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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
  • Periodicidad:
         Febrero | Mayo | Agosto | Noviembre
  • ISSN: 0214-9915
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Psicothema, 1995. Vol. Vol. 7 (nº 3). 489-497




EL EFECTO DEL DIVORCIO SOBRE LA ANSIEDAD DE LOS HIJOS

Gemma Pons-Salvador* y Victoria del Barrio**

*Universidad de Valencia, ** UNED

En el presente trabajo se ha evaluado el nivel de ansiedad en dos grupos de niños pertenecientes a familias divorciadas (96) e intactas (97). La ansiedad se ha medido por medio de la adaptación al castellano del State-Trait Anxiety Inventory for Children’s Spanish (STAIC). La percepción que tiene el niño sobre el divorcio se ha evaluado a través de la traducción de la escala Chidren’s Beliefs about Parental Divorce Scale (CBPDS). Los resultados indican que no existen diferencias significativas entre los niveles de ansiedad de ambos grupos de niños. La ansiedad exhibida por los niños parece estar relacionada con las siguientes variables: el conflicto interparental, las relaciones parentales después del divorcio y la frecuencia de visitas del padre que no posee la custodia del niño.

The effect of divorce on children’s anxiety. In this work, measures on anxiety of two children groups, one (96) from divorced families and other (97) from intact families have been compared. Anxiety was measured by means of the State-Trait Anxiety Inventory for Children’s Spanish traslation (STAIC) and the children’s perceptions of divorce were measured by the Chidren’s Beliefs about Parental Divorce Scale’s Spanish traslation(CBPDS). Results indicate that, although no significant difference has been found in total anxiety measures between the two groups, but anxiety children scores are to be related with some special situations: interparental conflit, parental relationship after divorce, and frecuency of visits by non custodial parents.

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La ruptura familiar, que incluye tanto la separación como el divorcio entre los padres, se considera habitualmente como un importante acontecimiento estresante (Holmes y Rahe, 1967). Por lo general, en el periodo anterior a la ruptura de una pareja la convivencia presenta tal nivel de estrés que la separación se contempla como la solución a una situación que suele describirse como insostenible. Sin embargo, el periodo inmediatamente después de la separación viene acompañado de toda una serie de cambios económicos, sociales, personales y familiares. Todos estos cambios hacen que este momento en ocasiones se perciba por parte de los ex-cónyuges como aún más estresante que el anterior (Kelly, 1982; Garvin, Kalter y Hansell 1993; Domenech, 1994). Esta situación de estrés es también cierta en el caso de los hijos. Puesto que la unidad familiar actúa de soporte y protección para los niños, la ruptura de esta estructura desencadena un período de desorganización y cambios en la vida del niño. De hecho, muchos niños que con posterioridad admiten que el divorcio ha sido la mejor solución para la familia, en un primer momento no han aprobado la separación y estaban decididamente en contra de ella (Hetherington, Stanley-Hagan y Anderson,1989). No es extraño pues que tanto adultos como niños presenten altos niveles de ansiedad tras la ruptura de la familia. Son muchos los estudios que han evaluado los niveles de ansiedad que presentan los diferentes miembros de la familia durante el proceso de ruptura. Nosotros nos centraremos aquí en los que se refieren a la ansiedad manifestada por los hijos.

