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La revista Psicothema fue fundada en Asturias en 1989 y está editada conjuntamente por la Facultad y el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y el Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias. Publica cuatro números al año.
Se admiten trabajos tanto de investigación básica como aplicada, pertenecientes a cualquier ámbito de la Psicología, que previamente a su publicación son evaluados anónimamente por revisores externos.

PSICOTHEMA
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Psicothema, 2005. Vol. Vol. 17 (nº 4). 663-668




PSICOLOGÍA Y VOCACIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA

Rafael Llavona y Javier Bandrés

Universidad Complutense de Madrid

En la década de los 60 del pasado siglo culminó un proceso de aproximación de la Iglesia católica española a la psicología científica coincidiendo con los tiempos de renovación impulsados por el Concilio Vaticano II. En este contexto creció la inquietud por determinar qué posibilidades ofrecía la psicología a la Iglesia en la tarea de seleccionar los candidatos al sacerdocio y la vida religiosa. Julián Ibáñez y Sabino Ayestarán se destacaron por sus análisis y propuestas, que estudiamos en el presente trabajo.

Religious vocation and psychology in Spain. In the decade of the sixties of the last century, the Spanish Catholic Church established a process of connection with scientific psychology, coinciding with the times of renewal set in motion by the II Vatican Council. In this context, concern for determining the possibilities provided by psychology to the Church in its task of selecting candidates for priesthood and religious life increased. The interesting and well articulated proposals carried out by Julián Ibáñez and Sabino Ayestarán are analyzed and discussed in this paper.

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Marco histórico

En los años 60 del pasado siglo culmina por parte de la Iglesia católica un proceso de aproximación a la Psicología científica que se inicia en el último tercio del siglo XIX. La encíclica Aeterni Patris, que el papa León XIII publica en 1879, es al mismo tiempo una llamada a la renovación de la filosofía tomista—la Neoescolástica— y a la modernización de la Iglesia, sintonizando con los avances de la ciencia de su tiempo. Entre las ciencias entonces emergentes destaca la Psicología, cuyo nacimiento simbólico se asocia con la fundación del Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Leipzig por Wundt en ese mismo año de 1879. Su reconocimiento exige una reordenación del saber, asignándole un lugar en el conjunto de las ciencias, definiendo sus objetivos, sus relaciones y su contribución a una visión global del mundo. Por lo que se refiere al caso español, en un primer momento los estudios de Psicología se realizan por un grupo de estudiantes selectos preferentemente fuera de nuestras fronteras, en Leipzig, París, Roma o Lovaina, a la sombra del cardenal Mercier. Éste es el caso, entre los más conocidos, del agustino Marcelino Arnáiz, del jesuita Ugarte de Ercilla y del sacerdote Federico Dalmau. Sobre esa base la Psicología se incorpora en un segundo momento a los planes de estudios eclesiásticos. Así, por ejemplo, en la Universidad Pontificia de Comillas, fundada en el año 1904, la Psicología Experimental se incorpora en 1909 al plan de estudios de Filosofía, estando confiada su docencia en los primeros cursos (1909-1918) al jesuita Narciso del Castillo.

Tras la Guerra Civil (1936-1939), dos clérigos neoescolásticos desempeñan un papel activo en la reorganización de la Psicología dentro del marco nacionalcatólico que inspira el diseño del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fundado en 1939: Manuel Barbado y Juan Zaragüeta. De los ocho patronatos que componen el CSIC, el Raimundo Lulio, cuyo primer director es monseñor Eijo y Garay (obispo de Madrid-Alcalá), está dedicado a las ciencias teológicas, filosóficas, jurídicas y económicas y consta de nueve Institutos. Uno de ellos, el Luis Vives, está dedicado a la Filosofía. De su organización se encarga el dominico M. Barbado, que vuelve en 1941 de Roma, donde era profesor de Psicología Experimental en la Universidad Pontificia Angelicum. También ocupa la cátedra de Psicología Experimental de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid —la emblemática cátedra del Dr. Simarro—. Barbado tiene grandes proyectos para la Psicología que incluyen la creación de un instituto psicológico independiente dentro del CSIC. Sus proyectos, sin embargo, no se llevan a cabo debido a su muerte prematura en 1945.

