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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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Psicothema, 2001. Vol. Vol. 13 (nº 4). 611-616




REACCIÓN DE CELOS ANTE UNA INFIDELIDAD: DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES CARACTERÍSTICAS DEL RIVAL

Patricia García Leiva, Luis Gómez-Jacinto y Jesús M. Canto Ortiz

Universidad de Málaga

Esta investigación está orientada a conocer las diferencias entre hombres y mujeres en las situaciones desencadenantes de celos, así como al estudio del proceso de comparación social inherente a dicha emoción. Con este objetivo, un total de 408 hombres y 415 mujeres responden ante una hipotética infidelidad, sexual o emocional, de su pareja con un supuesto rival, cuyas características de dominancia y atractivo físico han sido manipuladas, siendo presentadas en dos niveles, alto y bajo, combinados entre sí. El análisis de las diferencias entre sexos refleja: una respuesta emocional de mayor intensidad en las mujeres; tendencias en los hombres a manifestar una preocupación menor por la infidelidad emocional y la percepción de amenaza a su autoestima ante la infidelidad sexual; una mayor sensación de peligro para la continuidad de la relación por parte de las mujeres ante la infidelidad emocional. También se ha observado que un rival no valorado, en aquellos campos de autodefinición de cada sexo, suscita un mayor sentimiento de inferioridad.

Jealous reaction to infidelity: Differences between men and women and differences in rival’s characteristics. The present study was undertaken with the aim of understanding the differences between men and women in situations which give rise to jealousy. Information obtained from a survey of 408 men and 415 women revealed that both genders experienced a higher intensity of emotional distress when confronted with the possibility of their partners participating in sexual infidelity than when their partners had participated in emotional infidelity. However, the survey also uncovered that the degree to which both genders experienced their emotional reactions varied. The results also revealed that conflicting priorities formed the basis of the two sexes’ reactions. Women perceived a threat to the future of the relationship in the face of infidelity, whereas men experienced a sexual infidelity as a threat to their self-esteem. The self-esteem of both sexes was found to be increasingly effected when their rivals failed to match their own preconceived and self-defined qualities.

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El término celos, procedente del griego Zealous (Salovey, 1991), alude a la emoción que surge ante la sospecha real o imaginaria de amenaza a una relación que consideramos valiosa, tratándose de un mecanismo psicológico clave para hombres y mujeres. Esta investigación está orientada a conocer las diferencias de género en las situaciones desencadenantes de celos, así como al estudio del proceso de comparación inherente a dicha emoción.

Las diferencias entre hombres y mujeres ante el tipo de infidelidad, sexual o emocional, son estudiadas principalmente por dos grandes teorías: la sociocultural (DeSteno y Salovey, 1996a, Harris y Christenfeld, 1996a; Hupka, 1981, 1991; Hupka y Bank, 1996) y la evolucionista (Buss, 1989a, 1989b, 1992, 1994; Buss, Larsen, Weten y Semmelroth, 1992; Buunk, Angleitner, Oubaid y Buss, 1996). Mientras que éstos defienden la mayor preocupación masculina ante la infidelidad sexual y un más intenso malestar femenino ante la emocional, bajo la argumentación de la herencia evolucionista; aquéllos plantean la función social de los celos: preservar los derechos de propiedad según los ha definido una cultura en un momento histórico concreto. De acuerdo con los evolucionistas la posible pérdida de recursos ante la infidelidad emocional, para ellas, y el riesgo de invertir en el hijo de otro, para ellos, son diferencias de género vinculadas a los diversos problemas adaptativos que hombres y mujeres han tenido que resolver a lo largo de la evolución para garantizar la supervivencia y la transmisión de los propios genes. Esta psicología diferencial de nuestros antepasados sigue manteniéndose a pesar de que las condiciones han cambiado. Por otro lado, para los psicólogos socioculturales no se trata de una relación triádica, sino que es un cuarteto formado por el rival, el miembro de la pareja objeto de deseo, el componente de la relación víctima de los celos y la comunidad, cuya función es vigilar el cumplimiento de las reglas, fomentando las conductas que van a favor de las mismas e inhibiendo los comportamientos que las contradicen. Nuestra cultura es la encargada de determinar qué situación es amenazadora, cuándo esa situación es realmente un peligro y en qué condiciones se requiere la manifestación de la emoción de celos (Hupka, 1981). Por lo tanto, la estructura social en la que vivimos es un factor determinante en la percepción de la amenaza. Sobre los pilares culturales hombres y mujeres construyen su desarrollo emocional, siendo el distinto proceso de socialización el responsable de las diferencias intergenéricas encontradas en las investigaciones de los psicólogos evolucionistas. Las normas y roles de género dominantes en un contexto ideológico van a determinar la percepción que ellas y ellos poseen de sus compañeros, creando diferentes expectativas ante el comportamiento social del sexo opuesto (Eagly, 1987). Hombres y mujeres actúan de acuerdo a los conceptos de feminidad y masculinidad dominantes en su cultura y que han internalizado. El género es, por tanto, una construcción social responsable de las creencias aprendidas sobre el papel tradicional de hombres y mujeres (Hupka y Bank, 1996).

