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Psicothema was founded in Asturias (northern Spain) in 1989, and is published jointly by the Psychology Faculty of the University of Oviedo and the Psychological Association of the Principality of Asturias (Colegio Oficial de Psicología del Principado de Asturias).
We currently publish four issues per year, which accounts for some 100 articles annually. We admit work from both the basic and applied research fields, and from all areas of Psychology, all manuscripts being anonymously reviewed prior to publication.

PSICOTHEMA
  • Director: Laura E. Gómez Sánchez
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  • ISSN: 0214-9915
  • Digital Edition:: 1886-144X
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Psicothema, 2004. Vol. Vol. 16 (nº 3). 468-475




LA ADOLESCENCIA EN ESPAÑA, PALESTINA Y PORTUGAL: ANÁLISIS COMPARATIVO

Gonzalo Serrano, Sofián El-Astal* y Filomena Faro

Universidad de Santiago de Compostela y * Universidad de Al-Azhar (Gaza, Palestina)

Este artículo presenta de modo resumido las conclusiones de tres investigaciones realizadas desde los mismos planteamientos sobre la adolescencia en España, Palestina y Portugal. Se pretende investigar los patrones conductuales de los adolescentes, generales y diferenciales, en las principales áreas de la vida social, la relación de los adolescentes con sus grupos, los factores determinantes de sus conductas antisociales y, en general, su percepción de la realidad social. Se ha tenido en cuenta un conjunto de variables sociales y demográficas relevantes y se ha utilizado un gran número de cuestionarios y escalas para medir las dimensiones psicológicas y sociales estudiadas. Los resultados ponen de manifiesto la influencia de los contextos de socialización sobre el ajuste y la desviación social; y también, la existencia de diferencias entre los grupos nacionales derivadas fundamentalmente de la distinta relación con el hecho religioso.

Adolescence in Spain, Palestine and Portugal: a comparative analysis. This article summarizes the conclusions of our research on adolescence in Spain, Palestine and Portugal. We intented to establish the behavioral patterns –global and differential– in the main field of social life, the relationships of adolescents with their groups, the determinant factors of their antisocial behaviours and, generally, their perception of social reality. We have considered a set of social and demographic outstanding variables and we have used a great number of questionnaires and scales to measure the psychological and social dimensions. The results suggest the influence of socialization contexts of adolescents on social adjustment and deviance; also, the differences among the national groups directly related with the different attitude in the religious fact.

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Sin temor a equivocarse, se puede sostener que en las ciencias sociales y en la vida cotidiana, los problemas de la adolescencia y de la juventud están de permanente actualidad. No obstante, de unos años a esta parte quizá sea más notable dicha actualidad, y ello por muchas razones, de las que señalaremos tres: el incremento de la relevancia económica del consumo en los jóvenes, la extensión de la problemática de la drogadicción y la preocupación social creada por las conductas antisociales, atribuidas sobre todo a los sujetos jóvenes (cfr. Martínez Álvarez, Fuentes Martín, Ramos Vergeles y Hernández Martín, 2003; Martínez-Lorca y Alonso-Sanz, 2003; Luengo, Sobral, Romero y Gómez-Fraguela, 2002; Mirón, Serrano, Godás y Rodríguez, 1997).

Los cambios de conductas sociales, la crisis de valores, el ajuste social, etc. son algunos de los problemas que a esta edad se presentan con gran intensidad y repercusión de cara al futuro (Serrano, Godás, Rodríguez y Mirón, 1996).

Resulta normal concebir la socialización como un proceso de adquisición –por parte del niño y, más ampliamente, por parte de los miembros del grupo– de los conocimientos necesarios en el contexto de interacción social para establecer lazos sociales. Pues bien, los viejos y clásicos tópicos acerca de la socialización están cambiando, respecto a los agentes que la propician y a los mecanismos que se utilizan. La preocupación por una «deficiente» socialización se vuelve muy importante, por cuanto se atribuye a ella la causa de la aparición de conductas agresivas, delictivas o antisociales.

La investigación sobre el proceso de socialización y su relación con conductas antisociales son aspectos que aparecen muy unidos. Familia, escuela, grupo de iguales y comunidad son los ejes socializadores de la vida del adolescente, con un nivel muy alto de determinación sobre sus propias actitudes y conductas. Las variables psicológicas y sociológicas que configuran estos ámbitos constituyen actualmente los temas sobre los que versan buena parte de los estudios de las revistas especializadas y sobre los que inciden de modo prioritario los programas de intervención social (Serrano y otros, 1996).