Le sucede como director del Luis Vives el sacerdote J. Zaragüeta, formado en Lovaina con D. Mercier y desde 1931 catedrático de Pedagogía de la Facultad de Fílosofía y Letras de la Universidad de Madrid. En el seno del Instituto crea en 1948 el Departamento de Psicología Experimental —con un proyecto más modesto que el de M. Barbado— y confía su dirección a José Germain, respaldado por el franciscano A. Gemelli, profesor de Psicología y rector de la Universidad Católica Sacro Cuore de Milán. La tutela de Zaragüeta se extiende también a la Escuela de Psicología y Psicotecnia para postgraduados de la Universidad de Madrid, que dirigirá desde la fundación en 1953 hasta su fallecimiento en 1974.

Cuando en octubre de 1954 se abre la Escuela, la Junta Directiva selecciona a los solicitantes que, a su juicio, tienen más necesidad de formación psicológica. En la relación de profesiones de interés preferente figuran en primer lugar los sacerdotes. Transcurridos veinte años en los que el único título de Psicología que concede la Universidad de Madrid es el de la Escuela, lo han obtenido 1.523 alumnos; de ellos 156 proceden de estudios eclesiásticos y todos ellos han optado por la especialidad de Psicología Clínica (Bandrés y Llavona, 2004).

La década de los 60

Durante los años 60 se produce en España un notable aumento en la producción bibliográfica que aborda diversos aspectos de la Psicología religiosa. Son muchas las editoriales que recogen en sus fondos títulos sobre este tema: Desclée de Brouwer, Ediciones Paulinas, El Mensajero, Herder, Razón y Fe, Religión y Cultura, Sígueme y Studium son las principales, pero no las únicas. Ofrecen a sus lectores tanto obras originales como traducciones, porque este interés por abordar el hecho religioso desde la Psicología no es un fenómeno exclusivamente español, como tampoco lo son los problemas concretos que a su luz se tratan de estudiar. En 1969 se celebra en Padua el V Congreso de la Asociación Católica Internacional de Estudios Medicopsicológicos (ACIEMP) dedicado al estudio de La ayuda medicopsicológica en la formación de sacerdotes y religiosos. Participan psicólogos y psiquiatras de EE.UU., Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania, Irlanda, Italia y España. Sus aportaciones ofrecen una panorámica de los principales temas en los que se está trabajando en este campo: 1) Discernimiento de vocaciones: examen de admisión, instrumentos diagnósticos y perfiles de personalidad; 2) Intervenciones psicológicas especializadas posteriores a la admisión y relación de los psicólogos con la comunidad educativa; 3) Formación de los formadores; 4) Trabajo de grupo; 5) Situación específica de ayuda a las religiosas (Tornos, 1969).

Una idea de la repercusión de este fenómeno sociocultural en el ámbito de la Psicología científica nos la da el hecho de que en la sesión de clausura de la IX Reunión Anual de la Sociedad Española de Psicología, que se celebra en Barcelona en 1964, se constituye dentro del seno de la Sociedad un Grupo de Psicología Religiosa, presidido por R. Thomas, con la suficiente consistencia como para organizar cinco subgrupos territoriales. Entre las tareas que se propone llevar a cabo son reseñar la confección de una Bibliografía española de Psicología religiosa a partir de 1940, un listado de revistas de interés psicológico religioso y un índice de temas de estudio de los miembros del Grupo, así como la creación de un Boletín (Anónimo, 1965). Tanto en este Grupo de Psicología Religiosa como entre los miembros de la ACIEMP y en el colectivo de editoriales más arriba aludido el tema de la Vocación religiosa —más estrictamente religiosa y sacerdotal— es el que mayor dedicación suscita.