Los estudios realizados con muestras clínicas consideran que los niveles altos de ansiedad son una reacción habitual de los hijos ante la ruptura familiar (Kelly y Wallerstein, 1976; Kalter, 1977; Johnston, Campbell y Mayes, 1985). Wallerstein y Kelly (1980b) observaron que las variables que se relacionan con la manifestación de ansiedad de estos niños son: los sentimientos de responsabilidad por la ruptura, el conflicto de lealtad debida a cada uno de los padres, la preocupación ante el rechazo de los padres, el miedo al abandono y el miedo a la posibilidad de no ser querido. Asimismo investigaciones realizadas con muestras no clínicas obtienen resultados semejantes. Estas investigaciones concluyen que los hijos de padres separados presentan niveles más altos de ansiedad que sus compañeros pertenecientes a familias intactas (Pedro-Carroll, Cowen, Hightower y Guare 1986; Guttmann, 1987; Hoyt, Cowen, Pedro-Carroll y Alpert-Gillis,1990). Sin embargo, otros estudios que también utilizan muestras no clínicas, no encuentran diferencias entre los niños de padres divorciados y los de familias intactas en relación a la ansiedad (Felner, Ginter, Boike y Cowen, 1981; Cowen, Pedro-Carroll y Alpert-Gillis, 1990; Thomas y Forehand, 1993). Estas discrepancias en la literatura, presentes incluso en distintos trabajos realizados por los mismos investigadores, dependen fundamentalmente de circunstancias como la edad de los niños, el tiempo transcurrido desde la separación, el nivel de conflicto entre los padres etc, que están modulando la aparición de respuesta ansiógena de los hijos. En el presente trabajo partimos de la hipótesis de que son las condiciones particulares de la separación y no la separación misma las responsables de la aparición de ansiedad en los niños. Por último, debemos destacar que sólo a través de las variables que intervienen en la aparición de la ansiedad podremos diseñar estrategias de actuación que permitan una correcta resolución del problema.

Materiales y métodos

Descripción de la muestra

La muestra está compuesta por un total de 188 sujetos (103 niños y 85 niñas), cuyo rango de edad oscila entre 8 y 14 años (MD=10,49; SD=1,87). De los 188 sujetos, 93 pertenecen a familias cuyos padres se han separado o divorciado ("familias rotas") y los 95 restantes a "familias intactas" actuando de este modo como grupo de control.

Para la obtención de la muestra se escogieron diez colegios al azar de la ciudad de Valencia (España). En cada clase los niños de padres separados o divorciados fueron localizados con la ayuda de sus maestros, evaluándose todos los niños procedentes de familias rotas y a un número igual de niños procedente de familias intactas elegidos al azar entre los pertenecientes a la misma aula. De este modo los dos grupos considerados estaban yugados en edad, curso y clase social. La información se obtuvo mediante autoinformes para los niños y entrevista estructurada para los padres y los maestros.

Instrumentos de evaluación:

Para la evaluación del nivel de ansiedad de los niños se utilizó el State-Trait Anxiety Inventory for Children, STAIC (Spielberg, Edwards, Lushene, Montuori y Platzek, l973) en su versión española (Spielberger, Edwards, Lushene, Montuori y Platzek, 1990). Este instrumento analiza por separado la "ansiedad-estado" (A-E), que evalúa estados transitorios de ansiedad y la "ansiedad-rasgo" (A-R), que informa sobre diferencias relativamente estables de propensión a la ansiedad. La fiabilidad y validez de este instrumento (tanto en su versión inglesa como española) han sido demostradas ya en repetidas ocasiones (Spielberger et al.,1973, 1990; Bauermeister, Forastieri y Spielberger,1989; Pons-Salvador, Frías y Del Barrio, 1994).

La percepción de los niños sobre la situación familiar fue evaluada por medio de la traducción y adaptación del instrumento Chidren’s Beliefs about Parental Divorce Scale (CBPDS) (Pons-Salvador, 1992). Dicho instrumento, publicado por Kurdek y Berg en 1987, aporta información sobre la atribución de culpabilidad, la esperanza de reconciliación entre los padres, el miedo al ridículo y el aislamiento social del niño derivado de su situación familiar. Las propiedades psicométricas de este instrumento han sido estudiadas tanto en la versión inglesa (Kurdek y Berg, 1987) como en la española (Pons-Salvador, Frías, Del Barrio y Mestre, 1994).

En la comparación estadística de los niveles de ansiedad exhibidos por los sujetos de la muestra se han utilizado dos tipos de pruebas paramétricas: la prueba t para la comparación de dos grupos y el Análisis de Varianza para la comparación de tres o más grupos (Zar, 1984). El nivel de significación elegido es de 0.05.

