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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias).
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PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 2002. Vol. Vol. 14 (nº 1). 53-62




RECUERDOS DE MALTRATO INFANTIL EN MALTRATADORES Y POTENCIAL DE MALTRATO EN VÍCTIMAS DE MALTRATO FÍSICO Y ABUSO SEXUAL

Joaquín de Paúl, Alicia Pérez-Albéniz, Pedro M. Paz, Nuria Alday e Irma Mocoroa

Universidad de Psís Vasco

Se presentan dos investigaciones cuyo objetivo es conocer la frecuencia de recuerdos de maltrato infantil en maltratadores y el potencial de maltrato, atribución de causalidad y emociones experimentadas de los sujetos maltratados. En la primera investigación se evaluaron los recuerdos de maltrato físico y emocional en 341 sujetos de la población general y 165 maltratadores. En la segunda investigación se evaluaron los recuerdos de maltrato físico y abuso sexual y el potencial de maltrato en 826 estudiantes. En los sujetos víctimas de maltrato físico o abuso sexual (n = 62) se evaluaron la atribución de causalidad y las emociones experimentadas en relación con el maltrato. No se observan diferencias en la frecuencia de historia de maltrato físico y emocional entre los grupos de perpetradores de diferentes tipologías de maltrato infantil. Las víctimas de maltrato físico, en relación con las de abuso sexual, presentan un mayor potencial de maltrato. Las víctimas de maltrato físico recuerdan haber experimentado mayor rabia y tristeza y menor culpa y vergüenza frente a dichas situaciones traumáticas que las víctimas de abuso sexual.

Memories of child maltreatment in perpetrators of child abuse and child abuse potential in victims of child physical and sexual abuse. The present paper present two studies conducted to know memories of child abuse in abusive and neglectful parents and the potential for child abuse, emotions and causal attributions of child abuse in victims of child maltreatment. In the first research, memories of physical and emotional child abuse were assessed in subjects from the general population (N = 341) and child abusers (N = 165). In the second research, memories of child physical and sexual abuse were assessed in 826 students. Causal atrributions and emotions related with the experience of abuse were assessed in victims of child physical and sexual abuse (N = 62). No differences in memories of child physical and emotional abuse were observed between perpetrators of different typologies of abuse. Victims of child physical abuse, relative to victims of sexual abuse, showed higher scores on child abuse potential. Victims of child physical abuse, compared to victims of child sexual abuse, reported higher scores on anger and sadnes and lower scores on guilt and shame related with child abuse experience.

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Desde el inicio del estudio del maltrato infantil, se ha propuesto la existencia de un denominado ciclo de transmisión de la violencia familiar (Steele y Pollock, 1968) que en la actualidad también se ha tratado de aplicar a la violencia de pareja (Yanes y González, 2000). La experiencia de los profesionales y los datos provenientes de las primeras investigaciones (Hunter y Kilstrom, 1979) coincidían en considerar que la mayoría de los sujetos maltratadores habían tenido una historia de maltrato en la infancia y/o que la historia de maltrato en la infancia era un factor de riesgo muy relevante para convertirse en padre o madre maltratador. Algunas explicaciones etiológicas del maltrato infantil (Crivillé, 1990; Crittenden, 1988; Wolfe, 1985) se han desarrollado precisamente en base a la posible transmisión intergeneracional. Sin embargo, en la actualidad los estudiosos del fenómeno de la violencia familiar consideran de manera más compleja el ciclo de transmisión intergeneracional del maltrato infantil.

La revisión realizada por Kaufman y Zigler (1987) de los resultados obtenidos por Hunter y Kilstrom (1979), y los diferentes estudios longitudinales llevados a cabo (Altemeier, O’Connor, Sherrod y Tucker, 1986; Smith y Thornberry, 1995; Widom, 1989; Zingraff, Leiter, Myers y Johnsen, 1993) señalan con cierta claridad que la experiencia de maltrato infantil constituye un importante factor de riesgo para desarrollar un comportamiento maltratante como adulto, pero que la relación entre ambas variables o condiciones no debe entenderse como «directa e inevitable» (Widom, 2000, p. 14). Desde este punto de vista, se ha considerado la oportunidad de estudiar los posibles efectos mediadores o moderadores de determinadas variables que explicarían el hecho de que sólo un limitado porcentaje de sujetos maltratados se conviertan en maltratadores. La existencia de dichos factores mediadores y moderadores explicaría los resultados de algunos estudios longitudinales (p.e., Altemeier, O’Connor, Sherrod y Tucker, 1986) en los que la historia del maltrato infantil no aparece como factor de riesgo para convertirse en maltratador adulto.

Se puede considerar que hay tres temas de estudio que pueden ser relevantes para avanzar en el conocimiento de la transmisión intergeneracional del maltrato infantil. En primer lugar, resulta importante señalar que la mayoría de las investigaciones citadas no tienen en cuenta la existencia de diferentes tipologías de maltrato infantil que, a su vez, se asocian con diversos factores de riesgo individuales, familiares y sociales. Las investigaciones que han estudiado las consecuencias de las diferentes tipologías de maltrato infantil podrían constituir una fuente de información relevante para analizar la cuestión de la transmisión intergeneracional del maltrato infantil. Sin embargo, las revisiones realizadas sobre los resultados de estas investigaciones señalan que las consecuencias del maltrato infantil no siempre apuntan en una única dirección y que dependen de un importante conjunto de variables, tales como el tipo de maltrato sufrido, su intensidad, las características de los padres maltratadores, el contexto familiar y social en el que vive el niño y las relaciones afectivas con otros miembros de la familia o el grupo social de pertenencia (Cerezo y Frías, 1994; De Paúl y Arruabarrena, 1995). Los estudios que analizan la relación entre el hecho de haber sido víctima de maltrato en la infancia y la condición de maltratador o abusador sexual en la vida adulta apuntan en la misma dirección y señalan la necesidad de considerar que diferentes tipos de victimización en la infancia pueden asociarse como muy diferentes situaciones en la vida adulta. Por ejemplo, Maxfield y Widom (1996) en un estudio longitudinal, no observan diferencias entre los sujetos víctimas de maltrato físico y los que fueron víctimas de negligencia física en el riesgo de ser arrestados siendo adultos por razón de comportamientos violentos. Milner y Robertson (1990) observan que entre los abusadores sexuales hay una alta frecuencia de víctimas de maltrato físico infantil. DiLillo, Tremblay y Peterson (2000) observan que el hecho de ser víctima de abuso sexual en la infancia aparece como factor de riesgo para el maltrato o la negligencia en la época adulta. Por tanto, parece que puede ser importante avanzar en esta línea de investigación y conocer en mayor profundidad la posible relación entre las diferentes formas de desprotección sufridas en la infancia y el riesgo de convertirse como adulto en maltratador físico, emocional, padre negligente, o agresor sexual.