El presente artículo presenta de modo resumido el planteamiento y conclusiones de varias investigaciones sobre la adolescencia realizadas en España, Palestina y Portugal, investigaciones que han tenido en común tanto el planteamiento general como los instrumentos de recogida de datos. Los resultados de la investigación española se han dado ya a conocer (cfr. Serrano y otros, 1996; Mirón y otros, 1997; Rodríguez y otros, 1996). La publicación de los resultados concretos de la investigacion portuguesa (Faro, 2001) y de la palestina (El-Astal, 1998) se están llevando a cabo en revistas vinculadas a dichos ámbitos culturales. La pretensión en este trabajo es ofrecer una visión integrada, global y comparativa de los adolescentes en estos tres espacios culturales y sociales. Aquí, por obvias razones de espacio, no podemos dar cuenta de todos los datos exhaustivamente, sino de una manera genérica y orientada a transmitir una perspectiva de conjunto.

Objetivos, variables y aspectos metodológicos

De modo general, queremos establecer los rasgos y características que diferencian a los adolescentes españoles, palestinos y portugueses en ámbitos que han sido considerados fundamentales dentro de la literatura psicológica y sociológica sobre la adolescencia. Pero, de una forma muy especial, determinar el modo y el grado de influencia de los contextos de socialización (familia, grupo de iguales, comunidad y escuela) sobre las conductas del adolescente.

Los objetivos pueden concretarse de la siguiente manera:

  1. Determinar las características de la relación que la adolescencia mantiene con sus ámbitos sociales; analizando las interacciones familiares, las conductas del grupo de iguales, la relación del adolescente con su ámbito escolar y la integración comunitaria.
  2. Evaluar las características que, para los adolescentes, poseen actividades tales como las prácticas de ocio, actitudes frente a la igualdad y tolerancia sexual, conducta religiosa y política, conductas antisociales y consumo de drogas.
  3. Hacer especial énfasis en la capacidad de determinación que las relaciones familiares y grupales ejercen sobre las conductas antisociales.
  4. Establecer la relación entre las percepciones y conductas del adolescente y variables sociodemográficas especialmente relevantes, como la edad, sexo y lugar de residencia.
  5. Explorar hasta qué punto las variables sociodemográficas (sexo, edad y lugar de residencia) son susceptibles de establecer diferencias en el tipo de interacción con los agentes de socialización y en las propias conductas y percepciones de los adolescentes.
  6. Comparar los resultados obtenidos en España, Palestina y Portugal sobre las variables descritas.

El instrumento utilizado para la recogida de los datos ha sido una macroencuesta compuesta por cuestionarios conocidos y utilizados en la literatura científica y otros elaborados por nosotros mismos, que han evidenciado satisfactoriamente su fiabilidad y validez (cfr. Serrano y otros, 1996).

Las variables sociodemográficas que hemos tomado en consideración han sido el sexo, la edad y el lugar de residencia.

Las variables psicológicas y sociales pueden ser agrupadas por grandes áreas, cada una de las cuales abarca un conjunto de factores referidos al mismo campo temático. A continuación indicamos las grandes áreas y los factores que las integran.

  • Área familiar: relaciones familiares, control y apoyo de los padres.
  • Área grupal: sociabilidad y antinormatividad grupal.
  • Área residencial-comunitario: movilidad residencial, satisfacción residencial y cohesión vecinal.
  • Conductas antisociales y consumo de tabaco, alcohol y drogas ilegales.
  • Satisfacción e integración escolar.
  • Ocio.
  • Actitudes y conductas sexuales.
  • Actitudes y conductas religiosas.
  • Valores.
  • Expresiones del yo: asertividad y autoestima.
  • Comportamiento y participación política.

El muestreo se ha realizado en España, Portugal y Palestina, con sujetos de edades comprendidas entre 14 y 18 años. La unidad primaria de muestreo ha sido el centro educativo, lo que permite definir el nivel socioeconómico de los sujetos y el ámbito urbano (con sus modalidades) o rural en el que viven. Asimismo, el muestreo ha sido proporcional en base a los datos oficiales de los correspondientes Ministerios de Educación. Los criterios de proporcionalidad han sido: sexo, edad y hábitat. El muestreo fue aleatorio, estratificado y proporcional, con la intención de garantizar las exigencias de representatividad.