Vocación religiosa y Psicología

En el proceso de la vocación religiosa pueden señalarse tres dimensiones, que Carlos Amigo (1964) denomina teológica, fenomenológica y eclesial. La dimensión teológica nos sitúa, más allá del ámbito de la vida profana y del dominio de la Psicología científica, en el orden sobrenatural de la creencia que postula lo trascendente como causa del proceso: la vocación es una llamada de Dios a seguir los consejos evangélicos (Zaragüeta, 1960, 1961). Por su parte, el individuo concreto debe prepararse y disponer el espíritu para hallar la voluntad divina y, en consecuencia, efectuar una correcta elección de estado o modo de vida. Tras más de cuatro siglos, los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola se consolidan como uno de los métodos de elección más estimados y desde la Psicología científica se ponen de manifiesto las intuiciones psicológicas del texto ignaciano (vid. Bertrán, 1964; Iparraguirre, 1961). Ahora bien, ¿puede la propia Psicología hacer alguna contribución específica a ese proceso de discernimiento de la vocación religiosa? Amigo (1964) —aludiendo a fuentes del magisterio eclesiástico que por su parte Nabais (1959) pormenoriza históricamente con detalle— responde afirmativamente. Dios actúa en el individuo concreto, respetando sus condiciones personales y ambientales: es la dimensión fenomenólogica. El psicólogo no puede analizar la vocación, pero sí la persona en su proyección vital; no puede decir que tal o cual individuo tenga vocación, pero sí que tal persona posee tales aptitudes, tal actitud y está movida por determinados impulsos. «La pregunta que debemos hacer al psicólogo no es: ¿Hay vocación?, sino: ¿Qué posibilidades tiene?» (Amigo, 1964, p. 318). Para dar su respuesta el psicólogo necesita conocer no sólo las cualidades del individuo, sino también su adecuación a la forma de vida concreta en la que desea ser recibido por la Iglesia: es la dimensión eclesial. Las alternativas de vida consagrada son múltiples. J. Carrascal dedica la segunda parte de su obra Orientación vocacional a presentar un catálogo descriptivo de los diversos institutos religiosos que operan en España, en la 3.ª edición de 1963 alcanzan nada menos que la cifra de 168.

Situándose en la dimensión fenomenológica de la vocación religiosa, Amigo (1964) esboza las líneas básicas del psicograma del candidato. Debería realizarse teniendo presente su trayectoria dinámica con información sobre el ambiente, la familia y la constitución física; incluyendo, por tanto, información facilitada por el párroco, los maestros, el médico y el reclutador. El psicólogo, por su parte, aporta el necesario examen de las aptitudes mentales y la personalidad. Éste es el parecer de C. Amigo respecto a los principales recursos que la Psicología ofrece para realizar tal examen:

1) Tests de inteligencia. A su juicio los más adecuados en la práctica de una primera selección y orientación de aspirantes a la vida eclesiástica serían: Raven, Goodenough, Otis, Ampe, Ballard y Aptitudes generales de García Yagüe.

2) Cuestionarios de Personalidad. Son del mayor interés, dada la importancia del equilibrio psíquico en el sacerdote y el religioso. Constituyen la base de los escasos intentos (Benkö-Nuttin, Gratton, Simoneaux) que se han realizado para analizar la personalidad del candidato al sacerdocio o la actitud religiosa del individuo. Amigo considera la mejor aportación la de Benkö-Nuttin al adaptar el MMPI permitiendo establecer un perfil individual cualificado.

3) Técnicas proyectivas. Podrían utilizarse como simple detector superficial de posibles trastornos, dejando lugar al análisis más fino y profundo del especialista. Rorschach, T.A.T. y Szondi son los tests más empleados, constituyendo lo que C. Amigo llama tentación del psicólogo vocacional.

4) Entrevista. Es un elemento valioso para conocer la personalidad del individuo concreto. En selección vocacional proporciona datos preciosos sobre motivación, ambiente, carácter, actitud y personalidad total del candidato. Una modalidad de entrevista de grandes perspectivas, sobre todo cuando se trata de vocaciones adultas, es la autagógica (couseling). Como método clínico, y esto puede decirse también de otras técnicas clínicas, sólo la aconseja en casos problema.

5) Psicoanálisis. Amigo se remite al parecer de la Sagrada Congregación del Santo Oficio que en 1961 se opone a quienes juzgan necesario el Psicoanálisis como examen previo o como elemento de juicio sobre la aptitud de los candidatos a la vida eclesiástica y estima que los psicólogos católicos excluyen, como norma general, el recurso al Psicoanálisis.

Provisto de tales recursos, el psicólogo puede elegir dos caminos complementarios para responder a la pregunta básica: ¿qué posibilidades tiene una vocación? Uno es buscar los factores específicos de predicción de la eficiencia en las distintas modalidades de actividad pastoral: ésta es la opción de Julián Ibáñez. Otro es la búsqueda de los factores genéricos de predicción del éxito psicológico en la vida consagrada: ésta es la opción de Sabino Ayestarán.