En segundo lugar, asumiendo que únicamente un subgrupo de sujetos víctimas de algún tipo de maltrato repetirían con sus hijos algunos de los comportamientos considerados como maltratantes, sería importante avanzar en el conocimiento de las posibles diferencias entre quienes repiten y quienes no repiten el ciclo de maltrato infantil. Esto significa avanzar en el conocimiento de cuáles son los factores moderadores (Baron y Kenny, 1986) que hacen aumentar o disminuir el riesgo generado por la variable predictora «historia de maltrato en la infancia». En la actualidad existe muy poca información válida y contrastada sobre esta cuestión. Se ha observado (Egeland, Jacobvitz y Sroufe, 1988) que el haber alcanzado una relación positiva con la pareja, haber recibido ayuda terapéutica profesional y el reconocimiento de haber sido víctima de maltrato parece diferenciar a los sujetos víctimas de maltrato infantil que desarrollan dicho comportamiento con sus hijos de quienes no lo desarrollan. También se ha considerado que un mejor apoyo social percibido ya sea actual (Egeland, Jacobvitz y Sroufe, 1988; Hunter y Kilstrom, 1979) o en la infancia (Caliso y Milner, 1994; De Paúl, Milner y Múgica, 1995) constituye un factor moderador relevante. Parece, por tanto, necesario ampliar el conocimiento sobre cuáles son las variables que permiten reducir las posibilidades de que un sujeto con historia de maltrato infantil se convierta en maltratador.

En tercer lugar, parece razonable pensar que la historia de maltrato infantil ejercería su impacto en el comportamiento maltratante del adulto a través de algunas variables mediadoras (Baron y Kenny, 1986) que se supone que son consecuencia del maltrato infantil y que tendrían un efecto directo y cercano sobre la condición de maltratador. Existe una abundante y reciente producción científica que aporta datos relevantes sobre las variables que pueden tener efectos directos y efectos mediadores sobre el comportamiento adulto en casos de abuso sexual infantil. Son varios los trabajos que señalan la relevancia del efecto directo de la severidad del abuso sexual infantil y del efecto mediador de la atribución de causalidad de dicha situación de abuso sexual en la presencia y gravedad de lo que se han considerado como consecuencias del abuso sexual (Mannarino y Cohen, 1996; Mennen y Meadow, 1995; Morrow, 1990; Wyatt y Newcomb, 1990). Una línea de investigación interesante trata de estudiar el efecto mediador de procesos emocionales como la experiencia de vergüenza (Feiring, Taska y Lewis, 1996) y la experiencia de rabia (DiLillo, Tremblay y Peterson, 2000) en el funcionamiento y ajuste personal y social de sujetos víctimas de abuso sexual infantil.

Algunas investigaciones han analizado el posible efecto mediador de ciertas características individuales, familiares o sociales sobre el potencial para el maltrato físico en adultos. La investigación señala que el abuso de drogas (Widom, 2000), el abandono temprano del hogar (Kaufman y Widom, 1999), un peor autoconcepto (Muller y Lemieux, 2000), un estilo atribucional interno y estable ante los fracasos (Dodge, Bates y Pettit, 1990; Widom, 2000) y la falta de apoyo social (Ezzell, Swenson y Brondino, 2000) pueden ejercer un efecto mediador entre la historia de maltrato y la condición de maltratador físico. Resulta, por tanto, importante avanzar en esta línea de investigación y profundizar en el estudio del efecto mediador de procesos cognitivos y emocionales desarrollados en relación a la experiencia de haber sido víctima de maltrato físico.

Por tanto, resulta importante identificar, teniendo en cuenta las diferentes tipologías del maltrato infantil, las variables que hacen que se pueda afirmar que la transmisión intergeneracional del mismo no es ni directa ni inevitable. Desde esta perspectiva, se realizaron dos investigaciones que abordan con metodología diferente la transmisión intergeneracional del maltrato infantil. La primera investigación tiene como objetivo conocer y comparar los recuerdos de maltrato infantil de sujetos de la población general y de sujetos identificados como perpetradores de alguna de las diferentes tipologías de maltrato infantil. La segunda investigación tiene como objetivo (1) conocer las atribuciones de causalidad y la intensidad de las emociones (rabia, miedo, tristeza, hostilidad, culpa y vergüenza) relacionadas con los episodios de maltrato físico o abuso sexual y (2) analizar el efecto principal e interactivo de la atribución de causalidad y la condición de alto o bajo riesgo para el maltrato en la intensidad de las emociones experimentadas por los sujetos adultos víctimas de maltrato infantil.

Primera Investigación

Método

Participantes

La muestra estuvo compuesta por 506 sujetos adultos de los cuales un 67.4% (n = 341) pertenecían a la población general y un 32.6% (n = 165) habían sido identificados como perpetradores de maltrato físico (n = 46), negligencia física (n = 106) y maltrato emocional (n = 13) por los Servicios de Protección Infantil del País Vasco. En todos los casos de maltrato infantil, se había probado y confirmado la situación de maltrato infantil por parte de los profesionales, siguiendo las definiciones y criterios establecidos en dichos Servicios. Los casos seleccionados constituyen una muestra de conveniencia. El maltrato físico es definido como «cualquier conducta no accidental llevada a cabo por los padres o cuidadores, que provoca daño físico o enfermedad en un niño menor de 15 años». La negligencia física fue definida como «cualquier situación en la cual las necesidades físicas del niño (alimentación, vestido, seguridad, atención sanitaria, protección y supervisión en situaciones peligrosas) no son cubiertas temporal o crónicamente por ningún miembro de la familia». El maltrato emocional fue definido como «la hostilidad verbal crónica en forma de insulto, desprecio, crítica o amenaza de abandono, y constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantiles (desde la evitación hasta el encierro o confinamiento) por parte de cualquier miembro del grupo familiar» (Arruabarrena y De Paúl, 1994; pág. 31). El grupo de sujetos de la población general está formado por una muestra de conveniencia compuesta por madres embarazadas que acudían a los servicios de atención primaria y en las que no hay ninguna sospecha de que se haya producido o se vaya a producir ninguna situación de maltrato infantil. Las características sociodemográficas de los sujetos de la población general y de cada una de las tipologías de maltrato infantil se presentan en la Tabla 1. No se ha llevado a cabo un emparejamiento de los grupos en dichas variables sociodemográficas porque no se ha considerado necesario para los objetivos de esta investigación y porque se ha dado prioridad al estudio de la historia de maltrato infantil en grupos de sujetos con las características propias de los usuarios del Sistema de Protección Infantil.