Los datos de las tres muestras son los siguientes:

Se realizaron análisis descriptivos que proporcionaron la distribución de frecuencias, las puntuaciones medias y la desviación típica de cada una de las variables. Por razones de pertinencia o de claridad, los datos se expresaron frecuentemente mediante porcentajes.

Para comprobar la existencia de diferencias estadísticas entre los grupos con relación a las variables hemos utilizado, según los casos, la prueba (t) de Student, el análisis de varianza (ANOVA), la prueba de Lawshe-Baker, la prueba de Kolmogorov-Smirnov y la prueba de Kruskal-Wallis. Para el análisis de la relación entre las variables nos hemos servido de la Correlación. Finalmente, para realizar análisis predictivos hemos utilizado el Análisis de Regresión Múltiple.

Resultados y discusión

Relaciones familiares

Los tres grupos nacionales de adolescentes presentan puntuaciones muy parecidas en las variables que evalúan el ámbito familiar. La percepción que tienen de la familia resulta positiva: buenas relaciones, sentimiento de apoyo paterno y materno importante, control aceptable. Se expresa con toda claridad que la percepción de los adolescentes sobre la familia es la de un espacio facilitador y protector.

Los tópicos sobre la conflictividad entre padres e hijos y las imágenes sobre la borrasca intergeneracional o bien están en trance de desaparecer –no sabemos si momentáneamente– o bien de suavizarse en comparación con anteriores generaciones. Además, resulta especialmente significativa la gran homogeneidad que manifiestan todos los grupos nacionales y los subgrupos correspondientes que hemos considerado.

Parece ser mayor el control ejercido sobre las chicas (españolas y portuguesas) lo que pone de manifiesto algo que se repetirá con frecuencia: todavía existe una socialización diferente entre chicos y chicas, a pesar de la tendencia hacia una educación menos determinada por los roles sexuales.

Los datos obtenidos en la investigación española y portuguesa evidencian un cierto cambio, a medida que los adolescentes van siendo mayores: sin alterar la relación familiar, tanto el control como el apoyo va siendo menor a medida que el sujeto crece, preparándose, por tanto, el camino hacia la autonomía personal.

La percepción de las relaciones familiares que transmite el adolescente palestino es muy similar; poca conflictividad, un apoyo suficiente y una sensación de mayor control, especialmente por parte de la madre.

A pesar de tratarse de grupos culturales distintos (obviamente, con mucha más similitud entre portugueses y españoles), el papel central de la familia para el ajuste social es manifiesto. Podemos seguir afirmando literalmente una de las conclusiones de la investigación sobre la adolescencia española: «las buenas relaciones familiares operan de modo muy relevante sobre la adaptación social de los individuos, tanto personal como socialmente, en la asunción de normas y en la integración social. La expresión de unas ajustadas relaciones familiares se asocia positivamente a la satisfacción social y grupal. Los análisis de regresión efectuados ponen de manifiesto la asociación negativa entre la integración familiar y la manifestación de conductas antisociales. De ahí la función central de la familia como agente de socialización y ajuste social.» (Serrano y otros, 1996).

Algo similar –aunque con menor intensidad– sucede con el apoyo en los problemas cotidianos del adolescente. Ambos padres cuidan a menudo esta faceta, pero la madre se esfuerza un poco más, tal y como lo perciben e informan los adolescentes. También, en términos relacionados con la disciplina, padre y madre intervienen a menudo en el ejercicio de su responsabilidad que supone guiar normativamente el comportamiento de sus hijos.

En síntesis, tanto el adolescente palestino como el español y portugués transmiten una imagen positiva de su familia. Un clima de menor conflictividad, de mayor cohesión y ajuste intergeneracional. La explicación a esta realidad reside en el buen funcionamiento de la familia: hay una buena comunicación y comprensión entre padres e hijos. Cabe destacar que el número de hijos y la distancia intergeneracional no influyen negativamente en la relación familiar. Téngase en cuenta que la familia española y portuguesa consta de los cónyuges y uno o dos hijos, pero la familia palestina está formada por los padres, por ocho hijos como media y en muchas ocasiones por otros parientes.

Estas conclusiones resultan globalmente compartidas por trabajos de planteamiento similar tanto en España (Elzo J., Andrés Orizo F., González Blasco P., Del Valle I., 1994), como en Portugal (Matos M.G., Simoes C., Carvalhosa S.F., Reis C. y Canha L., 2000; Almeida J.F. et al., 1996).