La aportación de Julián Ibáñez

Licenciado en Derecho en 1946, J. Ibáñez ingresa ese año en la Compañía de Jesús. Es destinado a Perú y de allí pasa a Colombia. En 1954 obtiene el doctorado en Filosofía en la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá con una tesis titulada: La orientación profesional en los colegios: principios y método simplificado. De regreso a España, en 1957 imparte clases de Psicología en Madrid, en el ICADE, y continúa trabajando en orientación vocacional (entrevista de los autores con Julián Ibáñez, en Madrid, el 11 de marzo de 2004).

En 1959 publica Método de orientación profesional preuniversitaria (en adelante, Método), edición revisada de su tesis, en donde ofrece los fundamentos doctrinales de su método, el procedimiento práctico y el material psicotécnico necesario para su aplicación. Sobre esa base imparte unos cursillos de pastoral y orientación profesional preuniversitaria para educadores jesuitas y redacta un texto para «uso doméstico», Psicotecnia y estados de perfección, que P. Meseguer —el director de la colección Psicología. Medicina. Pastoral de la editorial Razón y Fe— no duda en publicar en 1961. En 1970 presenta una nueva aportación específica: Pastoral juvenil diferencial: tipología y pastoral.

Psicotecnia y estados de perfección es una aplicación del Método a la orientación profesional en la vida religiosa e institutos seculares masculinos, concebida como un proceso completo, desde el diagnóstico y pronóstico iniciales, pasando por un plan de formación específico y tutelado, hasta llegar al dictamen final una vez concluidos los estudios. Toda la información queda registrada en la Ficha Cumulativa y en la hoja de Anotaciones del Orientador que se incluyen como anexos del texto.

El contexto ideal para la primera obtención de datos sería el Colegio y el momento, el cursillo de orientación profesional pre-universitaria, incluido el candidato en su grupo de compañeros. La diagnosis del sujeto parte del estudio del Intérés Vital, aspiración predominante hacia un género de vida, que se concreta en aficiones y preferencias ocupacionales experimentadas en la vida diaria. El material psicotécnico indicado para su estudio es el cuestionario Diagnóstico vivencial de intereses —se encuentra en el Método como la mayor parte de los recursos psicotécnicos recomendados— y la ficha Correlación ocupacional de vivencias —facilitada como anexo—, que incluye las normas prácticas para obtener el perfil de intereses reales que sitúa al candidato en un área de preferencias. La correlación ocupacional supone que las actividades propias de los ministerios apostólicos susceptibles de una cualificación psicotécnica común han sido agrupadas en diez áreas ocupacionales fundamentales. Se adjuntan hojas desplegables que resumen gráficamente el profesiograma de cada área, en las que se expresan la cualificación psicotécnica general, las principales actividades que abarca y el conjunto de aptitudes específicas que tal ocupación requiere.

El estudio de las aptitudes se inicia con la revisión médica. El diagnóstico caracterológico sigue la tipología de R. Le Senne y se lleva a cabo mediante el cuestionario introspectivo Análisis caracterológico. Las correspondientes cuadrículas valorativas dan la intensidad de cada factor hasta llegar a un perfil interior que se compara con el perfil exterior paralelo, obtenido por observación sistemática de la conducta externa, realizada por los profesores y tutores del Colegio mediante las correspondientes Escalas valorativas. La comparación permite detectar problemas de inhibición, desadaptación, tensión psicológica o enmascaramiento. Respecto a la aptitud intelectual, comprobado mediante la adaptación del Terman que se alcanza el nivel mental requerido para los estudios superiores, la investigación se centra en el diagnóstico de inteligencia cualificada. Para ello se adopta la clasificación —inteligencia «abstracta», «verbal» y «espacial»— y la técnica de E. Mira, añadiendo el «factor numérico». El estudio de las aptitudes se cierra con la consideración de las aptitudes específicas requeridas por las distintas áreas ocupacionales. Se trata de un bloque que comprende factores intelectuales y sociales, diagnosticados por una batería de diez tests psicométricos y por observación mediante las mencionadas Escalas valorativas. Dichas escalas permiten, asimismo, elaborar el denominado Psicograma por observación.

Completada la Ficha cumulativa con todos los datos correspondientes a esta fase inicial, se confronta el perfil de intereses reales (Interés vital) con el profesiograma correspondiente a las áreas de mayores preferencias afectivas y se comprueba sucesivamente si el candidato posee las cualidades requeridas a fin de dar un diagnóstico y un pronóstico provisionales ajustados. El orientador formula su consejo y el sujeto realiza su deliberación personal —en el ambiente de unos Ejercicios Espirituales— para tomar la decisión adecuada.