Instrumentos

The Maternal History Interview (MHI). Se trata de una entrevista creada para evaluar los recuerdos de maltrato físico y de rechazo afectivo parental en la infancia (Altemeier, O’Connor, Vietze, Sandler y Sherrod, 1984). La entrevista está compuesta por un total de 15 preguntas abiertas sobre recuerdos concretos de la infancia. Esta entrevista se ha utilizado de manera frecuente durante el embarazo con el objetivo de establecer el valor predictivo de dichas variables en cuanto al riesgo de maltrato futuro (Altemeier, O’Connor, Sherrod y Tucker, 1986). Seis preguntas de la entrevista se focalizan en la frecuencia del castigo físico recibido en la infancia, en la presencia de heridas o daños físicos severos considerados como consecuencia del maltrato físico y en los recuerdos del sujeto de haber sido víctima de la descarga emocional agresiva de sus padres. Las nueve preguntas restantes se focalizan en los recuerdos de rechazo emocional parental. La entrevista proporciona un modelo de categorización de las respuestas habituales y más frecuentes de manera que pueden ser puntuadas de manera ponderada. La traducción de la versión española fue realizada siguiendo los procedimientos exigidos y ha sido aplicada en diferentes investigaciones (De Paúl, Alzate, Ortiz y Echeverría, 1988; De Paúl y Domenech, 2000).

Procedimiento

Todos los sujetos fueron entrevistados con carácter individual y dieron su consentimiento previo a la realización de dicha entrevista. En el grupo de sujetos de la población general, compuesto por madres embarazadas, la entrevista se aplicó en el curso de la consulta habitual de seguimiento del embarazo. En el grupo de sujetos compuesto por perpetradores de diferentes tipos de maltrato infantil, la entrevista se aplicó durante los procedimientos habituales de evaluación llevados a cabo por los Servicios de Protección Infantil y por profesionales a cargo de la realización de dicha evaluación.

Resultados

En la Tabla 2 se pueden observar los porcentajes de sujetos de la población general y de sujetos maltratadores que han sido víctimas de maltrato físico en su infancia y algunas de las características de dicho maltrato físico (tipo de agresión, frecuencia y secuelas). Se presentan esos mismos datos para cada una de las tipologías de sujetos maltratadores (maltrato físico, negligencia física y maltrato emocional).

Los datos señalan que el porcentaje de sujetos que recuerdan haber sido víctimas de maltrato físico en su infancia por parte de sus padres es significativamente más elevado, χ2(2, N = 485) = 68.05; p < .001, en el grupo de sujetos maltratadores que en el grupo de sujetos de la población general. Igualmente, se observa que un mayor porcentaje de sujetos maltratadores han sido víctimas de maltrato físico por otras personas que no son sus padres que los sujetos de la población general. Sin embargo, no se observan diferencias estadísticamente significativas, χ2(4, N = 162) = 0.92; p = .91, entre los grupos de sujetos perpetradores de diferentes tipologías de maltrato infantil en el porcentaje de casos que recuerdan haber sido víctimas de maltrato físico por sus padres o por otras personas. En contra de lo que pudiera esperarse, los datos no señalan que haya un mayor porcentaje de sujetos que recuerdan haber sido víctimas de maltrato físico en su propia infancia en el grupo de los maltratadores físicos que en el grupo de los negligentes o los maltratadores emocionales.

Los datos señalan que los sujetos maltratadores físicos se diferencian significativamente, χ2(5, N = 490) = 94.45; p < .001, de los sujetos de la población general en el tipo de agresiones recibidas. Es más frecuente en los sujetos maltratadores que en los sujetos de la población general el haber sido agredidos con objetos o con la mano tanto en zonas peligrosas como en zonas no peligrosas del cuerpo y es significativamente más frecuente en los sujetos de la población general que en los sujetos maltratadores el recuerdo de que sus padres utilizaron el castigo verbal como única forma de disciplina. No se observan diferencias significativas, χ2(10, N = 161) = 9.13; p = .52, entre los sujetos de las diferentes tipologías de maltrato en el recuerdo del tipo de agresiones recibidas por sus padres.

Con el objetivo de analizar las diferencias entre los grupos de sujetos pertenecientes a diferentes tipologías de maltrato, se seleccionaron únicamente los sujetos maltratadores que notificaron haber sido víctimas de maltrato físico por parte de sus padres (n = 62). No se observaron diferencias significativas, entre los grupos de sujetos pertenecientes a diferentes tipologías de maltrato en el tipo de agresiones que recuerdan haber recibido por sus padres, χ2(10, N = 161) = 9.13; p = .52, ni en la frecuencia de dichas agresiones físicas, χ2(4, N = 59) = 2.0; p = .74. En la mayoría de las ocasiones (67.8% para el total de los maltratadores) los sujetos recuerdan que las agresiones se produjeron «varias o muchas veces». Tampoco se aprecian diferencias significativas, χ2(4, N = 55) = 5.83; p = .21, entre los diferentes grupos de sujetos maltratadores en cuanto a las secuelas de las agresiones. No obstante, cabe señalar que casi la mitad de los maltratadores físicos recuerdan haber tenido moratones como consecuencia de las agresiones recibidas por sus padres y que uno de cada cinco maltratadores físicos recuerda haber precisado atención médica por las mismas causas.