Grupo de iguales, escuela y comunidad

Si algo caracteriza la adolescencia es su dimensión social, su apertura al mundo, expresada por la relevancia de los otros, la urgencia de la comunicación y el establecimiento de fuertes vínculos grupales. Toda la literatura especializada subraya la importancia del grupo de iguales, que posibilita al adolescente no sólo un ámbito de existencia y protección, sino también un referente normativo y de encuadre social.

Pues bien, el nivel de sociabilidad de los adolescentes españoles, portugueses y palestinos resulta elevado y, al igual que en otros estudios, se constatan diferencias significativas entre la sociabilidad de chicos y chicas, siendo bastante más alta en las segundas que en los primeros en la adolescencia española y portuguesa; sin embargo, en la palestina el nivel de sociabilidad de los hombres es más alto que el de las mujeres, hecho motivado probablemente por el papel que se le asigna a la mujer, básicamente vinculada a la interioridad del hogar y la familia.

Por otra parte, se constata en las tres investigaciones la tendencia decreciente en el nivel de sociabilidad de los sujetos en función de la edad, dándose los mayores niveles en la adolescencia temprana (14-15 años). Estos resultados parecen indicar una crisis progresiva en las relaciones interpersonales de los sujetos al pasar de la adolescencia a la juventud. Una posible interpretación podría venir de la consideración de la aparición de un efecto temporal de «reajuste» en las pautas de interacción social. Es decir, la cuestión no estribaría tanto en que los jóvenes sean menos sociables que los adolescentes, sino en la necesidad de cambiar dichas interacciones y adaptarse a su nueva etapa evolutiva, en la que entran en juego otro tipo de interacciones como, por ejemplo, las relaciones de pareja o de trabajo.

En consonancia con este panorama social positivo resulta bajo el índice de lo que hemos llamado «antinormatividad grupal», es decir, la evaluación del nivel de desviación conductual de los sujetos que constituyen el grupo de iguales. Globalmente, los adolescentes españoles, portugueses y palestinos se declaran adaptados e inmersos en grupos poco problemáticos.

No obstante, encontramos diferencias significativas en las tres investigaciones respecto al nivel de antinormatividad grupal en chicos y chicas, que se dan justamente en sentido inverso al de la sociabilidad, de modo que los varones manifiestan una tendencia más alta a interaccionar con grupos de iguales desviados que las mujeres.

Por lo que toca a la escuela, los adolescentes españoles y portugueses se muestran en general satisfechos con el entorno educativo en el que están escolarizados. Las mujeres y los sujetos de 14, 15 y 16 años son los que perciben más positiva la calidad del profesorado, las relaciones con sus compañeros de aula y demás usos y normas del centro escolar. En cambio, en la investigación palestina el adolescente varón se encuentra más satisfecho con el entorno educativo en el que está escolarizado que la mujer en todas las facetas de la vida escolar. Probablemente, la razón estribe en las diferentes pautas de socialización entre los sexos, especialmente notable en el mundo árabe. En este sentido, quizá la muchacha adolescente palestina perciba que la escuela como estructura y como elemento de preparación para la vida adulta es más consonante con la comprensión cultural del rol masculino que el femenino. Así como una buena preparación escolar es necesaria para el futuro del adolescente, las tareas propias del rol femenino (casarse, cuidar los hijos, atender la casa) suelen transmitirse en otros ámbitos más íntimos y personalizados.

Y, al igual que ocurre con la familia, una buena integración escolar parece ser un necesario mecanismo de ajuste, de satisfacción personal y de control de conductas antisociales indeseables. No se trata, por supuesto, de postular relaciones de causalidad, pero los datos permiten afirmar que, probablemente, la existencia de ámbitos socializadores, como la familia y la escuela, bien establecidos y donde el adolescente se sienta integrado y satisfecho, pueden ser un poderoso instrumento de prevención de comportamientos antisociales.

Conducta antisocial

De un tiempo a esta parte se viene vinculando la adolescencia con la realización de conductas delictivas. Sin embargo, cuando se analizan por separado cada una de las conductas que componen el constructo delincuencia (conductas contra normas, vandalismo, agresiones contra personas, robo y tráfico de drogas) se ponen de manifiesto matices que, en general, muestran que los adolescentes realizan con frecuencia conductas antisociales leves, pero no ocurre así en el caso de conductas más graves.

En la tabla 2 se observa que el 47,9% de los jóvenes españoles dicen realizar con frecuencia conductas contra normas (beber alcohol antes de los 16 años, escaparse de casa, no respetar las normas de tráfico, etc.), el 32,8% han estado implicados en conductas de agresión, el 29% se han involucrado alguna vez en conductas de vandalismo y el 21,2% han robado en alguna ocasión.