Otra importante línea de investigación es la orientada al estudio de las características del rival, para lo que se parte del proceso de comparación social en el que está inmersa la emoción de celos. Éste se genera, siempre y cuando, sean cuestionados, frente a un rival, aquellos ámbitos que son relevantes para el autoconcepto de la persona, donde al existir una posible amenaza hay un detrimento de la autovaloración. Este proceso de comparación, inherente al contexto social en que se vive, causa el alejamiento entre la imagen real y la ideal que la persona tiene de sí misma. El modelo de mantenimiento de la autoevalución (Self - evaluation maintenance) desarrollado por Tesser (Tesser, 1986; Tesser y Campbell, 1982, 1983) es el que mejor explica la especial motivación que se posee para salvaguardar el autoconcepto. También puede ocurrir que la comparación se produzca en campos no relevantes, en este caso estamos ante un reflection process donde, la ausencia de peligro favorece la autoevaluación. Ambos procesos van a estar mediatizados por dos factores, la actuación o representación (performance) y la cercanía (closeness ) (Tesser,1988). La actuación alude a la calidad del atributo del rival, a mejor representación mayor amenaza. La cercanía indica el grado de intimidad, de proximidad con el tercero, a más cercanía más se incrementa el peligro. DeSteno y Salovey (DeSteno y Salovey, 1994a; Salovey y Rodin, 1984) han sido los responsables de aplicar el modelo de Tesser a la situación triádica de infidelidad: la relación de pareja y el rival, centrando su atención en las características del tercero, pues él es el objeto de comparación. De acuerdo con el planteamiento de estos autores la reacción celosa aumentará cuando un rival sea sobresaliente en aquellos ámbitos relevantes para la persona ya que supone una amenaza para su autoconcepto (DeSteno y Salovey, 1996; Dijkstra y Buunk, 1998).

En este estudio se cruzan estas dos grandes líneas de investigación: por un lado, la orientada a analizar las diferencias de género según el tipo de infidelidad; por otro, la centrada en el proceso de comparación social en los celos. La primera de las manipulaciones experimentales se efectúa sobre las características del rival. Siguiendo los planteamientos de anteriores investigaciones (DeSteno y Salovey, 1996; Dijkstra y Buunk, 1998) dos son las variables seleccionadas: dominancia y atractivo físico. Se entiende por dominancia el estatus de la persona, tanto a nivel profesional como a nivel social. Esta variable tiene dos niveles: alto y bajo. Una dominancia alta implicaría poseer unos rasgos de personalidad socialmente deseables y un alto estatus socio - cultural. Mientras que una dominancia baja indica una personalidad no valorada por la sociedad, así como un bajo nivel socio - cultural. La variable atractivo alude a la cualidad física de la persona. Nuevamente hay dos niveles: alto y bajo. Un atractivo alto refleja la capacidad para atraer a otros individuos a través de la belleza en los rasgos físicos. Un bajo atractivo supone la ausencia del encanto facial y/o corporal en esa persona.

De acuerdo con el modelo de Tesser un rival dominante y atractivo suscitará una reacción de celos mayor, en aquellas personas en las que dichas dimensiones son relevantes para su autoconcepto, que un tercero que carece de las mismas. Para poder estudiar las posibles diferencias entre hombres y mujeres se sigue a Buss (1994), Deaux y Hanna (1984) y a Feingold (1990). De acuerdo con los estudios realizados por los tres últimos autores existe un mayor interés en los hombres por el atractivo físico de su pareja, mientras que las mujeres valoran más los aspectos personales en ellos. Sangrador y Yela (2000) encuentran en una muestra española que las características de la pareja más valoradas en una relación estable son carácter agradable, inteligencia, sinceridad y fidelidad sexual. El atractivo físico y la juventud se valora más en la elección de los hombres que en la de las mujeres. Uniendo estos datos a los postulados evolucionistas se plantea que una rival atractiva será la que más amenaza represente para las mujeres, mientras que un hombre dominante supondrá para ellos una preocupación mayor. Resultados similares hallaron Dijkstra y Buunk (1998) en un estudio realizado con anterioridad.