En la Tabla 3 se presentan los datos referidos a los recuerdos sobre el rechazo afectivo recibido por sus padres que notifican los sujetos del grupo de maltratadores y de la población general. Los datos señalan que, en relación con la población general, un mayor porcentaje de los sujetos maltratadores tienen el recuerdo de no haber sido queridos por uno o por los dos padres, siendo estas diferencias estadísticamente significativas, χ2(2, N = 476) = 74.49; p < .001. De la misma manera, un mayor porcentaje de sujetos maltratadores, en relación con los sujetos de la población general, señalan tener recuerdos de haber sido víctimas de la descarga emocional de uno o de ambos padres o consideran que uno o los dos padres no fueron felices con él/ella cuando era niño/a, siendo también ambas diferencias estadísticamente significativas, χ2(2, N = 488) = 59.64; p < .001 y χ2(3, N = 392) = 40.8; p < .001, respectivamente. No se observan diferencias estadísticamente significativas (p > .05) entre los grupos de sujetos perpetradores de las diferentes tipologías de maltrato infantil en cuanto al recuerdo de no haber sido queridos, haber sido víctimas de la descarga emocional de uno o de ambos padres o a considerar que uno o ambos padres no fueron felices con él/ella cuando era niño/a.

En la misma Tabla 3 pueden observarse los datos referentes a la relación afectiva que los sujetos de la muestra consideran que tienen actualmente con su padre y con su madre. Los datos señalan que, en relación con los sujetos de la población general, un porcentaje significativamente menor de sujetos maltratadores afirman tener una buena relación afectiva actual con su madre o con su padre, χ2(2, N = 500) = 110.63; p < .001 y χ2(2, N = 493) = 92.41; p < .001, respectivamente. Cuando se analizan las diferencias en ambas variables entre los grupos de los diferentes tipos de maltratadores, los datos señalan que no existen diferencias estadísticamente significativas (p > .05), siendo semejantes los grupos de sujetos maltratadores físicos, negligentes y maltratadores emocionales en cuanto a la relación afectiva que manifiestan tener en la actualidad con su madre o con su padre.

Conclusiones de la primera investigación

Los resultados de esta investigación confirman que los sujetos maltratadores notifican, con más frecuencia que los sujetos de la población general, tener recuerdos de que sus padres les maltrataron física y emocionalmente cuando eran niños/as. Sin embargo, el porcentaje de sujetos maltratadores que recuerdan haber sido víctimas de maltrato físico por sus padres no supera el 30%. Estos datos son coherentes con los obtenidos en otras investigaciones internacionales (Kaufman y Zigler, 1987). Por otra parte, se debe señalar que un 4.6% de los sujetos de la población general, y que no son maltratadores, recuerdan haber sido maltratados en su infancia. Estos resultados sugieren que la transmisión intergeneracional del maltrato infantil no es inevitable y que la historia de maltrato no es condición suficiente para que un sujeto se convierta en maltratador. No obstante, estos datos deben ser entendidos con la debida precaución dadas las limitaciones metodológicas de esta investigación. Se trata de información obtenida con carácter retrospectivo de sujetos que han sido identificados como maltratadores por parte de los Servicios de Protección Infantil. Puede ser posible que algunos sujetos hayan podido notificar recuerdos de una historia de maltrato en la infancia como forma de justificar su condición de maltratadores, lo que implicaría un cierto riesgo de sobrerepresentación. Puede ser posible también que en algunos sujetos maltratadores no sean accesibles a su memoria los episodios de maltrato o que dichos episodios no hayan sido considerados como suficientemente severos para ser notificados en la entrevista. Ambas condiciones provocarían que los datos obtenidos sean inferiores a los potencialmente existentes.

No se han observado diferencias en los recuerdos de haber sido víctimas de maltrato físico o emocional, entre los perpetradores de las diferentes tipologías de maltrato: maltrato físico, negligencia física, maltrato emocional. Tampoco se observan diferencias entre los tres subgrupos de maltratadores en la severidad del castigo físico recibido (inferida a partir del tipo de agresión realizada, la frecuencia de los castigos y la gravedad de las secuelas producidas) y en las diversas formas evaluadas de los recuerdos de maltrato emocional. Estos datos no apoyan las hipótesis que se derivan de la aplicación del modelo de aprendizaje social a la transmisión intergeneracional del maltrato infantil. Desde dicho punto de vista, en los maltratadores físicos debería predominar la historia de maltrato físico en su infancia, en los negligentes, la negligencia física y en los maltratadores emocionales el maltrato emocional. Los datos de esta investigación señalan que todos los sujetos maltratadores, independientemente de la tipología a la que pertenecen, han sido víctimas en su infancia tanto de maltrato físico como de maltrato emocional. Siendo cierto que la historia de maltrato infantil constituye un importante factor de riesgo para ser maltratador, esto no implica que esta transmisión se produzca a través de una mera repetición de comportamientos aprendidos. Tal y como se ha avanzado en algunas investigaciones (Ezzell, Swenson y Brondino, 2000; Kaufman y Widom, 1999; Muller y Lemieux, 2000; Widom, 2000), resulta necesario profundizar en el estudio de la manera en que determinadas consecuencias del maltrato infantil se convierten en factores de riesgo próximos de la condición de potencial maltratador cuando el sujeto se convierte en adulto.

Los resultados de esta investigación deben analizarse con cierta precaución por diversas razones relacionadas con las características de los sujetos participantes. En primer lugar, el grupo de maltratatadores no está formado por una muestra representativa de todos los sujetos maltratadores sino por los casos detectados por los Servicios Sociales y, de entre ellos, los que han accedido a ser entrevistados. Por otra parte, el grupo de no maltratadores está constituido por una muestra de conveniencia de mujeres en estado de gestación. Es posible que otro grupo de sujetos de la población general pudiera presentar resultados diferentes. Por último, la interpretación de los resultados debe realizarse teniendo en cuenta que, a pesar de que los sujetos maltratadores presentan las habituales características sociodemográficas observables en este tipo de población, éstas resultan diferentes de las que presenta el grupo de sujetos no maltratadores.