A partir del ingreso del candidato en una institución religiosa, detectadas ya las aptitudes básicas y los intereses vitales del sujeto, la orientación prescinde de los recursos psicotécnicos y recurre a la información, la observación, la entrevista y el consejo. En el período de formación se propone encauzar el desarrollo de ese potencial y poner remedio a posibles desviaciones. Fruto del proceso es la adquisición de una preparación o conjunto de hábitos aptitudinales, así como de un caudal de ciencia y experiencia.

Para tutelar la trayectoria formativa, respecto a la preparación, el orientador acude al informe por observación y a la entrevista. El primero se recaba de varias personas que hayan convivido al menos un año con el sujeto, en tres momentos significativos de la vida religiosa, distanciados entre sí y del noviciado por intervalos de dos o tres años. La información se recoge de modo sistemático mediante la hoja Informe sobre cualidades observadas —incluida como anexo— que se entrega como pauta a quienes tienen que informar. La entrevista ha de realizarse una o dos veces al año, como mínimo deseable. En ella el joven religioso comunica sus experiencias personales formativas, recibe consejo y el orientador constata el resultado positivo o negativo que de tal dirección se sigue. Respecto al caudal formativo el orientador encuentra su fuente principal de información en el expediente académico; información que habrá de completar recogiendo datos sobre otras pruebas de eficiencia dadas o fracasos habidos, y a ser posible sus causas.

Al terminar el período de formación, con todos los datos presentes respecto a la persona —cualidades, intereses, preparación y caudal—, tal y como aparecen en la Ficha cumulativa y en la hoja de Anotaciones del orientador, teniendo a la vista la previsión de necesidades apostólicas, el orientador está en condiciones de formular un dictamen final y proponer un destino concreto: sugerencia a partir de la cual el Superior tomará la decisión.

La obra de Sabino Ayestarán

Sabino Ayestarán ingresa en la orden franciscana en 1952. Una vez completada su formación sacerdotal estudia Psicología de octubre de 1960 a junio de 1964 en la Universidad de Lovaina. En 1965 presenta la memoria de licenciatura. De Lovaina pasa destinado a Roma. Allí es profesor de Psicología en el Ateneo Pontificio Antonianum desde enero de 1967 hasta octubre de 1972 (entrevista de los autores con Sabino Ayestarán, San Sebastián, 16 de julio de 2004).

La memoria de licenciatura, Estudio empírico, realizado en España, sobre los factores de predicción del éxito psicológico en los candidatos al sacerdocio, está concebida como la primera fase de una futura tesis doctoral. Se trata de un estudio empírico sobre novicios y estudiantes religiosos que continúa la línea del trabajo de A. Benkö y J. Nuttin, realizado en Bélgica el año 1955, y que es a su vez complementado por el estudio de José Goya aplicando los mismos cuestionarios a seminaristas diocesanos (estudio que no llegará a término). El propio J. Nuttin le sugiere el tema, asume su dirección y gestiona la publicación conjunta de la traducción de su colaboración con Benkö y la memoria de S. Ayestarán en la Editorial Razón y Fe en 1966.

A. Benkö y J. Nuttin se proponían estudiar la posibilidad de predecir la adaptación vocacional de los candidatos a la vida religiosa-sacerdotal a partir de su equilibrio psíquico —el grado de integración de la personalidad—, evaluado mediante una versión apropiada del MMPI. Una vez que el estudio muestra que esa versión del MMPI puede ser empleada con tal objetivo, el siguiente paso es definir unos criterios para valorar el grado de adaptación de un sujeto a la vida consagrada. Los criterios elegidos son dos: uno, externo, la perseverancia en la vida religiosa; otro, interno, la conciencia de la propia adaptación, la conciencia de que al seguir la vocación se responde a una tendencia profunda de la personalidad, valorada mediante un cuestionario de adaptación vocacional (A). El estudio llega a las siguientes conclusiones: 1.ª) De la relación observada entre los resultados del MMPI y la perseverancia en la vida religiosa durante el noviciado se desprende que los sujetos más desequilibrados resultan al tiempo los más inadaptados y abandonan. 2.ª) De la relación observada entre los resultados del MMPI y los datos de los cuestionarios A de los estudiantes religiosos de Filosofía y Teología se desprende que en la predicción de la adaptación religiosa a partir de los datos del MMPI «hay que contar con un margen de error considerable» (Ayestarán, 1966a, p. 13).