La adolescencia portuguesa presenta un perfil bastante parecido, aunque con un grado menor de conductas antisociales. Podríamos resumirlo diciendo que los portugueses con relación a los españoles mantienen los rasgos cualitativos pero en menor grado, cuantitativamente hablando.

Por otra parte, resulta interesante el contraste que ponen de relieve los resultados del estudio palestino, con una bajada sustancial en la comisión de actos antisociales. Hay, sin duda, dos factores estructurales que probablemente explican algunas de las peculiaridades que los jóvenes palestinos presentan, en este y en otros ámbitos de su vida; uno es la importancia de la religión y su papel de articulación y control de la actividad social; el otro la situación de confrontación permanente y desigual con el Estado de Israel, lo que dificulta la comparación y hace que ciertas dimensiones y conductas sociales no tengan los perfiles tan nítidos que se observan en España y Portugal.

Como no podía ser menos, al igual que en toda la investigación al respecto, los índices de conductas antisociales reflejan una gran diferencia entre hombres y mujeres, de modo que éstas se muestran más ajustadas socialmente. El debate de la relación entre delincuencia y género sigue abierto con todas sus implicaciones psicológicas, sociales y políticas (cfr. Mason y Windle, 2002; Gorman-Smith, 2003).

En lo que se refiere a la edad, se constata un progresivo aumento de la tasa de antisocialidad en torno a los 15 años en Palestina (16 años en España y Portugal). Se trata, pues, de un punto de inflexión que conviene tener en cuenta a efectos de prevención e intervención.

Se han realizado varios análisis de regresión múltiple, con objeto de conocer las variables asociadas a las conductas antisociales, y el conjunto de ellas que pueda predecirlas. Utilizamos como variable criterio las conductas antisociales, en su puntuación global, y como variables predictoras todas aquellas, integradas en la investigación y que, hipotéticamente, son susceptibles de presentar algún grado de relación con el comportamiento antisocial en la adolescencia. Las tres investigaciones coinciden en las variables predictoras de mayor peso y con una asociación positiva. La variable más importante es la antinormatividad grupal; la influencia del grupo de iguales se torna decisiva. Si el adolescente está en un grupo antisocial, probablemente su comportamiento será del mismo signo. El grupo de iguales es la principal fuente de normas para el adolescente y, en este caso como en tantos otros, cumple con plena eficacia su función de homegenización y encuadramiento sociocomportamental.

Consumo de drogas

Con relación al consumo de tabaco, una mera lectura de los resultados ya resulta muy esclarecedora. De nuevo se produce un corte entre españoles y portugueses por una parte y palestinos por otra. Los primeros presentan índices de consumo parecidos, aunque más acentuado en el caso de los adolescentes españoles; sin embargo, los índices de los palestinos son mucho más bajos; constátese que sólo un 4,5% dice fumar habitualmente, frente al 33,2% de los españoles.

Está muy claro el contraste entre los sexos. Se pone de manifiesto que los chicos palestinos y portugueses manifiestan un mayor consumo de tabaco que las mujeres, debido a la mayor libertad masculina y la existencia de menores restricciones para moverse en círculos donde sea frecuente el consumo. Sin embargo, los resultados españoles no pueden corroborar la afirmación anterior. Quizás, el mayor consumo de tabaco por parte de las mujeres españolas deba entenderse como una expresión de la tendencia, mostrada en múltiples campos de la vida social, a la igualdad o un mayor equilibrio entre los sexos.

En las tres investigaciones, la edad se relaciona con el consumo, observándose un incremento lineal en éste a medida que los sujetos van siendo mayores. La explicación más lógica, contrastada por otros estudios, reside en la pérdida progresiva del control familiar y la aparición de influencias provenientes de muy distintos ámbitos sociales.

Los datos relativos al consumo de alcohol repiten la tendencia vista anteriormente, aunque todavía más acentuada. Los españoles son los mayores consumidores (38,1% consumen habitualmente), siguiendo los portugueses con índices algo menores. Y, finalmente, los palestinos, que se manifiestan sencillamente no consumidores; en cuyo caso parece de nuevo que el peso de la religión es determinante al respecto.

Los resultados de la investigación española y portuguesa confirman que los varones presentan unos niveles de consumo de alcohol superior a las mujeres. Y también aquí la edad de los adolescentes españoles y portugueses se relaciona con el consumo del alcohol, dándose un incremento lineal en éste a medida que los sujetos van siendo mayores.