Segunda Investigación

Método

Participantes

La muestra está compuesta por 826 estudiantes de la licenciatura de las Facultades de Psicología y Pedagogía de la Universidad del País Vasco, de los cuales el 15.5% (n = 126) eran varones y el 84.5% (n = 686) eran mujeres con una media de edad de 21.1 años (SD = 2.75). A todos estos sujetos se les administró el Cuestionario de Historia Infantil (CHQ) y el Inventario de Potencial de Maltrato (CAP) con el objetivo de conocer el potencial de maltrato físico en los sujetos con y sin recuerdos de maltrato físico y abuso sexual. Para llevar a cabo la segunda fase de esta investigación y conocer la atribución de causalidad y las emociones experimentadas con respecto a las situaciones de maltrato y abuso sexual, se seleccionó, a partir de las respuestas proporcionadas al CHQ, una submuestra formada por los participantes que notificaron recuerdos de haber sufrido una situación de maltrato físico o abuso sexual severo en su infancia. El criterio utilizado para seleccionar a los sujetos que habían sido víctimas de una situación de maltrato físico en la infancia es coincidente con la definición de maltrato físico utilizada por los Servicios de Protección Infantil del País Vasco. Se seleccionaron a todos los sujetos que habían sufrido daños físicos (moratones, cortes, heridas, fracturas y lesiones) como consecuencia de las agresiones físicas recibidas. En el caso del abuso sexual se seleccionó a aquellos casos en los que se dieron las siguientes condiciones: presencia de contacto físico, edad de la víctima inferior a 13 años, el agresor pertenece a la familia (padre, madre, hermano/a, tío/a, abuelo/a, primo/a) y se ha producido con una frecuencia superior a dos veces. De todos los sujetos seleccionados, aceptaron participar en la segunda fase de la investigación un total de 62 sujetos, 39 víctimas de maltrato físico y 23 víctimas de abuso sexual. En el caso del maltrato físico, un 13.5% (n = 6) eran varones y un 86.5% (n = 33) eran mujeres con una media de edad de 20.7 años (SD = 2.7). En el caso del abuso sexual, un 13.04% (n = 3) eran varones y un 86.96% (n = 20) eran mujeres con una media de edad de 22.9 años (SD = 4.39).

Instrumentos

Inventario de Potencial de Maltrato Infantil (Child Abuse Potential Inventory, CAP). El Inventario CAP es un cuestionario auto-aplicado diseñado para detectar padres/madres que maltratan físicamente a sus hijos o evaluar el nivel de riesgo que tiene un padre/madre de llegar a hacerlo (Milner, 1986). Está compuesto por 160 ítems que responden a un formato de respuesta «De acuerdo-En desacuerdo». El Inventario contiene una Escala de Abuso y tres escalas de validez (Deseabilidad Social, Respuesta al Azar e Inconsistencia). El Inventario CAP ha sido validado para población española (De Paúl, Arruabarrena, Múgica y Milner, 1999), mostrando una adecuada fiabilidad y validez discriminante y de constructo. La Escala de Abuso está compuesta por 73 ítems que se agrupan en cinco dimensiones (malestar psíquico, rigidez, infelicidad y problemas de relación social, problemas con la familia y problemas con los hijos) similares a las obtenidas en la Escala de Abuso de la versión original. La consistencia interna de la Escala de Abuso es de .96 para la versión original y de .95 para la versión española. Con la utilización de una «puntuación de corte» de 32 puntos, la capacidad de la versión española de la Escala de Abuso para clasificar correctamente a sujetos maltratadores físicos y no maltratadores es de 83.7% (De Paúl, Arruabarrena, Múgica y Milner, 1999). Dado que la Escala de Abuso contiene ocho ítems referidos a los propios hijos y que ninguno de los sujetos de la muestra tenían hijos, los participantes recibieron la consigna de no contestar a estos ítems. Como criterio para establecer una puntuación de corte aplicable a esta muestra el mantener un porcentaje de sujetos clasificados como alto-riesgo similar al observado en la aplicación a la población general, la «puntuación de corte» de la Escala de Abuso se estableció en 29 puntos. Un 83.6% de todos los sujetos de esta muestra puntuó por debajo de dicha puntuación, de manera que se confirmó que proporciona una clasificación muy similar a la de la versión completa del Inventario.

Cuestionario de Historia Infantil (Childhood History Questionnaire, CHQ). El CHQ es un autoinforme que recoge información acerca de la historia de maltrato en la infancia (Milner, Robertson y Rogers, 1990). Contiene una serie de preguntas relacionadas con la presencia y la frecuencia (nunca, rara vez, ocasionalmente, a menudo, muy a menudo) de conductas de maltrato físico (cachetes, bofetadas, patadas, puñetazos y tirones de pelo) y de secuelas del maltrato físico (moratones, heridas, cortes, dislocaciones, quemaduras y fracturas de huesos). Las conductas de maltrato físico pueden ser consideradas como «violencia menor» y las secuelas del maltrato físico como indicativas de «violencia severa». Además se formulan preguntas sobre la presencia y frecuencia de comportamientos de abuso sexual (toques inapropiados, contacto sexual, penetración/violación y exhibicionismo). Se proporciona un espacio en cada uno de los ítems arriba indicados para que el sujeto señale la identidad del agresor (padre, madre, tío, etc.). Se solicita información al sujeto sobre tales conductas y sobre las secuelas ocurridas antes y después de los 13 años de edad. A los efectos de esta investigación se consideró como víctima de abuso sexual a todos los sujetos que notificaron la existencia de alguna de las conductas citadas. No obstante, se estableció una categoría denominada «abuso sexual severo» que incluía a los sujetos que notificaron una situación que reunía las siguientes condiciones: (1) contacto físico, (2) la víctima tenía menos de 13 años, (3) el agresor era familiar (padre, madre, hermano/a, tío/a, primo/a, abuelo/a) de la víctima y (4) una frecuencia superior a dos veces. Diversas investigaciones han utilizado el CHQ para evaluar la frecuencia de situaciones de maltrato físico y abuso sexual (De Paúl, Milner y Múgica, 1995; Milner, Robertson y Rogers, 1990) y para establecer diferencias entre sujetos víctimas y no víctimas de dichas situaciones (Casanova, Domanic, McCanne y Milner, 1994; Crouch, Milner y Caliso, 1995). Los datos sobre la consistencia interna del cuestionario obtenidos con muestras americanas (Milner, Robertson y Rogers, 1990) y españolas (De Paúl, Milner y Múgica, 1995) son adecuados (coeficientes alpha de .88 y .87 respectivamente).