A partir de estos resultados, S. Ayestarán introduce varias modificaciones en ese proyecto inicial. En primer lugar, toma en consideración un tercer factor predictor del éxito psicológico de los candidatos a la vida religiosa, complementario de los dos propuestos por A. Benkö y J. Nuttin, el equilibrio psíquico y la conciencia de la propia adaptación: los intereses sacerdotales. Con este factor pretende comprobar hasta qué punto asimila el candidato el modelo de sacerdote que se le propone y si lo que entiende por ser sacerdote se corresponde con la visión del sacerdocio y con los intereses fundamentales de los sacerdotes maduros que trabajan en su entorno sociocultural. Asimismo, con ello trata de verificar si la conciencia de adaptación que tienen los jóvenes religiosos corresponde a la adaptación real de los mismos y, por tanto, permite predecir la futura adaptación real. En segundo lugar, a partir de una teoría de la personalidad afín a C. Rogers y J. Nuttin, formula la hipótesis de una mejora progresiva de los tres factores predictores a medida que los candidatos avanzan hacia el sacerdocio, asemejándose cada vez más a los sacerdotes logrados de su región. En tercer lugar, añade una condición contextualizadora: «Esta predicción es posible tan sólo a condición de que el ambiente cultural e ideológico en el que han sido formados los candidatos al sacerdocio no difiera excesivamente del ambiente que van a encontrar más tarde, cuando ya sean sacerdotes» (Ayestarán, 1966a, p. 14). En cuarto lugar, revisa la adaptación del MMPI, amplía el cuestionario A y elabora uno nuevo de intereses sacerdotales (I), a partir del cuestionario de Strong modificado por B. Lhota.

Integrados los tres cuestionarios en un cuaderno con 427 cuestiones, S. Ayestarán los presenta a 724 sujetos, novicios, filósofos y teólogos, en las casas de formación pertenecientes a once familias religiosas de vida activa que reciben candidatos de las diócesis de Bilbao, Pamplona, San Sebastián y Vitoria. Se trata, pues, de un estudio transversal: para estudiar cada uno de los ocho años de preparación al sacerdocio se toman sujetos diferentes. La aplicación se realiza del 15 de diciembre de 1963 al 15 de enero de 1964. A los novicios y a los filósofos les entrega una ficha con un código y un sobre con su dirección, con el ruego de que le remitan la ficha en caso de abandono de la vida religiosa. En el momento de interpretar los resultados S. Ayestarán habrá recibido treinta y ocho fichas.

Una vez estudiados los resultados de los cuestionarios, con especial atención a los de aquellos que han comunicado su abandono, y teniendo como punto de comparación los datos obtenidos por J. Goya, se llega a tres conclusiones fundamentales aunque provisionales, como corresponde a un estudio transversal, previo a la investigación longitudinal que dará lugar a la tesis de doctorado y para la cual se consolida el seguimiento de un centenar de estudiantes religiosos. La primera conclusión es afirmativa. La versión del cuestionario MMPI utilizada tiene una buena validez, aunque debe ser mejorada, y lo mismo puede decirse del A y del I. La aplicación conjunta de los tres cuestionarios varias veces a lo largo de los años de formación permitiría analizar la evolución del candidato y predecir las probabilidades de adaptación vocacional y, por tanto, de éxito psicológico. La segunda conclusión es negativa. La hipótesis no se cumple. La evolución del equilibrio psíquico es bastante irregular, el progreso no es suficientemente claro, difícilmente se puede hablar de mejora; es más, parece ser bastante normal cierto desequilibrio psíquico en determinadas fases críticas de la preparación al sacerdocio. En cuanto a la adaptación y a los intereses no se observa desarrollo lineal, ni tampoco en paralelo; incluso en tiempos, se da una evolución opuesta, salvo en los dos últimos años de Teología, en que ambos factores mejoran.

La tercera conclusión es crítica. S. Ayestarán reconoce que su hipótesis de partida es falsa o inexacta con respecto a la realidad; pero se pregunta si esa realidad es la justa, la que podría o debería ser, si esa realidad no es el resultado de una falta de selección y de un método educativo ya superado por las circunstancias.