Con relación al consumo de drogas ilegales parece claro que se trata de conductas/hábitos apenas implantados en la adolescencia. Solamente en el caso del cannabis hay un cierto contacto de los adolescentes españoles y, en menor medida, de los portugueses.

Finalmente, señalar que las conclusiones anteriores coinciden, básicamente, con las obtenidas en otros trabajos de parecidas características (Gosselin, Larocque, Vitaro y Gagnon, 2000; Observatorio Español sobre Drogas, 2000; Luengo et al., 1996; Matos et al., 2000; Rodrigues et al., 2001; Martínez Álvarez y otros, 2003).

Actitudes y comportamiento sexual

En la investigación sobre las conductas sexuales hemos tropezado con una dificultad insalvable: por razones religiosas, las preguntas al respecto no han podido ser formuladas a los adolescentes palestinos, aunque sí han respondido a los ítems de las Escalas de Tolerancia e Igualdad como se verá más adelante.

Las conductas sexuales examinadas por las investigaciones española y portuguesa abarcan una gama muy amplia: la información acerca del embarazo y parto, masturbación, homosexualidad, conducta sexual, anticoncepción e información sobre el SIDA. Al lector interesado en profundizar en el análisis de los diferentes resultados, lo remitimos a las investigaciones de Serrano et al. (1996) y Faro (2001).

De todas maneras, también aquí volvemos a constatar la gran similitud entre los dos grupos nacionales. Los grandes rasgos característicos pueden resumirse de la siguiente manera:

– Importancia central de la masturbación, muy especialmente entre los chicos.

– Orientación clara y dominantemente heterosexual.

– Actividad sexual establecida en torno a los 15 años, aunque la experiencia del coito sea algo posterior.

– Vinculación de la iniciación y de la vida sexual con otros factores: edad, consumo de tabaco y alcohol, etc.

– Notable desinformación sobre la problemática del SIDA.

Como complemento a las cuestiones anteriores hemos administrado a los sujetos dos escalas que pretenden valorar la actitud ante dos núcleos temáticos que configuran la percepción de la sexualidad a nivel social. Por supuesto, con ello no queremos sostener que sean éstos los únicos aspectos que articulan el pensamiento sobre la interacción sexual, pero, sin duda, ocupan un lugar muy relevante. La primera escala se refiere a la actitud ante la igualdad entre los sexos. Abarca los siguientes aspectos: las características tradicionales asignadas al rol femenino; la igualdad en el trabajo, tanto dentro como fuera de la casa; y la igualdad en la conducta sexual entre hombres y mujeres. La segunda escala recoge diversas formas de tolerancia ante la sexualidad: prácticas homo y heterosexuales, libertad sexual y uso de métodos anticonceptivos.

Los resultados relativos a la Escala de Igualdad Sexual ponen de relieve que la actitud general de los adolescentes españoles y portugueses es favorable a la igualdad entre sexos, aunque no de una manera muy pronunciada. Sin embargo, cuando realizamos las pruebas de significación entre las medias de cada grupo, los resultados son muy expresivos: las mujeres, los sujetos de 16, 17 y 18 años y los que habitan las grandes ciudades son los más favorables a la igualdad entre sexos. Estos datos se explican por sí mismos.

Por el contrario, los adolescentes palestinos muestran una mayor reserva al respecto, diferenciándose de modo considerable de sus colegas españoles y portugueses. A pesar de todo, también en el caso palestino las mujeres son, de modo estadísticamente significativo, más proclives a una cierta igualdad entre los sexos que los varones.

Las consecuencias más interesantes de los resultados sobre la Escala de Actitudes hacia la Tolerancia Sexual vuelven a evidenciar el gran corte que se produce entre los adolescentes europeos y los palestinos. Mientras los primeros presentan un nivel de tolerancia medio-alto, en el caso de los palestinos resulta significativamente mucho más bajo. Este resultado no es de extrañar. En un análisis de regresión múltiple en el que se tomó como variable criterio la tolerancia sexual y como predictoras todas aquellas empleadas en la investigación, susceptibles de presentar hipotéticamente algún grado de asociación, los resultados son claros al respecto. Las variables que configuran la ecuación de regresión hacen referencia a la igualdad entre los sexos, la actividad sexual, el consumo de alcohol y, negativamente, la influencia y el acuerdo con la religión.