El tipo de infidelidad, emocional o sexual, constituye la tercera variable del presente estudio. A cada persona se le expone un único tipo de infidelidad. Se quiere valorar la reacción de los individuos ante cada una de las situaciones propuestas sin que tenga que elegir cuál de ellas le preocupa más. Esta elección forzada entre los tipos de infidelidad ha sido utilizada en anteriores estudios y se le ha considerado responsable de los sesgos encontrados en la tesis evolucionista puesto que acentúa la asimetría de género. El procedimiento seguido aquí es similar al utilizado por DeSteno y Salovey (1996a).

Siguiendo el modelo psicosociocultural será la infidelidad sexual la que cause un mayor malestar ya que es el elemento pasional el agredido, lo que amenaza la exclusividad de la relación amorosa. La existencia de diferencias de género: un mayor estrés en las mujeres ante la emocional en comparación con los hombres, mientras que a ellos les preocupa más la sexual; está en consonancia con un origen biológico unido y mediado por el contexto sociocultural, responsable de la mayor importancia que las mujeres conceden a las relaciones, donde la pérdida de compromiso y de intimidad, aspectos inmersos en una infidelidad emocional, amenazan la continuidad de la pareja. La respuesta de las personas ante estas diferentes situaciones se mide a través de su intensidad emocional puesto que son estos tipos de reacciones, junto con las conductuales, las que más se asocian a los celos (Carrera y García, 1996).

Método

Participantes

En este trabajo participan de forma voluntaria un total de 823 personas, todas ellas con una relación de pareja en el momento en el que se les realiza la entrevista, de los cuales 408 son hombres y 415 son mujeres, siendo la edad media de 38 años.

El muestreo se realizó por cuotas de edad y género, por lo que los participantes fueron entrevistados de acuerdo con su pertenencia a tres grupos de edad: menores de 25 años, entre los 26 y los 50 años y mayores de 51 años; estando distribuida de forma proporcional el número de hombres y de mujeres en cada una de estas submuestras. A los encuestadores, todos ellos estudiantes de la Facultad de Psicología de Málaga, se les indico el género y la edad de cada una de las personas que debían entrevistar. El nivel económico y cultural se distribuyó azarosamente entre la muestra, extraída de la población residente en Málaga.

Materiales

En primer lugar se recogen los datos sociodemográficos de los participantes, edad, género, convivencia y duración de la relación. A continuación se les expone de forma escrita la condición experimental presentando, inicialmente, una persona del mismo género que el participante objeto de estudio; si se trata de una mujer se describen los rasgos de dominancia y atractivo altos para una mujer:

«Piensa en una mujer segura de sí misma, creativa, inteligente y dinámica. Es respetada y valorada por sus amigos y compañeros de trabajo. Tiene una alta capacidad directiva y es el centro de referencia en las tomas de decisiones. Posee un alto nivel social y cultural. Es amable, educada y sociable. Es una mujer alta, de labios gruesos y sensuales, ojos grandes y largas pestañas, es alguien en cuyos rasgos es fácil recrearse. Tiene una figura esbelta con una pequeña cintura que acentúa la curva de sus caderas. Sus senos, hermosos y bien formados, completan una armoniosa anatomía. Es un cuerpo sumamente deseable; cualquier hombre anhelaría acariciarlo».

De igual forma se hace para el caso de los hombres.

En la condición baja se exponen los rasgos de un hombre no dominante ni atractiv/o:

«Piensa en un hombre inseguro y monótono. No es creativo, ni inteligente. Impone poco respeto y tiene una baja valoración entre sus amigos y compañeros de trabajo. No tiene capacidad directiva. Su opinión no es tenida en consideración en las tomas de decisiones. Posee un bajo nivel social y cultural. Es poco sociable y mal educado. Es un hombre cuyo rostro no es especialmente bello, sus rasgos no son demasiado llamativos, ni atractivos. En su cuerpo, poco estilizado, apenas se acentúan sus formas, es una anatomía más bien gruesa y poco trabajada. No es un hombre significativamente bello».