Entrevista sobre los recuerdos de maltrato infantil. Para la realización de esta investigación se desarrolló una entrevista estructurada compuesta por preguntas abiertas sobre recuerdos de episodios y situaciones de maltrato infantil. Esta entrevista recoge las circunstancias concretas y las características de los episodios de maltrato infantil y las causas por las que el sujeto consideraba que había sido víctima de maltrato. A los efectos de esta investigación se categorizó la atribución de causalidad que el sujeto realiza en la actualidad sobre dichos episodios. Se categorizaron todas las respuestas de los sujetos clasificándolas como «internas» (el sujeto considera que las agresiones físicas o el abuso sexual son consecuencia de sus características o comportamiento y no de características de los agresores) o «externas» (el sujeto considera que las agresiones físicas o el abuso sexual son consecuencia de algunas características de los agresores y no de su propio comportamiento). La categorización de las respuestas de los sujetos en atribuciones de causalidad sobre el maltrato físico o el abuso sexual fue realizada de manera conjunta por el equipo de investigación discutiéndose cada caso hasta llegar a una puntuación consensuada.

Cuestionario sobre emociones relacionadas con el maltrato infantil. Para la realización de esta investigación se elaboró un cuestionario sobre la intensidad de las emociones que el sujeto recuerda haber experimentado cuando fue víctima del maltrato infantil («emociones pasadas») y sobre la intensidad de las emociones que experimenta en la actualidad cuando recuerda los episodios de maltrato infantil («emociones actuales»). En el cuestionario se pregunta al sujeto, en escala tipo Likert, con valores que oscilan entre 1 ( nada ) y 9 ( mucho ), sobre la intensidad de las emociones de rabia, tristeza, miedo, hostilidad, culpa y vergüenza experimentadas en ambos momentos («emociones pasadas» y «emociones actuales»).

Procedimiento

Todos los participantes completaron los cuestionarios CHQ y CAP de manera voluntaria y en grupo. Se solicitó a cada sujeto que escribiera en la primera hoja de respuestas un código personal únicamente conocido por él mismo con el que pudiera ser identificado de manera anónima en el futuro. Se informó que un grupo de participantes serían seleccionados al azar para una segunda fase de la investigación. Los códigos de todos los sujetos que fueron considerados, a partir de las respuestas al CHQ, como víctimas de maltrato físico y abuso sexual fueron expuestos en lugares previamente señalados encubiertos entre otros códigos no pertenecientes a ningún sujeto. Se informó a todos los participantes que aquéllos cuyo código hubiera sido expuesto podían ponerse en contacto con un teléfono determinado o acudir a un despacho a unas horas determinadas donde recibirían información personal sobre la segunda fase de la investigación. Los participantes que llamaron al teléfono señalado o que acudieron al despacho indicado recibieron información individual y confidencial por parte de una persona del equipo de investigación, no vinculada a la Universidad ni conocida por los participantes, acerca de la razón por la que habían sido seleccionados. En una entrevista personal se les solicitó completar por escrito la entrevista, se les pagó una cantidad de 2000 ptas. por el tiempo empleado y se les ofreció la posibilidad de comentar todo lo que desearan sobre su historia personal de maltrato físico o abuso sexual. En los casos necesarios se ofreció y proporcionó ayuda complementaria por parte del investigador principal y se les asesoró y recomendó ayuda psicológica especializada.

Resultados

Potencial de maltrato y recuerdo de maltrato físico y abuso sexual

Del total de la muestra, un 92.2% de los sujetos notificaron haber recibido algún tipo de castigo físico en la infancia y un 10.8% notificaron haber recibido algún tipo de maltrato físico. Con respecto al abuso sexual, un 23.3% de los sujetos de la muestra notifican recuerdos de haber sido víctima de abuso sexual y un 5.6% notifican haber sido víctima del denominado en esta investigación «abuso sexual severo». Se procedió a comparar el potencial de maltrato de los sujetos que no habían notificado recuerdos de haber sido víctimas de ningún tipo de maltrato con el potencial de maltrato de los sujetos que habían notificado recuerdos de maltrato físico, abuso sexual no severo y abuso sexual severo. Del grupo de sujetos que notificaban recuerdos de maltrato físico fueron eliminados los que notificaban recuerdos de abuso sexual y viceversa. El análisis de varianza (ANOVA) señaló que las diferencias entre los grupos en la Escala de Abuso resultaron estadísticamente significativas, F (3, 800) = 30.71; p < .001. Por ello, se procedió a realizar los correspondientes análisis post-hoc (SNK), observándose que los sujetos víctimas de maltrato físico (M = 28.24; S.D. = 12.12) presentan puntuaciones en la Escala de Abuso más elevadas (p < .05) que los sujetos víctimas de abuso sexual severo (M = 20.74; S.D. = 11.58) y no severo (M = 19.52; S.D. = 10.61) y que los sujetos no víctimas de ningún tipo de maltrato (M = 16.97; S.D. = 9.42). Los sujetos no maltratados presentan puntuaciones significativamente inferiores (p < .05) que los sujetos víctimas de abuso sexual severo, pero no se diferencian de los sujetos víctimas de abuso sexual no severo.

Emociones notificadas por los sujetos víctimas de maltrato físico y de abuso sexual

En la Tabla 4 se presentan las puntuaciones relativas a la intensidad de las emociones que los sujetos recuerdan haber experimentado cuando fueron víctimas del maltrato físico o abuso sexual («emociones pasadas») y de las emociones que experimentan en la actualidad cuando recuerdan los episodios de maltrato físico o abuso sexual («emociones actuales»). Para ello se procedió a realizar dos análisis multivariados de la varianza (MANOVAs). Dado que los MANOVAs fueron significativos para la intensidad de las «emociones pasadas», F (6, 50) = 11.85; p < .001, y «emociones actuales», F (6, 50) = 2.77; p = .02, se analizaron las diferencias entre ambos grupos para cada una las emociones pasadas y actuales (rabia, tristeza, miedo, hostilidad, culpa y vergüenza). Las víctimas de maltrato físico notifican una mayor intensidad de rabia, F (1, 55) = 9.23; p < .01, y tristeza, F (1, 55) = 11.24; p < .01, que las víctimas de abuso sexual. Sin embargo, las víctimas de abuso sexual notifican una mayor intensidad de culpa, F (1, 55) = 6.37; p = .01, y vergüenza, F (1, 55) = 38.26; p < .001, que las víctimas de maltrato físico.