Creencias y conductas religiosas

Al analizar los resultados de la investigación española señalamos que coexisten dos culturas, de modo claramente consolidado, una laica y otra religiosa. También apuntamos que se produce una clara separación entre la religión entendida culturalmente y la religión como sentimiento personalizado. El tercer gran elemento interpretativo lo definimos como la «fragmentación» del sentimiento religioso, de modo que la creencia en la existencia de Dios, el practicar la religión y el aceptar las orientaciones de la Iglesia católica no forman necesariamente un todo unido, sino que pueden darse y sentirse de modo separado. Simplemente un dato para expresar esta ruptura: el porcentaje de sujetos que se autodefinen como católicos llega al 71%, van a la Iglesia semanalmente un 18% y están «bastante» o «muy» de acuerdo con la Iglesia un 28% (cfr. Serrano y otros, 1996).

Por lo que toca a la adolescencia portuguesa, la estructura de los datos tiene un cierto parecido con lo visto para los españoles; sin embargo, hay diferencias notables al respecto, de modo que la «fragmentación» de que hablábamos antes no puede predicarse con la misma claridad. Veamos algunos datos que lo confirman. Frente al 6,8% de no creyentes y un 44,8% de católicos practicantes entre los portugueses, los porcentajes en los españoles llegan al 12,5% y 29,2%, respectivamente. La asistencia a la Iglesia también difiere sustancialmente; los portugueses asisten semanalmente en un 34,5% y los españoles sólo un 18%. Finalmente, el acuerdo con la Iglesia católica también es mucho mayor entre los portugueses (46%) que entre los españoles (28%). Es decir, este proceso de alejamiento de lo religioso tan claro en la sociedad española no se manifiesta así en la portuguesa. Afirmar que se trataría de una tendencia, en el sentido de que la sociedad española marca la dirección en este tema, resulta muy arriesgado y los datos no permiten tal aseveración. Sobre el tema religioso en la adolescencia pueden verse otros trabajos que, sustancialmente, van en la misma línea (Elzo et al., 1994; Almeida et al., 1996; Mota, 1998; Cabral, 1998).

La situación es sustancialmente distinta con relación a los sujetos palestinos. Los resultados manifiestan la centralidad y universalidad de la cultura religiosa en Palestina, sin espacio para una cultura laica. La religiosidad abarca casi la totalidad de la población adolescente y adulta, si aceptamos las valoraciones que hacen los adolescentes de sus padres. Hay que suponer, pues, que estamos ante una situación consolidada, que evidencia una visión del mundo mediada por las creencias religiosas.

En este sentido, la religión musulmana, para los adolescentes palestinos, es un conjunto de creencias y sentimientos religiosos que se viven internamente, pero que impregnan el conjunto de la vida social. Téngase en cuenta que el 84,9% se definen como musulmán practicante; que de ellos acude a rezar a la mezquita diariamente un 55,8% de los varones y un 30,1% lo hace semanalmente. La autocalificación de musulmán implica, pues, definirse como «practicante» y desarrollar acciones visibles y convencionales.

Si ponemos la atención en los resultados referidos a la pregunta por el grado de acuerdo con la religión es posible detectar otro de los grandes ejes por donde discurre el fenómeno religioso en la adolescencia palestina: la unión, en este caso, entre religión-institución y religión-sentimiento: un 73% se halla muy de acuerdo con la religión, y un 27% expresa un nulo o pequeño acuerdo. Si, como antes veíamos, definirse musulmán implica realizar las prácticas que el Islam establece como obligatorias, ahora, dando un paso más, podemos afirmar que esto conlleva estar de acuerdo sustancialmente con él.

Otro tema que presenta interés viene dado por los resultados del ítem sobre la creencia en la existencia de Dios. Más del 96% afirma, aproximadamente 1,5% duda y sólo un 2,3% abiertamente niega.

Estamos, pues, ante una clara afirmación de lo religioso. Si tradicionalmente, en el mundo islámico, existe una percepción integrada de todos estos aspectos, parece claro que el adolescente lo ve así. La implicación «creencia en Dios-ser religioso-practicar la religión-estar de acuerdo con la religión» tiene para el adolescente la misma coherencia e idéntica linealidad. Es decir, no puede uno autodefinirse como musulmán sin la existencia de prácticas religiosas. En este sentido, podemos concluir que existe un sentimiento unitario de lo religioso en el Islam.