Resultados

En primer lugar se ha comparado el grupo de niños pertenecientes a "familias rotas" con el grupo de niños de "familias intactas". Los resultados indican que los niveles de ansiedad obtenidos por el grupo de "familias rotas" son un poco más elevados que los alcanzados por el de "familias intactas" (Tabla 1), pero estas diferencias no son estadísticamente significativas. Por otro lado, se han agrupado a los sujetos en función de la edad (8-9 años, 10-11 años y 12-14 años). En la Tabla 1 se recogen las medias y desviaciones típicas obtenidas según esta distribución. Los resultados de los ANOVAs que comparan a cada una de las clases de edad de los niños pertenecientes a "familias rotas" con los niños de la misma edad de "familias intactas" indican que las diferencias no son estadísticamente significativas. Tampoco se muestran diferencias significativas entre las tres clases de edad, cuando se consideran por separado a las "familias rotas" e "intactas". En cuanto al sexo, los niños varones pertenecientes a "familias rotas" no presentan niveles de ansiedad significativamente más altos que los niños de "familias intactas". Lo mismo ocurre al comparar las niñas de ambos tipos de familia. Dentro de cada uno de los grupos tampoco se muestran diferencias entre los niños y las niñas. Las medias obtenidas por los sujetos distribuidos en función del sexo se encuentran en la Tabla 1.

En segundo lugar, se ha realizado un estudio comparativo sólo con el grupo de niños pertenecientes a "familias rotas". En relación al tiempo transcurrido desde la separación se distribuyeron los sujetos en dos grupos: "niños cuyos padres se separaron hace cinco años o menos" y "niños cuyos padres se separaron hace más de cinco años". No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre las medias de ansiedad obtenidas por ambos grupos, tanto en A-E como en A-R (Tabla 2). Otra variable evaluada ha sido la percepción que tienen los niños sobre la relación que mantenían los padres antes de la separación, analizándose en función de si discutían con mucha frecuencia o no. Agrupando a los niños de acuerdo con esta variable, se observa que las diferencias de medias no son estadísticamente significativas. Esto indica que, después de la separación, las relaciones que mantenían los padres antes de la ruptura no afectan aisladamente a los niveles de A-E y A-R de los niños. En la tabla 2 se presentan las medias obtenidas por ambos grupos. También, se ha analizado cómo perciben los hijos la relación que mantienen los padres después de la separación. Para ello, se distribuyeron a los sujetos en tres grupos: "los padres se llevan bien", "los padres se llevan regular" y "los padres se llevan mal" (Tabla 2). Los niveles de A-R obtenidos por los sujetos de los tres grupos mostraron diferencias estadísticamente significativas (F=2.41, p<0.05). Dichas diferencias se presentaron entre los niños cuyos padres se llevan "bien" y los que se llevan "mal".

Por último, se relacionó la variable ansiedad con la frecuencia de visitas del padre no custodio. Para analizar esta variable se distribuyeron a los sujetos en cinco grupos: Grupo 1: "nunca ve al padre no custodio", Grupo 2: "lo ve 2 veces al mes o menos", Grupo 3: "lo ve de 3 a 4 veces al mes", Grupo 4: "lo ve 2 ó 3 días por semana", Grupo 5: "lo ve todos los días o cada dos días". Los grupos que obtienen una puntuación media más alta en A-E son el 4 y el 5 (Tabla 2). Las diferencias estadísticamente significativas en A-E se dan entre el grupo 3 "niños que ven al padre no custodio de 3 a 4 veces al mes" y el grupo 5 "lo ven cada dos días o todos los días" (F=3.42, p<0.05). Este resultado indica que las visitas muy frecuentes del padre que no tiene la custodia produce en el niño un mayor nivel de ansiedad como estado. En cuanto a las puntuaciones obtenidas en A-R también se presentan diferencias significativas bajo el efecto del tiempo que pasa el niño con el padre que no tiene la custodia (F=2.69, p<0.05). Los grupos que muestran diferencias son el 1 "nunca ve al padre no custodio" con el 4 "lo ve 2 ó 3 días por semana" (F de Fisher= 4.55, p<0.05) , el 2 "lo ve 2 veces al mes o menos" con el 4 (F de Fisher= 5.34, p<0.05) y el 3 "lo ve de 3 a 4 veces al mes" también con el 4 (F de Fisher= 4.03, p<0.05). Por lo tanto, la frecuencia de visitas del padre que no tiene la custodia influye en la respuesta de ansiedad como rasgo del niño, observándose que una elevada frecuencia de visitas se asocia a mayor nivel de ansiedad.