Se procedió a analizar las diferencias entre las puntuaciones de la intensidad de las «emociones pasadas» y las «emociones actuales». En los sujetos víctimas de maltrato físico se observan diferencias significativas entre la intensidad de las «emociones pasadas» y «las emociones actuales» en el caso de la rabia, t (36) = 2.57; p = .01, el miedo, t (36) = 9.45; p < .001, y la culpa, t (35) = 3.04; p = .004. No aparecen dichas diferencias (p > .05) en el caso de la tristeza, la hostilidad y la vergüenza. En los sujetos víctimas de abuso sexual, se observan diferencias significativas entre la intensidad de las «emociones pasadas» y «las emociones actuales» en el caso del miedo, t (20) = 5.34; p < .001, la culpa, t (20) = 3.56; p = .002, y la vergüenza, t (20) = 4.03; p = .001. Sin embargo, no se observan diferencias en el caso de la rabia, la tristeza y la hostilidad (p > .05).

Atribución de causalidad en sujetos víctimas de maltrato físico y de abuso sexual

En el grupo de abuso sexual, la inmensa mayoría de los sujetos (95.7%) realizaron una atribución externa de causalidad con respecto a dichos episodios de abuso sexual. De ellos, un 31.8% consideran que el abusador cometió dichos actos por necesidad de tener nuevas experiencias sexuales, un 18.2% por obtener satisfacción sexual y un 27.3% porque sufrían algún tipo de trastorno psíquico. Un 41.7% de los sujetos víctimas de maltrato físico atribuyen la causa de los episodios de maltrato físico a alguna razón derivada de su propio comportamiento (atribución interna). Casi la mitad (46.7%) de los sujetos víctimas de maltrato físico que realizaron una atribución interna, atribuyen la causa del maltrato a su comportamiento negativo o a la frecuencia de sus transgresiones. La otra mitad de las víctimas que hacen una atribución interna asignaron la causa del maltrato a actos de desobediencia (33.3%) o a su comportamiento hiperactivo (13.3%), no siendo capaces de especificar la razón de tipo interno un 6.7%. Un 58.3% de los sujetos consideraron que los episodios de maltrato físico ocurrieron como consecuencia de características de sus padres agresores. De ellos, la mayoría (71.4%) consideran que los actos de maltrato físico fueron una descarga de las tensiones emocionales de los padres. Un 14.3% los sujetos asignan la causa del maltrato físico al abuso del alcohol por parte de su padre o madre, un 9.5% considera que sus padres les maltrataron porque también a ellos les habían maltratado sus propios padres y un 4.8% considera que el maltrato se produjo como consecuencia de la existencia de algún tipo de trastorno psíquico en los padres.

Potencial de maltrato, atribución de causalidad y emociones experimentadas en sujetos víctimas de maltrato físico y abuso sexual

Para analizar la relación entre estas variables, se procedió a clasificar a los sujetos víctimas de maltrato físico y abuso sexual en alto y bajo riesgo para el maltrato infantil a partir de su puntuación en la Escala de Abuso del Inventario CAP.

Maltrato físico. No se observó una relación estadísticamente significativa, χ2(1, N = 36) = .03; p = .61, entre el tipo de atribución de causalidad (interna vs. externa) y la condición de alto o bajo riesgo de los sujetos. Tampoco se observó una relación significativa entre la condición de riesgo de los sujetos (alto y bajo) y el tipo de atribución interna, χ2(3, N = 15) = 2.89; p = .41, o externa, χ2(3, N = 21) = 4.03; p = .26, que realizan. Con el objetivo de analizar la relación entre la intensidad de las «emociones actuales» y «emociones pasadas» notificadas por los sujetos, su condición de alto o bajo riesgo y el tipo de atribución (interna vs. externa) que realizan, se llevaron a cabo dos análisis multivariados de la varianza (MANOVAs). Cuando los MANOVAs presentaron resultados significativos, se procedió a realizar los correspondientes análisis de varianza (ANOVAs) para la intensidad de cada una de las emociones (rabia, tristeza, miedo, hostilidad, culpa y vergüenza). En el caso de las «emociones pasadas», el MANOVA señaló un efecto significativo de la variable atribución de causalidad, F(6,25) = 4.11; p = .005. No se observó un efecto, F(6,25) = 1.59; p = .19, de la variable riesgo, ni un efecto interactivo, F(6,25) = .62; p = .71, de las variables riesgo y atribución. Los análisis realizados con cada una de las «emociones pasadas» señalan diferencias significativas para las emociones de «rabia», F(1,30) = 19.16; p = .001, y «hostilidad», F(1,30) = 11.55; p = .002, de manera que los sujetos que realizaron atribuciones externas presentan una mayor intensidad de rabia y hostilidad (M = 7.89 y M = 5.58, respectivamente) que los que realizan atribuciones internas (M = 4.73 y M = 2.87, respectivamente). En el caso de las «emociones actuales», el MANOVA señaló un efecto significativo de la variable atribución de causalidad, F(6,25) = 4.20; p = .005. No se observó un efecto, F(6,25) = 1.70; p = .16, de la variable «riesgo», ni un efecto interactivo, F(6,25) = 1.34; p = .28, de las variables riesgo y atribución. Los análisis realizados con cada una de las «emociones actuales» señalan diferencias significativas para las emociones de «rabia», F(1,30) = 9.48; p = .004, y «culpa», F(1,30) = 5.28; p = .03. Se observa una mayor intensidad de «rabia» y una menor intensidad de «culpa» en el grupo de sujetos que realizan atribuciones externas (M = 6.63 y M = 2.11, respectivamente) que en el grupo de quienes realizan atribuciones internas (M = 3.87 y M = 3.80, respectivamente).