La falta de selección para la vida religiosa con criterios psicológicos parece clara: «Se admiten al sacerdocio con excesiva facilidad candidatos que no ofrecen garantías de éxito en su vocación: a veces porque se descuida el aspecto humano; otras, porque no se tienen medios para estudiarlo debidamente» (Ayestarán 1966b, p. 263). Las deficiencias del sistema educativo son patentes en el noviciado. Su ambiente cerrado acentúa la tendencia al ensimismamiento propia del adolescente y favorece una solución del conflicto vocacional y una adaptación vocacional aparentes gracias a mecanismos de tipo neurótico o psicótico. La separación temporal del mundo debería conjugarse con la presentación de una visión cristiana positiva de la nueva cultura. El resto de la educación debería hacerse en diálogo con la realidad que el estudiante se va a encontrar al llegar al sacerdocio. Esta realidad es la de una Iglesia que se agita con los ecos del Vaticano II.

El Concilio Vaticano II y la vocación religiosa

El Concilio Vaticano II (1962-1965) ocasiona lo que L. A. Ribot (1969) llama la revolución copernicana en el concepto de vocación. De acuerdo al planteamiento conciliar la vocación es una para todos los hombres: ser Iglesia, ser pueblo de Dios. Bien es cierto que esa vocación reviste formas particulares —sacerdotal, religiosa o laical— con diversidad de funciones y estilos de vida; y que cada uno habrá de optar atendiendo a su disponibilidad, inclinación y a las necesidades del momento. Pero todos están igualmente llamados a la santidad y al servicio de la comunidad. En segundo lugar, el Concilio Vaticano II incide en el proceso vocacional en la medida en la que afirma y pone de relieve la importancia del sacerdocio de los fieles sin que al tiempo revise con la misma atención la fundamentación, la estructura del sacerdocio de los presbíteros, la imagen del sacerdote en su realidad concreta y en sus aspectos sociológicos y su relación con el Episcopado y el Pueblo de Dios. Así, por contraste, la función del sacerdote queda difuminada y su atractivo mermado. En tercer lugar, la concepción del pueblo de Dios como ‘ciudad secular’, que se afianza en el posconcilio, tiene como efecto «establecer una marcada antítesis con la ciudad ‘sacral’ que había definido y caracterizado, durante muchos siglos, todo lo eclesial» (Díaz Moreno, 1969, p. 190). En consecuencia, se produce una revalorización del modo de vida del laicado en la sociedad secularizada, en contraste con la imagen tradicional de la vida consagrada y su soporte, los consejos evangélicos —pobreza, castidad y obediencia—, puestos ahora en contingencia.

Las constituciones y decretos conciliares catalizan y dan a un tiempo argumentos para interpretar una crisis de vocaciones que según estima J. López García (1969) en esos años está en España en sus comienzos, pero tiene el carácter de seria y profunda, y unas causas bien definidas, generalizables para el resto de Europa: 1) Sociológicas: origen rural de la mayoría de las vocaciones en una sociedad eminentemente urbana, transformación familiar, recelo de los padres ante la vocación de sus hijos, nueva situación educacional y nuevas profesiones; 2) Culturales: actitudes y valores de los jóvenes; 3) Sociorreligiosas: crisis de fe, proceso de secularización, formación tradicional e insuficiente, inadaptación de las estructuras eclesiales, crisis de imagen, pérdida de prestigio del sacerdocio y de la vida religiosa, situación de división interior de la Iglesia y falta de una pastoral vocacional adecuada. Este estudio sobre las causas de la crisis de vocaciones en España y en Europa, presentado en la Segunda Semana Nacional de Vocaciones (Pamplona, 18-24 de 1968), tiene como base los informes sobre el tema presentados por los delegados de Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Irlanda, Italia y Malta en el Congreso Europeo de Delegados Nacionales de Vocaciones celebrado en Roma a fines de 1967. Las conclusiones de la Segunda Semana Nacional de Vocaciones insisten en la necesidad de una renovación profunda tanto de la vida consagrada como de la pastoral vocacional a fin de adaptarlas a las exigencias de los nuevos tiempos.