La descripción de la mujer es similar a la expuesta.

Las condiciones de dominancia alta y baja son combinadas con los niveles alto y bajo de atractivo tanto para ellos como para ellas. Con el fin de controlar el posible efecto de primacía se efectúa un balanceo en la presentación de la información, de tal forma que la mitad de la muestra lee en primer lugar los rasgos físicos y la otra mitad las características de dominancia. Seguidamente se les plantea un tipo de infidelidad con la persona descrita. En el escenario de tipo sexual se le pide al participante que imagine a su pareja manteniendo relaciones sexuales (coito) sin la existencia de un vínculo emocional, mientras que en el emocional ha de imaginar a su pareja diciéndole te quiero, cosas tiernas y cariñosas sin la presencia de una relación sexual. La combinación del tipo de infidelidad, emocional o sexual, junto con los niveles altos y bajos de las dos características del rival, balanceadas, proporcionan un total de 8 condiciones experimentales.

Posteriormente se les presenta un cuestionario de 16 adjetivos: traicionado/a, humillado/a, triste, rechazado/a, agresivo/a, encolerizado/a contra la otra persona, desconfiado/a, hostil, infravalorado/a, celoso/a, inferior, amenazado/a; que miden en una escala de uno a cinco la intensidad de los celos sentidos ante la situación. Esta escala es una adaptación del cuestionario elaborado por DeSteno y Salovey (1996). Posee un α de Cronbach= 0.89. En el análisis factorial se obtienen cuatro factores como constituyentes de la escala: tristeza, ira, miedo o inseguridad, e inferioridad, las cuales explican el 60.31% de la varianza total; componentes similares a los propuestos en la teoría de las emociones mezcladas de Sharpsteen (1991). El factor tristeza está formado por los items: traicionado/a, humillado/a, triste, rechazado/a, desconfiado/a y herido/a, presentando un α de Cronbach = 0.84. La ira es evaluada a través de: agresivo/a, encolerizado/a contra la otra persona y hostil, indicando una fiabilidad de 0.74. La inseguridad se mide mediante los adjetivos: celoso/a, amenazado/a, ansioso/a, preocupado/a, mostrando el análisis de fiabilidad un α de 0.69. El cuarto factor, inferioridad o autoevaluación negativa, lo forman los ítems: infravalorado/a, inferior y avergonzado/a, en este caso el α de Cronbach es = 0.65.

Procedimiento

Los participantes cumplimentaron en privado e individualmente los cuestionarios de acuerdo con el orden anteriormente expuesto, siendo ayudados por los entrevistadores/as únicamente en caso de duda o dificultad. Una vez recogidos los datos se procedió a un chequeo telefónico con el fin de comprobar la veracidad de los mismos.

Resultados

Se lleva a cabo un análisis factorial de la varianza para poder estudiar las diferencias de género en la emoción de celos ante las distintas condiciones experimentales. Posteriormente, se realiza un contraste multivariado utilizando la Lambda de Wilks, lo que permite analizar la variedad de respuestas entre hombres y mujeres en las emociones de tristeza, ira, miedo o inferioridad.

De acuerdo con lo planteado es la infidelidad sexual la que genera más celos, F (1,807) = 18.822, p = 0.000, Msexual = 3.38 vs. Memocional= 3.12; más tristeza, F (1,807) = 35.679, p = 0.000, Msexual= 3.96 vs. Memocional = 3.54; más agresión F (1,807) = 11.771, p = 0.001, Msexual = 3.42 vs. Memocional= 3.15; y más sentimiento de inferioridad F (1,807) = 7.517, p = 0.006, Msexual = 2.62 vs. Memocional= 2.40. La introducción de la variable género mantiene esta dirección tanto para hombres como para las mujeres en la escala de celos, F (1,807) = 4.725, p = 0.030, y de ira, F(1,807) = 6.996, p = 0.008, de forma significativa. Las medidas de tristeza, F (1,807) = 2.550, p = 0.111, e inferioridad, F (1,807) =1.907, p = 0.168, aunque apoyan la tendencia predicha, no son significativos estadísticamente. Para el caso de la inseguridad, F (1,807) = 2.583, p = 0.108, donde tampoco hay significación estadística, únicamente el hombre presenta una media superior ante la sexual. En cuanto a las diferencias intergenéricas se espera una mayor preocupación de la mujer por la infidelidad emocional mientras el hombre se inquieta más ante la sexual. En las interacciones de primer orden se halla, en la escala de celos, una relación significativa entre el sexo y el tipo de infidelidad: mientras que en la situación sexual prácticamente no hay diferencias entre hombres Ms = 3.36 y mujeres Ms = 3.41, éstas sí aparecen en el caso de infidelidad emocional Me = 2.96 vs. Me = 3.28. Luego sólo en la infidelidad emocional se manifiesta parte de lo postulado: los hombres presentan menor malestar ante lo emocional que las mujeres. Si se desglosa la escala de celos en sus cuatro factores se puede observar esta misma menor preocupación masculina por lo emocional, aunque únicamente es significativa en el caso de la ira, hombres Me = 2.87 vs. Ms = 3.38, mujeres Me = 3.42 Ms = 3.47.