Discusión

Los resultados de esta investigación muestran que la estructura familiar por sí misma no es lo que determina la aparición de la ansiedad en los niños, al menos después del primer año transcurrido desde la separación parental. La manifestación de la ansiedad en los niños de padres separados está más bien en función del tipo de interacción que tienen los padres entre sí y de la frecuencia de visitas del padre no custodio. El la figura 1 se presentan todas las variables estudiadas considerando si influyen o no directamente sobre la ansiedad.

La relación que mantienen los padres separados es una de las variables que más influyen en los niveles de ansiedad tanto en nuestra investigación como en otros estudios sobre el tema. Cuanto peor se llevan los padres después de la separación más altos niveles de ansiedad se detectan en sus hijos (Hetherington, 1979; Wallerstein, 1987; Tschann, Johnston, Kline y Wallerstein, 1989; Kline, Johnston y Tschann,1991; Johnston y Campbell, 1993, entre otros). Por lo tanto, si los padres continúan discutiendo después de la separación y se critican mutuamente están haciendo más difícil la adaptación del niño aumentando la disonancia y la inestabilidad ambiental. Esta tesis está ampliamente corroborada en este artículo.

El tiempo que pasa el niño con el padre que no tiene la custodia es otra de las variables importantes a la hora de tener en cuenta el ajuste emocional del niño al divorcio. Algunos autores piensan que el acceso frecuente al padre que no tiene la custodia está asociado a una mejor adaptación del niño (Wallerstein y Kelly, 1980a; Fine, Moreland y Schwebel, 1983; Peterson y Zill, 1986). Sin embargo, otras investigaciones no encuentran una relación entre el mayor tiempo pasado con el padre no custodio y una disminución de los problemas del hijo, e incluso se ha observado que este mayor contacto puede llegar a provocar más problemas, sobre todo a nivel emocional (Kurdek, 1981; Baydar, 1988; Johnston, Kline y Tschann, 1989; Thomas y Forehand, 1993). En nuestra investigación los resultados apoyan este último argumento, encontrándose una relación entre la frecuencia de visitas que realiza el padre que no tiene la custodia y el estado emocional de los niños. Las visitas muy frecuentes del padre que no tiene la custodia produce en el niño un mayor nivel de ansiedad, tanto de estado como de rasgo.

Este resultado que indica que la mayor frecuencia de contactos del padre no custodio con el hijo puede provocar en el niño más ansiedad y más problemas emocionales, es un dato difícil de utilizar, puesto que no se puede hacer sin más una recomendación a los padres no custodios de que mantengan pocos contactos con sus hijos. Sin embargo, es a su vez un dato de mucho interés en cuanto que sirve para que a la hora de la intervención se trabaje con los padres el cómo se van a desarrollar las visitas, pudiendo el niño predecir su ambiente al conocer cuándo va a poder ver a su padre. Pero, sobre todo, hay que hacer especial hincapié en que se eliminen las relaciones aversivas entre los ex-cónyuges, al menos en presencia del niño (Pons-Salvador y Del Barrio, 1993). Por otro lado, la mayor frecuencia de visitas del padre influye favorablemente en la percepción que el niño tiene de su padre (Pons-Salvador y Del Barrio, 1994). Esta apreciación estaría apoyando la idea de que no se puede recomendar la no visita o la disminución de visitas del padre no custodio.