Valores sociales

Va a ser la adolescencia uno de los períodos en que la adquisición y conformación del sistema de valores tiene una mayor importancia. El adolescente se prepara para su definitiva inserción en la sociedad como sujeto responsable, y ésta activa todos sus mecanismos para que asuma roles y obligaciones nuevas y, consiguientemente, los valores subyacentes. La transmisión y adquisición de valores es ya explícita, cubriendo prácticamente toda la vida social del adolescente. Además, algunas características psicológicas propias de la adolescencia otorgan más relevancia al tema. Se trata de un momento en que se plantea con toda intensidad el problema de la propia identidad social y sexual y se requiere definir lo personal, lo que lleva a formular metas, ideales, etc. (cfr. Serrano, 1988).

Pues bien, lo primero que sorprendentemente se constata al analizar los valores más preferidos y más rechazados por los adolescentes es la absoluta igualdad de los perfiles que presentan españoles y portugueses; además de una gran homogeneidad en todos los subgrupos derivados de las variables sociodemográficas consideradas. El conjunto de valores más apreciados engloba dos dimensiones: el bienestar físico y socioemocional (salud, amistad, amor, familia) y el bienestar social (mundo en paz, libertad). Como señalamos en el trabajo específico sobre la adolescencia española, se trata de un marco axiológico muy protector y muy vinculado al propio yo. Se constata una notable ausencia de valores de tono más político, más hedonista o de carácter marcadamente instrumental o moral. Estamos ante una población orientada a valores individuales antes que sociales; a valores inmediatos y concretos, frente a posiciones más abstractas y generales, propias de generaciones anteriores (Serrano y otros, 1996).

Sin embargo, como puede verse en la tabla 4, el panorama es completamente distinto en lo que toca a los adolescentes palestinos. Como valor más apreciado aparece la religión, muestra confirmatoria desde un nuevo punto de vista del lugar principal que ocupa lo religioso. Junto a la religión tenemos, por una parte, valores referidos a estados finales, como la salud y la amistad. Por otra, una serie de valores de tipo netamente instrumental, que responderían a una supuesta demanda de «cómo debe ser un adolescente palestino». Es decir, aparece aquí una perspectiva de acción, una especie de ideal del yo. Da la impresión que lo importante no es el tener, sino el ser, de que lo relevante no consiste en el placer o en el confort (nótese que sexualidad y bienes materiales son los menos deseables de los valores), sino en estar preparado «para algo». Probablemente este perfil que transmite el adolescente palestino deba ser interpretado a la luz de la situación social y política por la que pasa la totalidad de la población, que no puede «pensar» en valores finales, más allá de la religión y la amistad y que, sin embargo, necesita valores instrumentales, necesarios desde un punto de vista normativo, función que con mucha frecuencia adquieren precisamente los valores sociales.

Conclusiones

A modo de tesis vamos a formular las conclusiones más interesantes derivadas del conjunto de investigaciones que han sido expuestas.

  • A. A nivel general se constata una gran homogeneidad en el comportamiento de los adolescentes. No obstante, las diferencias más notables se observan entre españoles y portugueses por una parte y palestinos por otra. Y todas estas diferencias aparecen vinculadas directa o indirectamente al distinto afrontamiento del fenómeno religioso.
  • B. Desde el punto de vista interno, en cada conjunto de adolescentes, las diferencias más notables se dan entre chicos y chicas, fundamentalmente en todo lo relativo a conductas antisociales o conductas que puedan cuestionar normas sociales.
  • C. Es general la afirmación de unas buenas relaciones entre los adolescentes y sus familias.
  • D. Se constata la importancia de un buen ajuste familiar y grupal en la prevención de comportamientos antisociales.
  • E. Aparece claramente establecido e incorporado a la cultura adolescente el consumo de tabaco y alcohol, excepto entre los palestinos.
  • F. Con relación a las conductas antisociales, es interesante resaltar tres aspectos: la importancia del grupo de iguales desviados, los altos índices de conductas «contra normas» y la gran diferencia que se observa entre chicos y chicas al respecto.
  • G. En torno a los 14-15 años los sujetos tienen una actividad sexual claramente establecida, aunque ello no significa que hayan tenido relaciones sexuales coitales.
  • H. Respecto al hecho religioso, las diferencias entre los tres grupos nacionales son grandes. La adolescencia española puede caracterizarse por la «fragmentación religiosa», según la hemos definido. En los portugueses se observa un cierto alejamiento de lo religioso pero menos pronunciado que en el caso anterior. En los palestinos la religión ocupa un lugar central y articulador de la vida personal y social.

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