Las emociones de inseguridad y de inferioridad, arrojan algunas tendencias interesantes de ser reseñadas pero sin significación estadística alguna: aunque la mujer tiene un mayor sentimiento de inferioridad ante una infidelidad sexual, Ms = 2.60, en comparación con la emocional, Me = 2.49, es el hombre quién puntúa más alto en este tipo de situación. Parece que el hombre se podría sentir más inferior que la mujer ante una infidelidad sexual, Ms = 2.64 vs. Me =2.29. Por otro lado, ellas se sienten más inseguras ante la condición emocional, Me= 3.18 vs. Ms = 3.09, mientras que ellos siguen manifestando una menor preocupación por este tipo de infidelidad, Me = 2.86 vs. Ms = 3.01.

En cuanto a las características del rival se espera una respuesta emocional mayor en las mujeres ante una rival atractiva, mientras que en el caso de los hombres sería un tercero dominante el que generase más malestar. Los datos de relevancia vienen dados por la interacción de segundo orden, atractivo x dominancia x sexo, siendo significativos únicamente en la subescala de inferioridad. Se obtiene que una rival no atractiva con dominancia provoca el sentimiento de inferioridad en las mujeres, mientras que un tercero atractivo pero sin dominancia causa dicha emoción entre los hombres, F (1,807) = 4.064, p = 0.044 (Ver tabla 1). Estos resultados reflejan un planteamiento inverso al propuesto.

La combinación de las tres variables independientes no presenta ningún efecto significativo sobre la medida de celos. Sí se hallan para el caso de la escala desglosada, nuevamente en el sentimiento de inferioridad, Fatractivo x dominancia x infidelidad(1,807) = 4.979, p = 0.026, mientras en una infidelidad emocional el rival que más inferioridad genera es el no atractivo - dominante MeXnaXd = 2.71 vs. MeXnaXnd = 2.34; MeXaXnd = 2.33; MeXaXd = 2.26, en la infidelidad sexual un tercero valorado física y socialmente es el que suscita dicha emoción MsXaXd = 2.69 vs. MsXaXnd = 2.48 ; MsXnaXd = 2.62; MsXnaXnd = 2.67.

La inclusión de la variable género no muestra significación estadística F (1,807) = 0.802, p = 0.371, aunque sí refleja una tendencia en las respuestas de hombres y mujeres. Mientras ellas se sienten más inferiores ante una rival no atractiva con dominancia y en una infidelidad emocional, el hombre presenta más intensidad en esta emoción ante un rival atractivo sin dominancia y en una infidelidad sexual (Ver tabla 2).

El principal efecto de las características del rival se manifiesta en la medida de inferioridad. Incluso en la interacción atractivo x dominancia x infidelidad x sexo es dicha subescala la que arroja los resultados más próximos a la significación estadística. Se puede observar cómo a las mujeres les preocupa más una rival no atractiva y a los hombres un rival no dominante, lo que contradice la hipótesis de partida.