La Psicología en tiempo de crisis vocacional

En 1969 se reúnen en Padua, lo hemos indicado más arriba, los miembros de la ACIEMP para estudiar el tema de La ayuda medicopsicológica en la formación de sacerdotes y religiosos. En su reseña Andrés Tornos (1969) recoge las principales cuestiones que quedan abiertas tras la celebración del Congreso: 1) Coordinación entre los responsables de la formación y los psicólogos; 2) Discernimiento de vocaciones y secreto profesional; 3) Discernimiento de vocaciones e imagen vocacional; 4) Objetivos del trabajo de grupos; 5) Tensión entre Psicología profunda y Psicometría; 6) Directividad del trabajo pastoral; 7) Labor del psicólogo en un mundo cambiante: «¿Cuál puede ser la postura honesta del psicólogo ante las iniciativas institucionales que le reclaman? ¿Tiene un deber contestatario para con las estructuras representadas por las instituciones? ¿Sabemos lo que es la vocación sacerdotal? ¿Sabe de veras quién es él mismo en el movimiento de la sociedad nueva y qué se le pide?» (pp. 483-484).

No estaba previsto que en el Congreso se presentaran conclusiones oficiales. Sin embargo, un grupo de participantes redacta un documento y lo presenta en la sesión plenaria de clausura. «En él —resume A. Tornos— se hace presente a los responsables de la formación sacerdotal y religiosa la conveniencia, que habría sido reconocida en las discusiones de grupo, de que se considere si no han de ser transformadas muchas estructuras hasta ahora consideradas como inmutables. Porque las adquisiciones de las ciencias humanas habrían mostrado que han de ser cuestionadas, no la fe como tal —para lo cual no son ellas competentes—, pero sí las estructuras religiosas tradicionales» (pp. 484-485). Se producen algunas intervenciones. Tornos sólo cita por su nombre a Sabino Ayestarán, quien manifiesta «que está de acuerdo con el contenido así en general, pero que ve en la asamblea sectores que se preguntan para qué sirve un documento así, a quién está destinado, en qué ocasiones se hará uso de él, qué repercusiones puede tener ese uso en la manera de concebirse por los formadores el trabajo de los psicólogos» (p. 485). El texto es aprobado por una gran mayoría. Casi todas las notas sobre el Congreso aparecidas en la prensa aluden al documento.

S. Ayestarán tiene el mismo año 1969 la oportunidad de defender esas ideas ante el destinatario apropiado y en la ocasión precisa cuando presenta en Roma, en un Capítulo de la Orden, las líneas de un nuevo modelo de formación, más ajustado a las renovadas categorías religiosas, a la nueva cultura y a las necesidades y circunstancias del momento. Y también puede comprobar la manera de concebirse por los formadores el trabajo de los psicólogos. Se manifiestan contrarios a la propuesta. Recelan de la Psicología, aunque están dispuestos a incorporar en el proceso de discernimiento y dirección los datos psicológicos. Se admite la aportación, pero no se comparte la toma de decisiones sobre el proyecto, la arquitectura interna de la organización o la autoridad; ni sobre el ritmo de los cambios necesarios.

La Psicología, en estos años de renovación del postconcilio, se ha vuelto a encontrar con una variante pragmática de los mismos temas de fondo de aquellos tiempos de modernización de la Aeterni Patris: ni en la ciencia ni en la técnica está la cuestión. La cuestión es quién programa, de acuerdo a qué presupuestos, en qué sintonía con el mundo exterior y con qué fines.

Epílogo

En octubre de 1972 S. Ayestarán vuelve a España y convalida los estudios de Psicología en la Universidad de Barcelona. En el año 1973 se produce un incendio en su despacho. Entre los documentos que se lleva el fuego están las fichas del centenar de estudiantes religiosos de los que continúa haciendo el seguimiento: el trabajo de su tesis doctoral queda interrumpido. ¿Empezarlo de nuevo o empezar uno nuevo? Esa es la cuestión. S. Ayestarán se inclina por la segunda alternativa. Quizá racionalizando la pérdida ve muy claro que el viejo proyecto —más allá de su valor académico— ha perdido sentido. En la Iglesia está ahora en juego un proceso de aplicación del espíritu del Vaticano II que marca otras prioridades y nuevos retos para la Psicología: el diseño de un modelo de formación acorde con una institución que debe adaptarse a los nuevos valores (Ayestarán, 1976, 1978). Nebreda (1974) lo definirá por esas fechas con todo dramatismo: renacer o morir.

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