Este dato puede tener su origen en diferentes causas y no es fácil su interpretación, pero se han arbitrado algunas hipótesis. En primer lugar, el mayor contacto con el padre que no tiene la custodia puede dar lugar a que el niño tenga más incertidumbre a la hora de escoger entre un padre u otro (Baydar, 1988). En segundo lugar, se puede deber a la falta de una relación armoniosa con el padre no custodio (Baydar, 1988). En tercer lugar, una disminución de contacto con el padre no custodio reduce en el niño la esperanza de que sus padres se reconcilien (Kurdek, Blisk y Siesky 1981). En cuarto lugar, cuando disminuye los contactos, disminuye consecuentemente la frecuencia de conflictos entre los padres (Kurdek et al., 1981). Por otra parte, se podrían añadir a estas razones otras tales como que a mayor número de visitas mayor vínculo entre padre e hijo y por lo tanto más difícil la separación del padre no custodio; a mayor número de visitas más afectado puede estar el padre no custodio que comunica estos sentimientos a su hijo; o simplemente que a mayor número de visitas más probabilidad de que el niño escuche críticas realizadas de un padre hacia otro. Además, si el padre visita con mucha frecuencia a su hijo puede ser que estas visitas se den en momentos no predecibles para el niño, de modo que puede estar distorsionando los hábitos y actividades que suele realizar el niño.

En cuanto al tiempo transcurrido desde la separación es una de las variables que en principio cabría esperar que hubiese afectado a los niveles de ansiedad. Sin embargo, después del primer año se va produciendo un ajuste psicológico al divorcio, aumentando progresivamente a medida que transcurre el tiempo y tal adaptación depende sobre todo del ambiente familiar (Wallerstein, 1987; Hetherington et al. 1989; Hoyt et al., 1990). En la presente investigación dada las características de la muestra, no se ha podido determinar si se presentaban diferencias entre los niños cuyos padres hacía menos de un año que se habían separado y los que hacía más de un año. Teniendo en cuenta que en nuestra muestra el tiempo medio transcurrido desde la separación es igual a 5.59 años (SD=2.91), los resultados indican que el tiempo transcurrido por si mismo, al menos a partir del primer año, no es una variable que afecte directamente sobre la respuesta de ansiedad.

En relación al sexo, en estudios no específicos sobre divorcio y realizados con muestra no clínica, parece ser que esta variable sólo tiene una pequeña influencia respecto a la manifestación de ansiedad, de modo que las niñas muestran un poco más de ansiedad como rasgo (Spielberger et al., 1990). En nuestro estudio aunque la tendencia apoya esta tesis no se han encontrado diferencias significativas ni en el grupo de familias rotas ni en el grupo de control. Tampoco en los distintos grupos de edad se han manifestado diferencias respecto a la respuesta de ansiedad.

En conclusión vemos que los resultados de este trabajo apuntan a que lo que más afecta a la elevación de la ansiedad de los niños de padres separados o divorciados es que sus padres se lleven mal después de la separación (discutiendo delante de los niños o criticándose mutuamente). Y también que el padre no custodio visite con una frecuencia casi diaria a sus hijos. Estos resultados están íntimamente relacionados, de modo que a más frecuencia de visitas del padre no custodio se da también una mayor probabilidad de conflicto entre los padres. Todo ello nos puede estar indicando que no es el divorcio o separación en sí mismo lo que aumenta el nivel de ansiedad de los hijos, sino una serie de circunstancias que rodean al mismo, que conociéndolas nos pueden ayudar a controlar la manifestación de ansiedad en los niños.

Agradecimientos

Esta investigación ha sido financiada por la Institució Valenciana d’Estudis i Investigació (CPS-033).

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Aceptado el 23 de febrero de 1995

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