Discusión

Los resultados que se acaban de describir reflejan algunas diferencias en la manifestación de celos de hombres y mujeres ante dos supuestas infidelidades, sexual y emocional, con diversos rivales. De acuerdo con la hipótesis de partida, la infidelidad sexual es la que más celos e ira genera tanto a hombres como a mujeres, lo que coincide con el planteamiento sociocultural: la agresión al elemento pasional supone la amenaza a la exclusividad de la relación amorosa. El análisis de las diferencias de género refleja una reacción de ira y de celos menor en los hombres ante la infidelidad emocional, lo que está apoyado por abundante bibliografía. Tal vez sea el estudio realizado por Buss y otros (1992) uno de los que mejor refleja dicha dirección. Según esta investigación el 60% de los hombres frente al 15% de las mujeres soportan mejor una infidelidad emocional, mientras que el 85% de las mujeres prefiere vivir una infidelidad puramente sexual. Sin embargo, no se ha encontrado en el presente trabajo apoyo empírico a la segunda parte de la hipótesis, una mayor preocupación masculina ante la infidelidad sexual, siendo ésta la que más practican los hombres (Yela, 1998).

Respecto al proceso de comparación social con el rival los datos van en contra del punto de partida propuesto. Parece que la autoestima de hombres y mujeres corre mayor peligro ante rivales que no son sobresalientes en aquellos ámbitos que cada género considera como pilar de su identidad. Resultados similares obtienen Buunk (1982b); Shettel-Neuber, Bryson y Young (1978). Descubrir que nuestra pareja está interesada en un individuo no deseable socialmente es un duro golpe para la autovaloración personal. Esto podría ser explicado por un peor ajuste social. Es más aceptable, desde el punto de vista social, que nuestra pareja sea infiel con una persona valorada; una aventura con una persona no deseable supone un mayor insulto y amenaza a la autoestima. Las diferencias encontradas en cuanto a las características del rival en función del tipo de infidelidad sugieren que un tercero no valorado es el que más amenaza la autoestima, mientras que uno valorado amenaza la exclusividad relación. Resultados similares han sido encontrados en otras investigaciones (Mathes, 1992). Este grupo de datos apoya la tesis evolucionista en torno a los principios valorativos de hombres y mujeres. Como recoge Carlos Yela (2000) diversas investigaciones proporcionan soporte empírico a la mayor importancia que los hombres dan al atractivo físico de ellas, así como al especial interés que las mujeres poseen por el poder adquisitivo de ellos. Parece que este tipo de demandas ha llevado a cada género a valorar más, en su autoconcepto, aquellas características que le aumentan la probabilidad de ser elegido/a como pareja.

También se han hallado interesantes tendencias no significativas. El aparente mayor sentimiento de inferioridad que presenta el hombre ante la infidelidad sexual, siendo ésta la única situación en la que la media del hombre es superior a la de la mujer, podría ser indicador del daño al amor propio masculino. Esta dirección ha sido señala por diversos estudios que han reflejado como los hombres relacionan el sexo con los logros personales y el orgullo (Basow, 1986; Buunk,1986). En la escala etiquetada como miedo o inseguridad se le pregunta por el sentimiento de celos y de amenaza, siendo la única ocasión en que la mujer señala la situación emocional como la más estresante. Diversos autores defienden que para las mujeres el sentido de sí mismas y de su propia dignidad está fundado en su capacidad para crear y mantener relaciones, por lo que tienden a proteger la continuidad de la misma (Miller, 1987; Pines y Friedman, 1998). De este análisis se podría vislumbra una preocupación, amenaza y ansiedad más alta ante la infidelidad emocional para la mujer, mientras que el hombre se siente más avergonzado, infravalorado e inferior ante la sexual.

Dentro del grupo de tendencias, no significativas estadísticamente, el tipo de infidelidad y las características del rival favorecen nuevamente a la teoría evolucionista. Parece que los datos tienden a mostrar la importancia de las relaciones de pareja en la autoestima de la mujer y de la experiencia sexual en la del hombre, así como un mayor malestar ante aquellos terceros que no se ajustan a los campos de autodefinición de cada género.

La acentuada asimetría sexual defendida por los psicólogos evolucionistas no ha sido hallada; de hecho parece resultar más bien producto del diseño experimental de elección forzada. La concordancia de los resultados con distintos planteamientos teóricos enfatiza la necesidad de una perspectiva interaccionista en el estudio de los celos. Los planteamientos biológicos y culturales no son en absoluto incompatibles, sino más bien complementarios. Aunque posiblemente sean los últimos lo que cobren más peso, hemos de recurrir a la biología si queremos explicar la universalidad de la emoción que nos ocupa, así como el florecimiento de todo un sistema cultural en torna a ella.

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Aceptado el 20 de febrero de 2001

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