevados, por encima de P90, de situaciones de malestar psicológico. En segundo lugar, no se controló el factor temperamento infantil, y sería posible que las diferencias halladas se debieran a esta variable. Sin embargo, se podría asumir que el temperamento se ha distribuido aleatoriamente entre los grupos, debido a su procedencia de población general. De hecho, la conducta infantil difícil, que pudiera ser un indicador de temperamento, fue similar en los dos grupos. Además, es un tema en sí controvertido en el que estudios como el de Hagekull, Bohlin y Rydell (1997) no han encontrado relaciones entre temperamento y sensibilidad materna observada o informada. Futuros estudios longitudinales con metodología observacional y análisis secuenciales pueden seguir dando luz a los importantes procesos de la interacción temprana incluyendo la dinámica de cambio de los mismos a nivel microanalítico. A nivel práctico, los resultados obtenidos, aunque preliminares, pueden orientar líneas de actuación en programas que trabajen a nivel de interacción temprana y de prácticas de parentalidad.

Agradecimientos

La realización de este estudio fue financiada con cargo al proyecto PB97-01394.

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