Abuso sexual. Dado que casi la totalidad de los sujetos víctimas de abuso sexual realizaron una atribución externa de causalidad, únicamente se pudo analizar la relación entre la condición de riesgo y el tipo de atribución externa que realizan los sujetos sobre las situaciones de abuso sexual. No se observó una relación estadísticamente significativa entre el tipo de atribución externa y la condición de alto o bajo riesgo de los sujetos, χ2(3, N = 21) = .344; p = .95. Con el objetivo de analizar la relación entre la intensidad de las «emociones actuales» y «emociones pasadas» notificadas por los sujetos, su condición de alto o bajo riesgo y el tipo de atribución externa que realizan, se llevaron a cabo dos análisis multivariados de la varianza (MANOVAs). Cuando los MANOVAs presentaron resultados significativos, se procedió a realizar los correspondientes análisis de varianza (ANOVAs) para la intensidad de cada una de las emociones (rabia, tristeza, miedo, hostilidad, culpa y vergüenza). En el caso de las «emociones pasadas», el MANOVA señaló un efecto significativo de la variable atribución de causalidad, F(8,21) = 2.87; p = .01. No se observó un efecto de la variable «riesgo», F(6,5) = 2.45; p = .17, ni un efecto interactivo de las variables riesgo y atribución, F(18,21) = 1.30; p = .28. Los análisis realizados con cada una de las «emociones pasadas» señalan diferencias significativas para la «tristeza», F(3,10) = 4.07; p = .04, de forma que se observa una menor intensidad de tristeza en los sujetos que consideraron que el abuso sexual se produjo porque el agresor quiso tener una nueva experiencia sexual (M = 3.43) o porque quiso obtener su propia satisfacción (M = 1.75) que en quienes consideraron que se produjo por la presencia de una patología psíquica en el agresor (M = 4.80) o quienes no pudieron explicitar dicha atribución externa (M = 7.00). En el caso de las «emociones actuales», el MANOVA señaló un efecto significativo de la variable atribución de causalidad, F(18,14) = 2.97; p = .02. No se observó un efecto, F(6,5) = 1.54; p = .33, de la variable «riesgo», ni un efecto interactivo, F(18,14) = 1.56; p = .20, de las variables riesgo y atribución. Los análisis realizados con cada una de las «emociones actuales» señalan diferencias significativas en el caso de la «rabia», F(3,10) = 4.42; p = .03, observándose una mayor intensidad en el grupo de sujetos que asignan el abuso sexual a la patología psíquica del agresor (M = 8.20) que en quienes consideran que el abuso sexual se produjo porque el agresor quiso tener una nueva experiencia sexual (M = 4.00) o quiso obtener su propia satisfacción (M = 4.50).

Conclusiones a la segunda investigación

Los resultados de esta investigación apoyan la hipótesis de que la historia de maltrato constituye un factor de riesgo importante en relación con el potencial para convertirse en maltratador físico en la vida adulta. Sin embargo, se observa que los sujetos víctimas de abuso sexual no severo presentan un potencial de maltrato que no se diferencia de los sujetos no maltratados y que los sujetos víctimas de abuso sexual presentan un potencial de maltrato significativamente inferior al que presentan los maltratadores físicos. Estos datos sugieren que los sujetos víctimas de abuso sexual, a pesar de que pudieran tener un mayor riesgo de sufrir, entre otras consecuencias, trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, o sintomatología disociativa (Browne y Finkelhor, 1986), no presentarían un mayor potencial para convertirse en maltratadores físicos.

Esta investigación ha proporcionado datos que pueden resultar útiles para avanzar en el conocimiento de la interpretación que hacen los sujetos adultos con respecto a la experiencia de haber sido víctima de maltrato físico y abuso sexual. Destaca el hecho de que la mayoría de los sujetos víctimas de abuso sexual que han sido evaluados realizan una atribución externa de causalidad, mientras que esto ocurre únicamente en la mitad de los sujetos víctimas de maltrato físico. Esto significa que cerca de la mitad de los sujetos víctimas de maltrato físico de esta investigación consideran que algunos de sus comportamientos constituyen la razón por la que sus padres les castigaron físicamente de una manera que puede llegar a ser considerado como maltrato físico. Además, la mayoría de los sujetos que hacen una atribución causal externa del maltrato físico consideran que sus padres les maltrataron como una forma de descargar sus tensiones emocionales.

Los resultados obtenidos en relación con las emociones experimentadas por los sujetos víctimas de maltrato físico y abuso sexual pueden tener cierto interés para avanzar en la investigación y para informar a los programas de tratamiento. En primer lugar, resultan interesantes las diferencias observadas entre los sujetos víctimas de maltrato físico y de abuso sexual. Los sujetos víctimas de maltrato físico notifican haber experimentado, en el momento de producirse la situación maltratante, más intensidad de rabia y tristeza y los sujetos víctimas de abuso sexual recuerdan haber experimentado más intensidad de culpa y vergüenza, lo que corrobora resultados obtenidos en otras investigaciones (Coffey, Leitenberg, Henning, Turner y Bennett, 1996; Feiring, Taska y Lewis, 1996). En segundo lugar, destaca el hecho de que las víctimas de abuso sexual experimentan menos miedo, culpa y vergüenza en la actualidad que el que recuerdan haber experimentado cuando sufrieron dichas situaciones de victimización. Sin embargo, las víctimas de abuso sexual experimentan en la actualidad una mayor intensidad de tristeza y rabia que la que recuerdan haber experimentado cuando fueron víctimas del abuso sexual.

Sin embargo, los resultados de esta investigación no han apoyado las hipótesis que proponían una relación positiva entre las atribuciones de causalidad y la intensidad de las emociones experimentadas en el pasado o en la actualidad con el potencial de maltrato y la condición de alto o bajo riesgo para el maltrato en la edad adulta. Es posible que el reducido tamaño de esta muestra o el hecho de que los sujetos seleccionados no hayan sufrido situaciones extremas de maltrato infantil pueda explicar estos resultados. Sería necesario avanzar en este ámbito de investigación analizando dichas posibles relaciones en muestras de sujetos víctimas de maltrato físico y abuso sexual con otros niveles de severidad o diferentes características sociodemográficas.

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Aceptado el 23 de julio de 2001

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